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Cómo enfrentar el bullying, la violencia del día a día entre los chicos

Los casos de acoso escolar en Argentina van en aumento año tras año. Falta una legislación concreta.  El diálogo con los padres y el abordaje en los establecimientos educativos es fundamental. 
Domingo, 13 de agosto de 2017 09:36

María Belén Zannier

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María Belén Zannier

La violencia entre los chicos no es algo nuevo, los ribetes que dicha violencia alcanza en la actualidad sí, que van desde ataques entre varios hasta suicidios. El impacto de las redes sociales, la falta de una legislación efectiva en Argentina y la desorientación que invade a muchos padres y docentes ante esta situación multiplican el efecto negativo de esta problemática social, que afecta cada día a más niños y adolescentes en nuestro país.
“El bullying es un fenómeno reiterativo que daña a la víctima, se produce entre pares y evidencia una asimetría de poder. Pueden ser desde insultos, agresiones físicas y sexuales, exclusión social, daños a la propiedad y ciberbullying”, señaló a El Tribuno la psicóloga María Inés Lacour, quien integró el Gabinete Psicológicos de Colegios Secundarios de Salta.
La profesional dijo también que en este abuso de poder las víctimas suelen ser niños o adolescentes vulnerables. “Están emocionalmente desprotegidos, con alguna característica física peculiar, tímidos o sin el apoyo de un grupo”. 
Acerca del perfil de quien ejerce el acoso destacó: “Se ve superior y cuenta con la aprobación de sus pares para agredir, es intolerante a las diferencias. Suele pensar que su accionar es correcto, pero ello no significa que no sufre internamente”, destacó Lacour.
Las causas de este comportamiento violento son varias, desde la presencia de valores negativos en la familia, la falta de límites paternos y un contexto familiar y social violento.
María P. tiene 29 años y dos hijos. Hoy es profesional y dejó atrás su triste experiencia en la escuela. “Durante la primaria y la secundaria sufrí bullying porque era estudiosa, gordita y usaba anteojos. Mis compañeros se burlaban, sobre todo los varones, y el resto se reía y festejaba”, contó a El Tribuno la joven, que asistió a un colegio religioso. 

Sin público no hay acoso
En este entramado, hay un elemento que resulta imprescindible para que el acoso prospere en el ámbito escolar: los espectadores que, con su apoyo o pasividad, alimentan la violencia. Son una suerte de público necesario. “El acoso es siempre una situación grupal. El rol de los testigos es fundamental, ya que, sin ellos, quienes acosan pierden el sentido de esta conducta porque necesitan ser validados por los otros”, especificó a El Tribuno la psicóloga Natalia del Olmo.
Los testigos del acoso cumplen tres roles: los que alentan la agresión, los observadores neutrales y los que se animan a defender al chico agredido. Si bien muchos niños se sienten mal ante tal violencia, no se animan a defender al otro o a denunciar el caso por miedo a ser la próxima víctima.
Tan importante es el rol de los espectadores que, según varios estudios, los daños del bullying disminuyen notablemente cuando las víctimas sienten el apoyo de sus compañeros.

El ciberbullying
El chico que sufre acoso es doblemente víctima cuando el bullying se traslada a las redes sociales. Comentarios agresivos, propagación de rumores y publicación de fotos y videos humillantes, entre otros, constituyen el ciberbullying. 
“Acceder a las redes es sencillo y permite manipular la información como uno quiere, sea verdadera o no. En la escuela, si yo agredo, pueden sancionarme, pero en una red social es más difícil comprobarlo. Internet permite evadir las consecuencias de los propios actos bajo el anonimato”, advirtió Del Olmo. 
El rol del público se evidencia en la viralización de los contenidos, impulsada por quienes comparten, comentan o dan “me gusta” a las agresiones. “Una situación escolar puede convertirse en poco tiempo en una situación muy difundida por el efecto multiplicador de las redes. Muchos conflictos que se originan en la escuela se prolongan en el mundo virtual y viceversa”, aseveró Del Olmo.

Las consecuencias
Un chico que es acosado en la escuela puede presentar diversos síntomas, como bajo rendimiento académico, fobia (temor descomunal) a la escuela, lo que lo lleva a fingir enfermedades y faltar de manera constante; cambios de humor y de conducta, como el aislamiento. “La exposición prolongada puede derivar en baja autoestima, depresión, somatización y en algunos casos, ideas e intentos de suicidio”, aseveró la Lic. María Inés Lacour. 
“Yo faltaba mucho. Nunca más usé anteojos, a pesar de que los necesito. Y como era gordita y se burlaban de mi apariencia, dejé de comer. A los 15 años sufrí de anorexia. Pude salir con el apoyo de mi familia”, recordó María.
Es que al tratarse de una situación extendida en el tiempo, las consecuencias suelen presentarse también a largo plazo. Un estudio de la Universidad Johns Hopkins (Estados Unidos), publicado en la revista Jama Psychiatry, advirtió que el bullying en la infancia puede tener efectos profundos en la salud mental en la adultez, como trastornos de ansiedad, ataques de pánico y depresión, entre otros. 

