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"Si uno deja a su país sin una profesión todo es sacrificio, pero se logra progresar"

Domingo Flores Cejas vive en la provincia de Tarragona, España.
Domingo, 11 de junio de 2017 01:00

La fortuna adversa muchas veces nos coloca justo donde debemos estar para que emerja la mejor versión de nosotros mismos. Así lo cree Domingo Flores Cejas (37), quien desde hace doce años vive en España. En 2005 por motivos económicos dejó la carrera de Educación Física y tras un fallido intento de ingresar en la Policía de la Provincia decidió escuchar el consejo de su hermana Benigna (42), quien ya estaba viviendo en Madrid, y migró a España. “Teníamos trabajo con mi papá, pero me desanimé cuando no me aprobaron. Como no tenía una profesión mi padre me decía: ‘¿Qué vas a hacer allá?’, y yo le dije: ‘Trabajar’”, recordó. Domingo trabajaba desde los 14 años en el campito familiar, donde aún cultivan verdura, y en las vacaciones de verano se empleaba en la cosecha del tabaco y por temporadas en la construcción. Todo sin descuidar sus estudios secundarios. 

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La fortuna adversa muchas veces nos coloca justo donde debemos estar para que emerja la mejor versión de nosotros mismos. Así lo cree Domingo Flores Cejas (37), quien desde hace doce años vive en España. En 2005 por motivos económicos dejó la carrera de Educación Física y tras un fallido intento de ingresar en la Policía de la Provincia decidió escuchar el consejo de su hermana Benigna (42), quien ya estaba viviendo en Madrid, y migró a España. “Teníamos trabajo con mi papá, pero me desanimé cuando no me aprobaron. Como no tenía una profesión mi padre me decía: ‘¿Qué vas a hacer allá?’, y yo le dije: ‘Trabajar’”, recordó. Domingo trabajaba desde los 14 años en el campito familiar, donde aún cultivan verdura, y en las vacaciones de verano se empleaba en la cosecha del tabaco y por temporadas en la construcción. Todo sin descuidar sus estudios secundarios. 

Cuando llegó a Madrid recuerda haber notado el contraste entre los caseríos del casco histórico y las nuevas zonas residenciales, y esas calles que bien podrían considerarse museos a cielo abierto. Sin embargo, el choque cultural que iba a sentir lo tomaría desprevenido. “Yo no entendía muchas cosas que me decían, me parecía que hablaban muy raro, a pesar de tratarse del mismo idioma. Además, estaba impresionado con el viaje en sí, con haber cruzado de continente porque hasta entonces solo había viajado por Jujuy y Tucumán”, relató. Pronto acostumbró el oído a realizaciones fonéticas no usadas en Latinoamérica y aprendió modismos y expresiones de allá. Por teléfono Domingo sigue sonando tan salteño como cuando partió, pero ya no dice “meta”, sino “vale”, porque -nadie sale de su tierra sin desconocer esta verdad- está tomado de una vez y para siempre por su doble condición de extranjero. 

Reus

Benigna y Domingo -junto con otros hermanos de ambos, Juan (35) y Marta (33)- llegaron durante el proceso de regularización de inmigrantes, medida del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que amparó el derecho a trabajar en un marco legal -y en España- de 700.000 extranjeros.
“Cuando empecé a buscar empleo en Madrid mi hermana tuvo un problema con su jefe, que no tenía en regla los papeles de ella. Mi hermana lo supo y nos fuimos a Barcelona porque ella tenía un conocido ahí, mientras que mi hermano se quedó en Madrid, donde hasta hoy trabaja en la construcción”, prosiguió Domingo. 

Se instalaron en Reus, una ciudad muy pintoresca que alguna vez cobró fama por su producción de brandy y actualmente es muy activa. Allí viven 100.537 habitantes. 

Enseguida sus hermanas hallaron empleo como cuidadoras de personas mayores y él tuvo intención de trabajar en la construcción, pero carecía de papeles. “Trabajé en una veterinaria como dependiente y ahí estuve tres años hasta que me sacaron los papeles ahí”, añadió. Domingo hacía por veces de mozo de almacén, por veces de repartidor. En esa tienda vendían alimentos y accesorios para mascotas y animales de corral. También animales. A Domingo las jornadas le parecían livianas y eso asombraba a su empleador. 

“Yo estaba acostumbrado a trabajar duro con mi papá. Como no me costaba nada estaba encantado mi jefe, muy satisfecho conmigo. Creo que valoraba todo lo que yo hacía en el negocio. Para mí ese era un cambio grande también porque yo venía de estudiar, ir a trabajar al campo con mi papá y hacer deportes, todo junto”, comparó. 

Reus está a 111 kilómetros de Barcelona y a solo 10 km de las playas de la denominada Costa Dorada. Hizo una temporada veraniega como “camarero” en un restaurante hasta que ingresó como chofer en Autocares Plana, donde trabaja hace una década realizando viajes turísticos nacionales. 
Aquí en Salta Domingo a los 14 años conducía tractor con acoplado, después camioneta, furgoneta y pequeños camiones y siempre había tenido precisión y seguridad para manejar. 

“Yo al principio hacía interurbano, ahora mi destino más común es Barcelona, donde la guía les hace una panorámica a los turistas: la Sagrada Familia, Camp Nou (el estadio del Club Barcelona), Puerto Olímpico...”, detalló. Es en el complejo PortAventura World, que incluye parques acuático y temático y cancha de golf, donde él dice disfrutar mucho, casi tanto como los turistas ingleses, franceses, alemanes y rusos que transporta. También está muy informado sobre los sitios de interés del país en que reside y cuenta que Reus es la ciudad natal de Antoni Gaudí, el famoso arquitecto modernista catalán; pero ironías del destino, no hay muestras de su trabajo allí. Por el contrario, sí se ven muchas obras de Lluís Domènech i Montaner, otro exponente del mismo estilo. 

Extraña pero no tiene en mente volver

Domingo dice que en Salta debería empezar a hacerse un sitio desde cero. 

Las jornadas laborales y el cuidado hacia la salud de los empleados sorprendió agradablemente a Domingo. 

“En un día conduzco cuatro horas seguidas. Luego tengo 45 minutos de descanso y continúo, pero no llego a conducir ocho horas”, dijo. Este régimen lo distancia de las condiciones laborales que, de volver a Salta, encontraría en el mismo sector ocupacional. 

En la extensa charla que El Tribuno mantuvo con Domingo también se coló la nostalgia. “Extraño a mi familia, los amigos, el subir corriendo al cerro San Bernardo, la comida, sobre todo el asado, bailar cumbia”, dijo. Acá aún viven sus padres, Paulina (66) y Justino (63); sus hermanos, Marcelina (40), Eva (31), Marina (29) y William (26), y sus siete sobrinos. “Con el tiempo me fui acostumbrando. Sé que siempre voy a extrañar a mi familia. Tengo contacto con pocos amigos de los que dejé allá y cada vez me quedan menos; pero aquí he hecho muchos nuevos de varias nacionalidades: bolivianos, chilenos, paraguayos, brasileños, rusos y ucranianos”, destacó. Domingo viene de visita a Salta cada año o cada dos años y siente que si volviera definitivamente aquí sería un empezar desde foja cero. “Cuando uno migra, sobre todo sin un plan como yo lo hice, siente que todo cuesta pero vale la pena porque de a poco va cambiando de trabajo y superándose”, señaló. Así las buenas y malas épocas van y vienen; pero la búsqueda de otro ambiente y gente es más una reacción a una demanda interior profunda que Domingo no desoyó y por eso está en Reus, un sitio donde se siente único y ama la vida. 

 

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