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Jesús no enseñó por decreto

Viernes, 25 de agosto de 2017 00:00

El Hombre, desde los más remotos tiempos ha manifestado la necesidad de establecer un vínculo con una entidad superior que se define como Dios. Para los primeros hombres que poblaron la tierra no ha sido suficiente contentarse con el sustento material que le proporcionaba la naturaleza. En la totalidad de las culturas primitivas, ha estado presente la creencia en la existencia de seres superiores protectores y que por consiguiente merecían un lugar de relevancia en la consideración social. Para honrar a estos dioses se establecieron los ritos y adquirieron consistencia las religiones.

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El Hombre, desde los más remotos tiempos ha manifestado la necesidad de establecer un vínculo con una entidad superior que se define como Dios. Para los primeros hombres que poblaron la tierra no ha sido suficiente contentarse con el sustento material que le proporcionaba la naturaleza. En la totalidad de las culturas primitivas, ha estado presente la creencia en la existencia de seres superiores protectores y que por consiguiente merecían un lugar de relevancia en la consideración social. Para honrar a estos dioses se establecieron los ritos y adquirieron consistencia las religiones.

Así se comprende que la religión preexiste a la formación de los estados. El espíritu religioso penetra en lo más profundo de los tiempos. En el devenir de la Historia de la Humanidad, cada clan, cada tribu y cada civilización no ha escapado a esta necesidad humana de religarse a la divinidad.

Las religiones antiguas tuvieron el efecto de dilucidar entre Bien y Mal, es decir, constituyeron el primitivo marco ético para salvaguardar la existencia de la comunidad y fueron el reaseguro para la continuidad de las mismas.

La persona humana y el cristianismo

La presencia del Cristianismo contribuyó poderosamente a ubicar al Hombre en el trono de la Creación. Esta nueva expresión religiosa fue revolucionaria, sentó las bases de la igualdad entre los hombres, representando la primera vez que se expresó desde una fe, el auténtico sentido de la democracia. Ningún pensamiento fue más inclusivo, comprensivo y humanitario. Es ocioso enumerar aquí la gigantesca contribución del Cristianismo en los campos de las ciencias y del arte al acervo cultural de la Humanidad. Cabe destacar, el aporte en la enseñanza y en las labores de caridad.

Las religiones trascienden a los tiempos, a los Estados, a las estructuras de gobierno y también a las leyes. Todas las instituciones creadas por el Hombre son transitorias, tienen vigencia en un momento determinado.

La religión es lo único que en la Historia de la Humanidad tuvo, tiene y tendrá permanencia.

Y eso porque viene de lo Eterno y va hacia lo Eterno. Comprendida la superioridad de la religión por sobre el resto de las creaciones humanas, sean estas políticas, económicas, sociales o culturales, deviene un tanto extravagante que un tribunal decida la pertinencia de su enseñanza o no, en los ámbitos de las instituciones de gestión pública.

La discusión es baladí. Es imprescindible que los niños y jóvenes se apropien de un marco de normas éticas, en un mundo signado por el delito, el narcotráfico, la corrupción, etc. Ese conjunto de comportamientos muy necesarios para la vida adulta lo transmite la religión.

Pero esos conocimientos obviamente, debieran ser primariamente transmitidos por la familia y perfeccionados por la institución iglesia, cualquiera sea el credo, desde una mirada teologal.

Cada Iglesia debería asumir la irrenunciable responsabilidad de enseñar sus contenidos dogmáticos en sus propios espacios, que son los acordes a tan noble instrucción. Se impone también un mayor compromiso de quienes se han consagrado a ser los voceros de cada fe, como así también a una mayor participación de los fieles en colaborar con los pastores en la enseñanza de las creencias a las que adhieren.

La religión, ¿dónde?

La enseñanza de contenidos religiosos es extraordinariamente necesaria, en el momento presente que viven nuestras instituciones educativas, siempre vulnerables y con problemáticas de difícil solución como la violencia escolar, la anorexia, las adiciones, el abuso sexual, etcétera.

Los educandos no siempre tienen un marco familiar orientador y contenedor para enfrentar los males de este tiempo. La educación religiosa puede colaborar mucho para mitigar estos flagelos.

Pero de hecho, la transferencia de esos conocimientos en las unidades educativas públicas, ha generado otra división más en el seno de la sociedad. No es bueno que a las profundas y lacerantes diferencias políticas que dividen a la ciudadanía argentina, a los cuales no son ajenos los salteños, se haya sumado un factor de fractura social. No necesitamos un cisma más y de carácter religioso en nuestra patria chica.

Cualquier decisión que adopte la Corte Suprema de la Nación, puede generar una profunda herida en un colectivo de la comunidad. Es lo que más afectaría a un conjunto de hermanos salteños.

Pero la cuestión ha demostrado una vez más, la escasa formación jurídica que tienen nuestros legisladores. El escolar común sabe que las Constituciones de provincias deben estar en consonancia con la Constitución Nacional. No se entiende que nuestro Parlamento local no lo haya comprendido así.

