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Historias que parecen de Macondo

Domingo, 09 de julio de 2017 00:25

Este es, probablemente, uno de los años electorales más significativos, por el desconcierto que generan los resultados de los comicios y porque la conducta de los políticos tiene más de ensayo que de estrategia. En Salta, como en el mundo, los partidos no tienen una brújula ideológica clara, como sí la tenían antes de la implosión soviética, de la aventura neoliberal, del estallido antiglobalizador y de la irrupción en Europa de un nuevo terrorismo, medieval y posmoderno al mismo tiempo.

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Este es, probablemente, uno de los años electorales más significativos, por el desconcierto que generan los resultados de los comicios y porque la conducta de los políticos tiene más de ensayo que de estrategia. En Salta, como en el mundo, los partidos no tienen una brújula ideológica clara, como sí la tenían antes de la implosión soviética, de la aventura neoliberal, del estallido antiglobalizador y de la irrupción en Europa de un nuevo terrorismo, medieval y posmoderno al mismo tiempo.

La amalgama de precandidatos urtubeicistas o la interna inexplicable en el seno del oficialismo nacional, el macrista Cambiemos, genera escasa previsibilidad. Pero no se trata de alquimias muy distintas de las que llevaron a la presidencia a Donald Trump, de apariencia republicana, aunque con un paradigma del populismo de derecha, y a Emmanuel Macron, en Francia, por fuera de los partidos tradicionales y elegido para frenar al populismo que invade al Viejo Continente.

Las esquirlas de la detonación de los valores occidentales llegan a Salta, aunque no lo percibamos. ¿Cómo vamos entonces a esperar de nuestra dirigencia una clarividencia que no existe en las grandes potencias?

Sin excusas 

Sería interesante, sin embargo, que cuando tengan la oportunidad, hablen de Salta. Hasta ahora, la agenda política sigue plagada de resentimientos, descalificaciones y chusmeríos, sin que se llegue a vislumbrar en medio de las mezcolanzas la detección de un problema real y la posibilidad de solucionarlo que ofrece el candidato. 

En la provincia hay problemas perceptibles, como la violencia social y la orfandad de los sectores más vulnerables; también la fragilidad jurídica de la propiedad de la tierra, el desempleo y el empleo al margen de la ley, o situaciones más profundas, pero igualmente tragicómicas, como la manipulación de la Justicia en función de venganzas entre clanes.

Sobre estas cosas los candidatos tendrían mucho que decir, aunque difícilmente lo digan. La tarea del dirigente es la de persuadir sobre la construcción del futuro; los candidatos actúan como si solo les interesara agradar a los electores. Y ninguno termina de ofrecer un balance sobre su trayectoria. Prefieren hablar de los otros.

En San Martín y en Orán saben lo que significan las crisis sociales. Todos, funcionarios nacionales y provinciales, saben que esa región necesita una estrategia sólida y de largo plazo que genere inversión y empleo. Es lo que pidieron dirigentes de Mosconi, Tartagal, Aguaray y Embarcación en un documento de veinte puntos que le hicieron llegar hace unos días al gobernador.

Y es lo que se volvió a poner de manifiesto en Orán y Aguas Blancas donde no hubo ningún acuerdo con los bagayeros. El Gobierno nacional no quiere contrabando; los que viven de pasar mercadería saben que sin contrabando no hay trabajo y las autoridades locales no ponen en foco el problema. Seguimos confiando en los milagros, aunque dice la sabiduría arcaica: “a Dios rogando, y con el mazo dando”.

No hay milagros, al menos en política; lo que debería haber son convicciones y proyectos. Con el marketing solo no se hace política, porque para actriz, hay que ser Cristina, a quien, sin embargo, no le alcanzó en 2015. Los candidatos deberían ponerse el overol.

Lo ocurrido en las tierras de Anta es digno del realismo mágico. Aunque lo que es bueno en la literatura pasa de mágico a trágico en la vida de los pueblos. Sin justicia no hay calidad de vida. El intendente de Las Lajitas, Alberto Fermani, rompió la alianza con Pedro Sández y con Ernesto “Pata” Gómez, presidentes de los bloques del PJ en Diputados y en el Senado. De ese modo, obligó a Sández a postularse por el Frente Salteño, que encabeza Javier David. 

La ofensa tuvo rápida respuesta. Aunque resulta inexplicable, Sández tiene enorme peso en la Justicia, a través del jury y la Magistratura. Por eso logró la designación de Gonzalo Gómez Amado, hijo del Pata, como fiscal. Apenas presentadas las precandidaturas, desempolvó un expediente contra Fermani por supuesta apropiación ilegal de viviendas. Gonzalo quiere actuar como un tiempista que otea el viento. Puede ser que haya contado con el largo acostumbramiento de los anteños a las cosas raras, pero se le fue la mano. Es posible que la imputación esté fundada, pero ya lo estaba hace más de dos años, en el cajón de su escritorio. 

Pero el contexto de denuncias y testimonios sobre cuadreras, caballos robados, motores apropiados y terrenos usurpados a través de testaferros, denuncias que la Justicia no siempre corroboró, hacen de Anta un territorio parecido al Macondo de Gabriel García Márquez. 

En las lejanías anteñas solo se produjo una repercusión de lo que ocurre en el área metropolitana. El Senado y Diputados suspendieron su descanso invernal para sancionar una ley que prorroga la suspensión de las ejecuciones en tierras que podrían ser de pueblos originarios. La suspensión de las ejecuciones, de por sí, es constitucionalmente cuestionable, ya que supone la intromisión de un poder sobre otro. La ley, poco debatida, no contempla la diferencia entre ocupaciones de tierras privadas y públicas. Este es un problema porque, en los valles, grupos de supuestos calchaquíes, algunos descendientes de alemanes y otros de identidad recientemente descubierta, ocuparon fincas privadas en producción y con los dueños adentro. El celo por los originarios, la paz social y el derecho de propiedad que manifiestan los legisladores contrasta con un absurdo: piden que se active la reglamentación de una ley de siete años y que se cree una comisión bicameral para ver si el gobierno cumple con el mandato. Lo que está en juego es la propiedad privada, consagrada en la Constitución. La suspensión de las ejecuciones linda con la posibilidad de una confiscación de hecho. Es casi una reforma agraria fáctica, que nadie fundamente, ni propone, ni defiende como tal.

El diputado Carlos Zapata se opuso en nombre de un criterio productivista y del derecho de los finqueros a explotar o vender sus fincas sin que nadie las ocupe. Igualmente coherente, pero con mirada opuesta, la senadora Gabriela Cerrano también se opuso, pero para que nunca haya desalojos.

Los legisladores actuales y los que aspiran a sucederlos tienen en estas cuestiones la posibilidad de elaborar una propuesta no un discurso vacío y acomodaticio para resolver las contradicciones. La gente, en Orán, en San Martín, en Rivadavia y en Anta, y en cada localidad salteña pide trabajo. Con estas metodologías, propias de oportunistas y no de estadistas, nos acercaremos cada vez más al perfil de Macondo.

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