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Se desprendió un iceberg de 5.800 km2 de la Antártida Argentina

Flota a la deriva este bloque cargado de un billón de toneladas de agua prístina. Coinciden los científicos: es un fenómeno normal. 
Miércoles, 12 de julio de 2017 19:56

Uno de los mayores iceberg re­gistrados, de unos 5.800 kiló­metros cuadrados, se ha des­prendido del segmento Larsen C, en el sector de la Antártida 
cuya soberanía reclama la Ar­gentina. Según afir­man expertos de la universidad galesa de Swansea, en el Reino Unido, esto deja al resto de la plataforma vulnerable a ruptu­ras futuras.

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Uno de los mayores iceberg re­gistrados, de unos 5.800 kiló­metros cuadrados, se ha des­prendido del segmento Larsen C, en el sector de la Antártida 
cuya soberanía reclama la Ar­gentina. Según afir­man expertos de la universidad galesa de Swansea, en el Reino Unido, esto deja al resto de la plataforma vulnerable a ruptu­ras futuras.

Los científicos llevaban vigi­lando el desarrollo de una gran grieta abierta en esa zona del continente blanco desde hacía más de una década, pero el proceso de ruptura se aceleró a partir de 2014, lo que pronosti­caba la inminencia de este su­ceso. El desprendimiento definitivo del iceberg tabular ocurrió en los dos últimos días, confirmó el “Proyecto Midas”, de la Uni­versidad de Swansea, que pre­cisó que no “tienen conoci­miento” de que esté “relacio­nado con el cambio climático provocado por el hombre”.
Siguiendo esa línea de pensa­miento, el científico salteño Ri­cardo Alonso, señaló que esos acontecimientos son “absolu­tamente normales” y que la ro­tura de témpanos de grandes dimensiones en mares que ro­dean a la Antártida “es co­mún”. “El tamaño es grande, en principio, pero no del otro mundo. Podríamos decir que es la mitad del salar de Arizaro. Es un acontecimiento impor­tante porque demuestra el di­namismo de la Antártida, que sigue acumulando hielos en su región central y liberando en el exterior. No es resultado del ca­lentamiento global, es un fenó­meno cíclico de millones de años. Los primeros navegantes que dejaron registros del Estre­cho de Drake, cuentan que era imposible navegarlo por la cantidad de témpanos amon­tonados que tenía”, cuenta Alonso.

Un billón de toneladas

Los expertos galeses indica­ron que el enorme témpano, que se espera sea denominado “A68”, pesa más de un billón de toneladas y tiene una exten­sión equivalente a un cuarto del territorio de Gales o a 55 ve­ces la ciudad de París.

El nuevo iceberg, de unos 200 metros de grosor, no se despla­zará ni muy rápido ni demasia­do lejos a corto plazo, pero los científicos seguirán muy de cerca su evolución ante la posi­bilidad de que los vientos y la corrientes le empujen hacia el norte, donde puede convertirse 
en un peligro para la navega­ción.

Aunque el A68 ha entrado en la lista de los diez bloques más grandes registrados, se queda aún lejos de los 11.000 kilóme­tros cuadrados que tiene el ice­berg B-15, que se separó de la plataforma antártica Ross en 2000 y cuyos fragmentos lo­graron llegar hasta Nueva Ze­landa seis años después.

Sea como fuere, este nuevo desprendimiento ha reducido alrededor de un 12 % el tamaño de Larsen C y los científicos ad­vierten que este fenómeno transformará para siempre el paisaje de esta península antár­tica. “Hemos estado esperando este suceso durante meses y nos ha sorprendido el largo tiempo que ha tardado la grieta en romper los últimos kilóme­tros de hielo”, destacó Isaac Luckman, experto de la U. de 
Swansea. “Es uno de los más grandes registrados y resulta complicado predecir su futuro progreso. Sigue formando aho­ra un solo bloque, pero es más que probable que rompa en segmentos‘, afirmó Luckman, quien opinó que parte del hielo “podría permanecer en la zona 
durante décadas”.

El A68 ya estaba flotando an­tes de su desprendimiento, por lo que los científicos no prevén que se produzca un aumento inmediato del nivel del mar. “Casi la mitad de la Antártida es un iceberg”, cuenta por su parte el geólogo Ricardo Alon­so, que estudió en suelo las ca­racterísticas del “continente blanco”. “Hay un alarmismo en los medios, que redimensio­nan y ponen en escala, algo que para los científicos es natu­ral. Observaciones de 300 o 400 años atrás, ya informan de témpanos inmensos. La ver­dad es que ni siquiera es un pe­ligro verdadero para la navega­ción. En todo caso, lo que de­beríamos estar haciendo es pensando que ese témpano gi­gante está compuesto en un ciento pr ciento de agua pura, cristalina. Y que podría ser conducido a las costas de paí­ses con problemas de suminis­tro de agua”, señala Alonso.
 

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