¿Qué hacer?
Consultada sobre cómo deben actuar los padres, la Lic. Lacour destacó: “Se debe hablar inmediatamente con maestros y directivos, cambiar el número de teléfono del chico y, en caso de tener, cerrar todas las cuentas de correo y de las redes sociales. Y, si es preciso, hay que informar a las autoridades”, sentenció. 
“Los maestros no se daban cuenta de lo que pasaba porque los chicos no actuaban delante de ellos. Y nunca les dije nada a mis papás porque sentía vergüenza y no quería ser un problema. Los padres y docentes deben indagar sobre la vida escolar de los chicos. Si detectan una situación, no deben dejarla pasar, porque sino los chicos quedan solos y a la deriva”, finalizó María.


Los casos van en aumento en Argentina

La ONG Internacional Bullying sin Fronteras informó que en nuestro país el acoso escolar creció el 33% en 2016. En 2015 hubo 1.631 casos graves de bullying y en 2016 unos 2.236 casos. En 2013 hubo 822 y en 2014 1.192. Las estadísticas hacen referencia a los denunciados en dependencias policiales y ministerios de Educación.
La mitad de los casos de acoso fueron denunciados en Capital Federal, el conurbano bonaerense, Córdoba, Mendoza, San Luis, San Juan. Nuestra provincia se ubicó en el puesto 14, con 28 casos en 2016.
En tanto, el 64% de las escuelas sufrieron casos de ciberbullying, mientras que el 17% desconoce si hubo casos, en un total de 600 escuelas relevadas, según un estudio de la ONG Argentina Cibersegura. 
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que se suicidan en el mundo 600 mil adolescentes, la mitad por causas relacionadas con el bullying.

Causas de acoso
Según las investigaciones de Bullying sin Fronteras, entre las principales causas de acoso figuran el aspecto físico, especialmente entre las chicas; el rendimiento escolar (superior o inferior), defectos físicos y el rendimiento deportivo inferior, sobre todo en los varones.
Hace unas semanas se hizo público el caso de una niña de 12 años a quien siete compañeros, entre varones y mujeres, le fracturaron los dedos de una mano y torturaron con lapiceras calientes en manos y espalda. También se supo que habitualmente la llamaban “vaca” y era obligada a comer pasto. El hecho ocurrió en la ciudad de Bahía Blanca. 
Pero el caso más resonante de violencia escolar se produjo en 2004, cuando en Carmen de Patagones, localidad ubicada al sur de la provincia de Buenos Aires, un niño de 13 años, víctima de bullying y con problemas psiquiátricos, llevó un revólver a la escuela y mató a tres compañeros.


Protocolos antibullying y un vacío legal que abruma
En nuestro país se aprobó en 2013 la ley 26.892, para la promoción de la convivencia y el abordaje de la conflictividad social en las instituciones educativas. Lamentablemente, hasta la fecha no fue reglamentada y, en consecuencia, no se aplica. “La ley es general y poco operativa. Necesita ser regulada para que se pueda aplicar. La legislación es muy lenta y los avances sociales y tecnológicos muy rápidos. Hay colegios privados que tienen sus protocolos, pero no hay una ley que se aplique también en las escuelas públicas”, señaló a El Tribuno el abogado José Luis Gambetta (hijo).
¿Qué hacer, entonces? “Los padres pueden realizar una denuncia penal o civil por daños y perjuicios, pero no son procedimientos específicos. No hay mucho para hacer desde lo legal, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata de menores de edad. Tampoco existe una ley específica que sancione civil o penalmente el bullying”, afirmó Gambetta. 
Y agregó: “El damnificado puede recurrir al derecho civil, en caso de que busque reparar el daño mediante una indemnización, o al derecho penal cuando los actos de acoso estén tipificados en el código penal como delito. Es el caso de lesiones leves, graves o gravísimas”, aclaró.
De allí, remarcó Gambetta, la importancia que desde el Ejecutivo nacional se reglamente la ley para darle mayor especificidad y alcance de actuación en la vida cotidiana. 

