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Pide un lugar para vivir que no atente contra su salud

Gabriel es paralítico, ciego y sus riñones no funcionan. Nadie advierte su necesidades.
Domingo, 14 de mayo de 2017 00:00

En Aniceto Latorre al 1700, en la ciudad de Salta, se levantan varias casas precarias. A la mitad de un pasillo por el que apenas se logra seguir el paso sin tropezar, detrás de una puerta de madera hay una habitación de machimbre. El interior de la vivienda se divide con placas de madera terciada de 3 milímetros. En el pequeño espacio que funciona de cocina, sentado en una vieja silla de ruedas, está Juan Gabriel Gutiérrez. Tiene 20 años, padece de espina bífida y nunca pudo caminar. Sufre problemas de presión y nefrológicos. Sus riñones dejaron de trabajar, por lo que es sometido a diálisis tres veces en la semana. Sus intestinos ya no funcionan y tiene un ano contranatura. Además, ya no puede ver.

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En Aniceto Latorre al 1700, en la ciudad de Salta, se levantan varias casas precarias. A la mitad de un pasillo por el que apenas se logra seguir el paso sin tropezar, detrás de una puerta de madera hay una habitación de machimbre. El interior de la vivienda se divide con placas de madera terciada de 3 milímetros. En el pequeño espacio que funciona de cocina, sentado en una vieja silla de ruedas, está Juan Gabriel Gutiérrez. Tiene 20 años, padece de espina bífida y nunca pudo caminar. Sufre problemas de presión y nefrológicos. Sus riñones dejaron de trabajar, por lo que es sometido a diálisis tres veces en la semana. Sus intestinos ya no funcionan y tiene un ano contranatura. Además, ya no puede ver.

El joven es de Apolinario Saravia. Allí pasó toda su niñez y gran parte de su adolescencia. Tiene tres hermanos más. El mayor se casó e hizo su vida, mientras que los dos más chicos, de 17 y 8 años, siguen junto a él y su madre, Olga Gutiérrez.

Gabriel terminó la primaria y no pudo seguir estudiando por sus problemas de salud. Toda su vida la pasó en una vivienda que una tía les prestaba en finca Las Palmas, cerca de Saravia. Luego se mudaron al pueblo, a un centro de jubilados donde su mamá pagaba el alojamiento haciendo la limpieza.

La precariedad en la que siempre vivió fue minando su salud. Hoy, pese a que cuenta con la cobertura del Programa Federal de Salud, sufre porque le faltan los medicamentos que toma para la presión, pañales especiales que necesita para evitar las excoriaciones en su cuerpo, una silla de ruedas adecuada, una vivienda digna y alimentos.

Una vida de idas y vueltas

Desde que nació, hace 20 años en Apolinario Saravia, en el departamento de Anta, Gabriel Gutiérrez va y viene a la ciudad de Salta. El año pasado las dolencias en los riñones y la necesidad de someterse a diálisis obligó a toda la familia a trasladarse a la capital provincial.

Desde aquel momento Gabriel, que padece una discapacidad física pero no mental, acompaña a su madre a todas las entidades públicas que podrían resolver su situación.

Gabriel Gutiérrez logró armar la carpeta que pide el Instituto Provincial de la Vivienda para acceder a una casa. Es el titular y no hay mes que no vaya a ver qué pasó con su caso.

"La respuesta es siempre la misma: "Tenés que esperar el sorteo', me dicen", comentó Gabriel con la cabeza baja.

En algún lugar escuchó que tenía que pedir en la Ciudad Judicial una resolución para llevar al IPV si quería recibir una casa. Fue y recibió como única respuesta: "Tenés que esperar".

Gabriel sufre de espina bífida y apenas supera el metro cuarenta de altura, con 48 kilos. La silla de ruedas que Profe le entregó no es la adecuada.

"Él necesita una silla con el respaldo alto, para que pueda soportar su peso y su espalda. En Profe me entregaron una que apenas llega a la mitad de su espalda. Les dije que no nos servía, les expliqué por qué, pero nos dijeron que no había otra y que debíamos arreglarnos con esa", dijo Olga.

Hoy la silla de ruedas permanece en un rincón del espacio donde funciona la cocina, en la caja en la que llegó.

Gabriel se sigue movilizando en una silla que le donó una señora de la Casa del Niño.

En medio de estas idas y vueltas, los profesionales del Hospital Materno Infantil le recomendaron que vaya a las oficinas de la Cooperadora Asistencial.

Gabriel necesita medicamentos especiales para curar sus excoriaciones, además de una serie de alimentos para evitar que su cuerpo se degrade.

En cuanto a los remedios, Gabriel cuenta que le dijeron que Profe debía hacerse cargo. Con respecto de los alimentos, su mamá cuenta que una asistente social los visitó y les dijo que se iban a poner en contacto para darles una solución. "Nunca nos llamaron", dice Olga, que apenas transcurre sus 42 años.

Cuando supieron que existía la Dirección de la Discapacidad de la Municipalidad de Salta, Gabriel y Olga fueron para ver si los escuchaban. "Nos tomaron los datos, y una señora muy amable dijo que nos iban a venir a ver. Nunca vinieron", recordó Gabriel, mientras se tomaba el brazo dolorido por las diálisis.

No tienen heladera ni baño propio

Juan Gabriel Gutiérrez debe hacer una dieta especial, de 6 comidas al día, con un importante aporte de lácteos, verduras y frutas. Sin embargo, el viernes comió tortilla de papas, y el día anterior, arroz blanco. Esos fueron sus alimentos de todo el día. No hubo merienda ni cena, lo que está muy lejos de la dieta que debe seguir.
Este joven recibe una pensión. “Cobro 4.300 pesos. Pagamos 2.000 por la vivienda y gasto 500 pesos en los remedios y cremas para mis curaciones”, detalló Gabriel a El Tribuno. 
La habitación, en la que se logró dividir una pequeña cocina y un dormitorio con tres camas sin ventana, no cuenta con baño propio. La familia Gutiérrez tiene que compartir los sanitarios, por lo que Olga debe esperar un turno para poder ayudar a que su hijo se higienice. 
Tampoco tienen heladera. Los alimentos que necesitan refrigeración deben comprarse a diario para que no se descompongan. “A fin de año, un señor de la Legislatura nos regaló cuatro pollos. El vecino de la otra casita nos los guardó en la heladera y con eso tiramos un mes”, dice Olga. 
Esta mujer dedica su vida al cuidado de Gabriel. Recuerda que antes de que perdiera la vista era un poco más fácil. Pero ahora, que solo ve algunos bultos, la situación se complicó. Cuando llega la hora de descansar Olga reúne todas sus fuerzas para poder cargar en brazos a su hijo y llevarlo a la cama, en el dormitorio compartido.

 

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