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"Extraño mi Cuba, pero elegí Salta porque me enamoré de su gente”

Sabado, 06 de mayo de 2017 23:02

Gerardo Léon Guerra (49) nació en Manzanillo, en la provincia de Granma, ubicada al sur de Cuba. Lideraba el Septeto Matamoros, un conjunto de son con gran trayectoria en el país caribeño, cuando fue contratado en noviembre de 2011 por el Gobierno de Buenos Aires para participar de un concierto por los Derechos Humanos, que se realizó en la Casa Rosada. Luego salieron de gira por Mendoza y el norte de Argentina. Visitaron La Rioja, Corrientes, Chaco y Salta.
Apenas llegar dice que sintió un impulso irrefrenable de quedarse y fue tal la recepción del público que lo aplaudió de pie en el Teatro Provincial a pleno que además se le agotó el deseo expedicionario. 
Mientras, lo iba embargando un compromiso con esta tierra disfrazado de buena perspectiva para desarrollar su carrera artística. Primero debió regresar a Buenos Aires y luego a Mendoza para cumplir otros compromisos que había adquirido. El septeto que desde el nombre homenajeaba a quien dotó de mayores posibilidades de orquestación al son, Miguel Matamoros, volvió sin un integrante. “Ellos eran personas grandes, con familia y el único que estaba libre era el cantante”, bromeó el Nene. Haciendo una retrospectiva de su vida, recordó que era en Cuba “un trabajador normal”. Graduado de carpintería y de arte y de pesca en la Escuela de Oficios, sin embargo, aclara que “nació cantando”.
“Vengo de una familia de músicos. Mi padre Gerardo León Tamayo (ya fallecido) era cantante aficionado. Toda mi familia, por parte de mi madre, Celeste Guerra Rodríguez, tenía mucha inclinación hacia la música y mi tío político era clarinetista de la Banda Municipal de Manzanillo. Crecí en ese ambiente. Fui criado por dos madres, gracias a Dios: mi madre y mi tía María del Carmen Rodríguez. Ellas me alentaron a dedicarme a la música, ya que cantaban y bailaban siempre”, señala. Y puesto a recordar algunas escenas de la infancia que le den sentido a su elección vocacional, dice que desde los 8 años empezó a mostrar su inclinación y amor por la música.

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Gerardo Léon Guerra (49) nació en Manzanillo, en la provincia de Granma, ubicada al sur de Cuba. Lideraba el Septeto Matamoros, un conjunto de son con gran trayectoria en el país caribeño, cuando fue contratado en noviembre de 2011 por el Gobierno de Buenos Aires para participar de un concierto por los Derechos Humanos, que se realizó en la Casa Rosada. Luego salieron de gira por Mendoza y el norte de Argentina. Visitaron La Rioja, Corrientes, Chaco y Salta.
Apenas llegar dice que sintió un impulso irrefrenable de quedarse y fue tal la recepción del público que lo aplaudió de pie en el Teatro Provincial a pleno que además se le agotó el deseo expedicionario. 
Mientras, lo iba embargando un compromiso con esta tierra disfrazado de buena perspectiva para desarrollar su carrera artística. Primero debió regresar a Buenos Aires y luego a Mendoza para cumplir otros compromisos que había adquirido. El septeto que desde el nombre homenajeaba a quien dotó de mayores posibilidades de orquestación al son, Miguel Matamoros, volvió sin un integrante. “Ellos eran personas grandes, con familia y el único que estaba libre era el cantante”, bromeó el Nene. Haciendo una retrospectiva de su vida, recordó que era en Cuba “un trabajador normal”. Graduado de carpintería y de arte y de pesca en la Escuela de Oficios, sin embargo, aclara que “nació cantando”.
“Vengo de una familia de músicos. Mi padre Gerardo León Tamayo (ya fallecido) era cantante aficionado. Toda mi familia, por parte de mi madre, Celeste Guerra Rodríguez, tenía mucha inclinación hacia la música y mi tío político era clarinetista de la Banda Municipal de Manzanillo. Crecí en ese ambiente. Fui criado por dos madres, gracias a Dios: mi madre y mi tía María del Carmen Rodríguez. Ellas me alentaron a dedicarme a la música, ya que cantaban y bailaban siempre”, señala. Y puesto a recordar algunas escenas de la infancia que le den sentido a su elección vocacional, dice que desde los 8 años empezó a mostrar su inclinación y amor por la música.

Cambios 

Una vez instalado en Salta trabó amistad con algunos cubanos residentes en nuestra ciudad y se incorporó a la banda de su compatriota Edilberto Ferre denominada “Ferrer y sus soneros”. Pero pasado un tiempo decidió escuchar sus ambiciones musicales y creó otra agrupación. 
Hoy anima la noche salteña con el grupo “El Nene León y su banda de son” conformada por Daniel Cianci, en el piano; Mario Mora, en el bajo y en la percusión; Pablo Rodríguez en la conga; Lucas Vilte, en el timbal; Omar Cabana, en la trompeta e Iván el “Quieto”, en el trombón. Además de la vocalista Susana Falcón y el propio Nene León. “Aquí la gente tuvo muy buena aceptación de mi música. Les encanta el ritmo caribeño porque yo hago todos los ritmos de mi país: salsa, son, cha-cha-chá, bolero, bachata, cumbia de la cubana, merengue, guaguancó”, detalla. La particularidad de sus conciertos es que son didácticos. Entre interpretación e interpretación, él educa al público salteño para que pueda apreciar cada ritmo y entender los orígenes de cada manifestación musical. 
“Para nosotros es una de las partes más importantes. Damos a conocer cómo surgió la música de mi país. Cuando en 1895 llegaron los africanos allá éramos indios, en esos años cuando la independencia, y de ahí surgieron todos estos ritmos tan hermosos que tenemos nosotros en la sangre, porque es una mezcla del africano y el español”, señala. 
Además, también dio prácticas de ritmos caribeños para los empleados de Horizontes SA y actualmente da clases en el gimnasio Turnen. 
“Esta es una de las causas por la cual trabajo tanto: son muy dados por la música de mi país. Hoy por hoy hay muchas personas a las que les gusta, aunque al principio estaba un poco restringido porque no tenían tanta difusión los ritmos caribeños, pero ahora estoy muy contento porque asisten y además los reciben con mucha alegría”, comenta.
Acerca de si los salteños pueden aprenderse los aparentemente complicados pasos demandados por los ritmos caribeños señala: “Para el salteño es bastante complicado, porque resulta que acá por supuesto hay otras tradiciones musicales, pero cuando baila un son, se copa mucho, le encanta y entiende el movimiento”, diagnostica. 

La Linda
 Para el Nene “Salta es muy hermosa geográficamente y tiene una gente muy cordial, todas son personas muy buenas y la mayoría me ha ayudado muchísimo, tanto en mi carrera como en mi vida personal”. Asimismo, aún extasiado y con el extrañamiento propio de la mirada turística, dice que “muchos lugares aquí me recuerdan a mi pueblo y la verdad es que me encantan todos”. Incluso su voz templada y profunda se angosta emocionada cuando habla de Cuba. 
“De allá extraño el cubano. Esto siempre los hablo con mi sobrino que vive en Venezuela. Donde hay un solo cubano todo el entorno cambia por la temperatura con la que habla, el ritmo con el que camina y con el que baila. El cubano ya nace con tanto ritmo que habla cantando, camina bailando, y eso es lo que extraño de mi país. El que no sabe bailar sabe recitar una poesía, el que no sabe recitar una poesía sabe algo cómico y así... nací en una isla muy alegre”. 

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