La escuela, responsable
“En el ámbito civil quien responde por el daño es la escuela donde se produjeron los hechos. La jurisprudencia considera que la obligación de la entidad educativa es brindar educación, pero también está la obligación tácita de garantizar la integridad física y moral del menor. Los padres del victimario no responden civilmente, si los hechos ocurren en el ámbito escolar. Si el abuso se produce desde la casa del victimario, utilizando una computadora del hogar por ejemplo, los padres responden solidariamente por los hechos de sus hijos si éstos son menores de 10 años. Cuando son mayores de estad edad, responden el menor y sus padres solidariamente (art. 154 Código Civil de la Nación)”.
Para Gambetta, es necesario implementar protocolos para los docentes y una legislación que obligue a las escuelas a brindar una educación adecuada para que los alumnos comprendan que se trata de un hecho violento y que puede dejar secuelas irreparables en los que lo sufren. “Los poderes Ejecutivo y Legislativo deben trabajar urgente en una legislación que prevenga el bullying”, finalizó.

Prevención en Salta
En nuestra provincia los colegios Santa María y Belgrano aplican, desde 2016, el programa finlandés KiVa. Es que en ese país nórdico las escuelas deben tener, por ley, protocolos contra el bullying. 
En dicho programa se trabaja con los chicos desde la primaria en las competencias emocionales y las relaciones interpersonales. El programa hace hincapié en el rol del espectador, que ayuda, alienta o calla ante el ataque. La idea es que haya más niños que quieran ayudar a la víctima. Es fundamental trabajar también con los padres de estos chicos, más que con los de la víctima o del acosador. 
“Es un cambio también en los docentes, que deben tener una escucha activa y no minimizar los problemas. Con las familias hay un gran trabajo por hacer”, dijo a El Tribuno Francisca Isasmendi, coordinadora de KiVa en el colegio Santa María. 
Isasmendi aclaró también que este año se notó una reducción de los casos de acoso en la institución. 
El programa KiVa funciona en el 90% de las escuelas finlandesas, que son todas públicas. En Argentina la deuda pendiente es abismal debido al vacío legal que aún impera. 


Tips para los padres
La psicóloga María Inés Lacour destacó el rol de la familia. “Hay que hablar con los chicos y explicarles que si los agreden deben decirlo cuanto antes para protegerlo y que no deben sentir vergüenza. Los papás tienen que conocer a docentes, compañeros, amigos y padres de amigos de sus hijos”.
Otra pauta es que los chicos inviertan su tiempo en tareas productivas. “Hacer un hobby o un deporte ayuda a aumentar la autoestima. Hoy la vida laboral hace que los chicos estén solos muchas horas. Hay que asignarles tareas y actividades para que estén ocupados de manera productiva”, destacó Lacour.
Algo fundamental es limitar el acceso a la web y evitar o retrasar, en lo posible, la apertura de cuentas en las redes, como Facebook, Instagram o Wathsap. “Si el chico ya tiene una cuenta, hay que sumarlo a la propia como amigo, para saber qué comenta o publica. Con el correo electrónico se puede pactar que los papás tengan la contraseña. Hay que explicar la necesidad de ser cuidadosos en el manejo de estas herramientas. Se pueden pautar ciertas horas de acceso a la web. Lo aconsejable es tener una computadora familiar, en el living o comedor y que todos la utilicen. Es fundamental el ejemplo, si los chicos ven a los papás todo el tiempo con el celular o en el Facebook, esto les parecerá normal”, finalizó Lacour.


La clave: pensarnos como sociedad

El compromiso social es fundamental para prevenir el acoso escolar. La violencia es las escuelas es un rasgo que habla de nosotros como sociedad. Para la Lic. Natalia del Olmo, la reflexión es el punto de partida para una solución a largo plazo. “Es esencial una reflexión que trascienda la situación puntual y que permita repensarnos como sociedad. El bullying no es una situación aislada, está inserta en una trama e historia social. La familia y la escuela son solo las instituciones que formalizan la tarea de educar, pero todos los adultos educamos, con la palabra y el ejemplo. Como sociedad tenemos incorporadas muchas prácticas de maltrato. El bullying no es una disputa entre buenos y malos, víctimas y victimarios. Hay que preguntarse qué pasa en las relaciones y en el contexto que hacen que determinado sujeto, con determinadas características, actúe de modo violento. Es sobre esas relaciones y ese contexto que debemos intervenir educativamente. Los adultos tenemos que construir límites, que no es sinónimo de castigo, sino una forma de explicitar la posición del adulto, allí donde los niños y adolescentes necesitan nuestra presencia e intervención. Trabajar sobre los vínculos, es la mejor estrategia de prevención”, finalizó la profesional. 
 

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