¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

13°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

El relato de un periodista salteño sobre la tragedia que vivió Barcelona

Claudio Pastrana trabaja a 200 kilómetros del lugar del atentado y a cinco de Alcanar, localidad donde operaba la célula terrorista.
Lunes, 21 de agosto de 2017 00:00

Hace dos semanas, de paso por Barcelona, caminé La Rambla. Sobre las cinco de la tarde, saqué fotos desde el punto donde, el martes pasado, la camioneta blanca terminó su raid asesino. Durante mi paseo, quince días antes de la masacre, el bulevar estaba repleto como todos los días. Allí, las voces, en todos los idiomas imaginables, componen un murmullo incomparable. Tanto que muchos de los testimonios del ataque coincidieron en el silencio atroz que dejó el paso del terror.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Hace dos semanas, de paso por Barcelona, caminé La Rambla. Sobre las cinco de la tarde, saqué fotos desde el punto donde, el martes pasado, la camioneta blanca terminó su raid asesino. Durante mi paseo, quince días antes de la masacre, el bulevar estaba repleto como todos los días. Allí, las voces, en todos los idiomas imaginables, componen un murmullo incomparable. Tanto que muchos de los testimonios del ataque coincidieron en el silencio atroz que dejó el paso del terror.

Para hacerse una idea, en La Rambla hay, cada día del año, tanta gente como en una peatonal de Salta durante los días del Milagro. Tuve suerte supongo, de que la lotería esta vez no me toque. Quizás, viviendo en España (y en Europa) hay que acostumbrarse a vivir con esa posibilidad. Quizás, el terrorismo tarde o temprano nos alcanza a todos.

Una célula terrorista a la vuelta de la esquina

Trabajo a doscientos kilómetros de Barcelona, en una localidad llamada Vinaroz, ubicada en el límite entre Cataluña y la Comunidad Valenciana. El pueblo de al lado, a cinco minutos en auto, se llama Alcanar. Allí, el miércoles pasado, un día antes del atentado, una finca voló por los aires. Primero se creyó que había sido por una fuga de gas. Luego se supo que esa casa era el centro neurálgico del grupo terrorista. Allí habían acumulado más de cien garrafas de gas, (garrafas comunes y corrientes, usadas por todo el mundo y muy fáciles de comprar), con el objetivo de preparar un atentado de mayores dimensiones. La explosión fortuita durante la manipulación de los explosivos, evitó una masacre mayor.

Alcanar, un pueblo con menos de diez mil habitantes, tiene un centro urbano muy reducido y muchas casas desperdigadas a lo largo de la costa. El lugar ideal para pasar desapercibido.

El atentado fue gestado en pueblos del interior de Cataluña: Alcanar, donde todo se planeó y Ripoll, casi en la otra punta de Cataluña, donde vivía la mayoría de los jóvenes extremistas. Las últimas novedades mencionan al Imán de Ripoll, Abdelbaki es Satty, como la cabeza de la célula terrorista. Al cierre de esta edición era intensamente buscado por la policía, aunque no se descarta la hipótesis de que haya muerto en la explosión de Alcanar. Esta zona, sin embargo, sigue en la mira de las fuerzas de seguridad.

Controles al extremo

Desde lo de Barcelona, cada noche al volver del trabajo me cruzo con luces azules girando en la negrura de la noche. Controles de seguridad, que se replican en toda Cataluña, en búsqueda de los miembros del grupo terrorista que aún no fueron capturados.

La gente de la zona oscila entre el asombro y el temor. "Mareeee", con la "e" final alargada, es la expresión que se repite cada vez que sale el tema. Es el equivalente de nuestro "Dios mío" y hace referencia a la "Mare de deu" (la madre de Dios). Muchos se preguntan en voz alta, "¿Cómo pueden atacar en La Rambla si es uno de los lugares donde más seguridad debería haber?".

Pero nadie se plantea dejar de hacer su vida normal. Yo tampoco. En dos semanas tengo que volver a Barcelona. Espero tener tiempo para pasar a presentar mis respetos a las víctimas.

Máximo caos

Esta ha sido una temporada estival de terror para Barcelona y no solo por los ataques. 
Este año ya hubo seis huelgas de taxistas, en protesta contra empresas de transporte como Uber y Cabify, que afectaron de gran manera el tránsito de la ciudad.
En el aeropuerto de El Prat -uno de los más transitados de Europa-, debido a un conflicto gremial con el personal de seguridad, durante gran parte de agosto los viajeros han tenido que hacer hasta dos horas de cola para pasar sus valijas por el escáner. 
A esto se suma el surgimiento de grupos antituristas, con acciones que van desde la pintada de grafitis en los buses turísticos y daños en las paradas de bicicletas de alquiler hasta vandalismo contras establecimientos hoteleros.
La “turismofobia” ya preocupaba en el sector empresario del turismo, preocupación a la que ahora se suma la de un ataque terrorista. 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD