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El drama del padre que le disparó al hijo adicto: “No reconoce a nadie cuando quiere droga”

El hombre contó que sólo quería “asustar” al joven que estaba muy “alterado” en la casa de la madre y pidió “ayuda” al Estado.
Lunes, 22 de mayo de 2017 12:22

n dramático episodio tuvo lugar en Rosario, cuando un hombre le disparó con una escopeta a su hijo adicto que se presentó “alterado” en la casa de su madre e intentó romper la puerta a patadas.
Todo ocurrió en el Barrio Belgrano donde viven. El padre le disparó a su hijo para “calmarlo”. Así se lo explicó a la policía cuando acudió al 911. No era la primera vez que lo hacía. Hace unos dos años que su hijo tiene problemas de adicción y cuando quiere consumir, explicó, se pone violento. Ese día estaba por romper la puerta de su casa a patadas y su mamá estaba adentro. En contacto con Radiópolis de Radio 2 de Rosario, Pablo contó su historia.

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n dramático episodio tuvo lugar en Rosario, cuando un hombre le disparó con una escopeta a su hijo adicto que se presentó “alterado” en la casa de su madre e intentó romper la puerta a patadas.
Todo ocurrió en el Barrio Belgrano donde viven. El padre le disparó a su hijo para “calmarlo”. Así se lo explicó a la policía cuando acudió al 911. No era la primera vez que lo hacía. Hace unos dos años que su hijo tiene problemas de adicción y cuando quiere consumir, explicó, se pone violento. Ese día estaba por romper la puerta de su casa a patadas y su mamá estaba adentro. En contacto con Radiópolis de Radio 2 de Rosario, Pablo contó su historia.

El más chico de tres hermanos, Jeremías, comenzó su adicción a la cocaína hace dos años, contó Pablo. En todo este tiempo lo internaron cinco veces pero en ningún caso logró mantenerse sobrio demasiado tiempo. Para Pablo a esas instituciones “solo les interesa cobrar” y simplemente someten al adicto a otra droga.

Sobre lo ocurrido, Pablo contó que Jeremías había llegado alterado a su casa, buscaba dinero para intercambiar por cocaína. Ese día Pablo se había ido a trabajar a un taller mecánico que queda a pocas cuadras de la casa. En el domicilio había quedado su esposa sola. “Creía que lo iba a poder controlar”, recordó.

Como trabajaba en un taller cercano vio en el estado en el que llegó su hijo y llamó al 911; no era la primera vez que alertaba a la policía sobre su hijo. Luego, enfrentó a Jeremías e intentó apaciguarlo, calmarlo. Fue imposible. “Cuando está en ese estado es irreconocible”, lamentó y destacó que sobrio, su hijo es un chico muy solidario y habilidoso.
“Le pegué, llamé de nuevo a la policía”, continuó Pablo. Entonces tomó la vieja escopeta de su padre y le apuntó para asustarlo. Disparó al piso y una de las perdigonadas lo lastimaron en el pie. Llamó otra vez a la policía y esta vez pidió por una ambulancia.

Pablo fue arrestado y conducido a una celda con otros chicos en los que reconoció la misma adicción que la de su hijo. Fue entonces que se preguntó qué es más importante para el Estado: ¿su escopeta sin papeles de 70 años o que Jeremías y tantos otros como él caigan en la calle de nuevo?

“El chico no reconoce ni padre ni madre. Cuando quiere consumir, quiere consumir no importa de qué manera sea y el Estado eso lo sabe, pero no están capacitados para contenerlos”, lamentó. “Todavía no es tarde para que ayuden”, llamó la atención.

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