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Milagro Sala: una decisión con un contexto llamativo

Jueves, 17 de agosto de 2017 00:01

Que de una vez por todas se haya cumplido con una requisitoria de la Corte Interamericana de Derechos Humanos representa una buena noticia en sí misma para el orden institucional de la Argentina. Sin embargo, el contexto en el que se dio la noticia dejó varios frentes abiertos para el análisis. 
El de Milagro Sala se había convertido, por lejos, en el escándalo político más resonante de este Gobierno. Pese a eso, el otorgamiento de su prisión domiciliaria ocurre en un momento particularmente sugestivo: tres días después de las elecciones y en medio de la polémica desaparición de Santiago Maldonado.
Si bien la decisión de ayer fue del Poder Judicial y no del Ejecutivo, es sabido que la justicia jujeña es asociada directamente de estar alineada con los intereses del gobernador Gerardo Morales, que hace dos semanas tuiteó que acataría el fallo de la CIDH.
El presidente Mauricio Macri hace rato que no estaba para nada cómodo con la detención de Sala, cosa que no ocurrió durante los primeros meses de su gestión cuando ese hecho fue bien visto por una parte importante de la sociedad. Apenas comenzado el Gobierno de Morales en Jujuy y de Macri en la Nación, la líder de la Tupac Amarú fue utilizada como la muestra más contundente del cambio de época político que vivía el país. Más allá de que en las encuestas no se advertía pérdida de imagen positiva del presidente por el caso Sala, las cosas cambiaron de forma dramática cuando los organismos internacionales comenzaron a reclamar públicamente su liberación. 
Si hay algo en lo que Macri vino trabajando cuidadosamente es en consolidar su imagen en el exterior. Realizó reformas económicas antipopulares, se alineó con las principales potencias del mundo y enfrío totalmente el vínculo con Venezuela e Irán. Todo eso lo hizo un pos de algo que aún no aparece: las masivas inversiones extranjeras. 
Más allá de eso, los empresarios del frente externo no solo miran las decisiones económicas de un país a la hora de poner su dinero, sino también su estabilidad política y su percepción internacional. 
Hasta la propia excanciller Susana Malcorra había reconocido públicamente algo que todos sabían pero pocos decían: que la detención de Milagro Sala afectaba la imagen argentina en el exterior. Por “motivos personales”, la exfuncionaria abandonó su cargo poco después de esas declaraciones. 
Solo 24 horas antes de esta noticia, Macri y el vicepresidente de Estados Unidos se pronunciaron juntos en contra del régimen venezolano y de los presos políticos de Nicolás Maduro. Cualquier semejanza que pueda relacionar en algo al presidente argentino con el de Venezuela, no hay dudas, es tomado como un insulto en la Casa Rosada. No para el Gobierno, pero para muchas organizaciones sociales e internacionales Sala era una presa política igual que Leopoldo López y otros en Caracas. 

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Que de una vez por todas se haya cumplido con una requisitoria de la Corte Interamericana de Derechos Humanos representa una buena noticia en sí misma para el orden institucional de la Argentina. Sin embargo, el contexto en el que se dio la noticia dejó varios frentes abiertos para el análisis. 
El de Milagro Sala se había convertido, por lejos, en el escándalo político más resonante de este Gobierno. Pese a eso, el otorgamiento de su prisión domiciliaria ocurre en un momento particularmente sugestivo: tres días después de las elecciones y en medio de la polémica desaparición de Santiago Maldonado.
Si bien la decisión de ayer fue del Poder Judicial y no del Ejecutivo, es sabido que la justicia jujeña es asociada directamente de estar alineada con los intereses del gobernador Gerardo Morales, que hace dos semanas tuiteó que acataría el fallo de la CIDH.
El presidente Mauricio Macri hace rato que no estaba para nada cómodo con la detención de Sala, cosa que no ocurrió durante los primeros meses de su gestión cuando ese hecho fue bien visto por una parte importante de la sociedad. Apenas comenzado el Gobierno de Morales en Jujuy y de Macri en la Nación, la líder de la Tupac Amarú fue utilizada como la muestra más contundente del cambio de época político que vivía el país. Más allá de que en las encuestas no se advertía pérdida de imagen positiva del presidente por el caso Sala, las cosas cambiaron de forma dramática cuando los organismos internacionales comenzaron a reclamar públicamente su liberación. 
Si hay algo en lo que Macri vino trabajando cuidadosamente es en consolidar su imagen en el exterior. Realizó reformas económicas antipopulares, se alineó con las principales potencias del mundo y enfrío totalmente el vínculo con Venezuela e Irán. Todo eso lo hizo un pos de algo que aún no aparece: las masivas inversiones extranjeras. 
Más allá de eso, los empresarios del frente externo no solo miran las decisiones económicas de un país a la hora de poner su dinero, sino también su estabilidad política y su percepción internacional. 
Hasta la propia excanciller Susana Malcorra había reconocido públicamente algo que todos sabían pero pocos decían: que la detención de Milagro Sala afectaba la imagen argentina en el exterior. Por “motivos personales”, la exfuncionaria abandonó su cargo poco después de esas declaraciones. 
Solo 24 horas antes de esta noticia, Macri y el vicepresidente de Estados Unidos se pronunciaron juntos en contra del régimen venezolano y de los presos políticos de Nicolás Maduro. Cualquier semejanza que pueda relacionar en algo al presidente argentino con el de Venezuela, no hay dudas, es tomado como un insulto en la Casa Rosada. No para el Gobierno, pero para muchas organizaciones sociales e internacionales Sala era una presa política igual que Leopoldo López y otros en Caracas. 


 

 

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