El brillante constitucionalista, Daniel Sabsay, lo ha explicado con meridiana claridad. Es un bochorno para Salta; cuna de notables juristas desde los tiempos coloniales; que desde Buenos Aires nos tengan que dar clases básicas de constitucionalismo.

Es claro que los legisladores son los primeros responsables de esta espinosa reyerta entre hermanos salteños. Han logrado dividir a la opinión pública. No se ha considerado que el Estado no debe propiciar incendios, sino procurar que estos no se produzcan. Ello requiere de cautela, razonamiento y prudencia política. Estos presupuestos no han estado presente en el momento de sancionar nuestra carta magna.

Otra reflexión nos lleva a que dicha educación religiosa en la escuela pública queda limitada a la escuela primaria. ¿Y los jovencitos de las instituciones secundarias? ¿Por qué han sido privados de este acompañamiento educativo? 

Los señores legisladores deberían comprender que nuestros adolescentes, adolecen y mucho, de contenidos morales y éticos, territorio inherentes a la religiones. También es la etapa en que el diálogo, el ejemplo, la mano solidaria son indispensables, por consiguiente deberían haber sido incluidos en la oferta educativa. La propuesta de la ley ha quedado menguada, cercenando al estudiantado que por la edad son los que están más atravesados por una densa trama de problemáticas sociales. O es que se habrá interpretado que con unas cuantas clases en primaria, ya todo está dicho.

Además hay que considerar que la enseñanza de la religión no se puede limitar a un solo espacio curricular con una mínima carga horaria. Lo correcto, es considerar que los contenidos por su naturaleza, son transversales y por consiguiente deben atravesar toda la propuesta curricular. No se puede limitar a un solo nivel educativo, sino que debe acompañar al alumno en todo su trayectoria escolar, desde el inicial hasta la universidad.

No se educa en religión solamente en la hora de religión. Se educa en religión desde la matemática, lengua, educación física, geografía, etcétera. No hay ninguna disciplina que no sea permeable a incorporar estos contenidos en sus corpus curriculares. Esta consideración nos lleva a enfocarnos en la formación docente. El Estado ha incorporado en su legislación la educación religiosa en la escuela pública, pero no ha previsto la necesaria formación docente gratuita para cubrir las vacantes. Tampoco se ha verificado su reglamentación. Menos aún hay docentes formados en religión desde sus disciplinas específicas, ni en primaria y mucho menos en secundaria. Si el Estado instrumenta una nueva ley, o introduce una reforma en el sistema educativo debe tomar previsiones no sólo desde el marco legal sino en la formación y capacitación docente que es necesaria para sustentar la nueva propuesta educativa. También la parte edilicia, designación de personal, habilitación de cuadro de puntajes, etcétera.

La historia

No se trata sólo de sancionar una ley sobre tablas, sin tratamiento exhaustivo y sin considerar que no toda la población es católica. Hace mucho más de una centuria que estos territorios dejaron de tener una feligresía homogénea en sus creencias. Este detalle, no menor ya fue visualizado en los tiempos de la presidencia del general Julio Argentino Roca en oportunidad de sancionarse la Ley Nº 1.420. 

Con estos antecedentes históricos, la Legislatura provincial, debió prever que en algún momento el problema se iba a plantear irremediablemente, con grave daño para nuestra sociedad. Es anacrónico que en los albores del siglo XXI, nos encontremos enfrascados en una discusión de este calibre y retrocedamos al siglo XVI en un debate que se asemeja a una cuasi guerra religiosa.

La escasa prolijidad en que han incurrido los poderes del estado en la sanción de la constitución provincial y en la implementación de la enseñanza de la educación en las instituciones públicas, coloca a la Corte Suprema de Justicia de la Nación en situación de resolver desde el marco legal tan agrio litigio.
 
Mezclas poco felices
 
Sea cual fuere la conclusión de este conflicto, habría que considerar que las diversas confesiones religiosas poseen un poder espiritual que deviene de los superiores principios que las informan, y que por consiguiente no es prudente subordinarlas a lo errático, contingente, e incluso algunas veces corruptas políticas que configuran al poder temporal del Estado.

Habría que recordar que “dura lex, sed lex” (la ley es dura pero es la ley). Esto conlleva la responsabilidad de los legisladores de aplicarse en un profundo análisis previo a su sanción para que no se generen ácidas disputas en la sociedad.

No siempre es feliz mezclar a la soberana majestad de la religión con las imperfecciones estatales. También cabría recordar que Jesús no impuso por decreto su doctrina. Lo hizo con amor, con dulzura, esparciendo la Palabra en amables encuentros. Esta forma de enseñanza logró que en los primeros tiempos, millones de personas adhirieran al Cristianismo. Tal vez sea tiempo de enseñar desde otros espacios, con nuevas estrategias, en otros tiempos, dirigiendo una mirada misericordiosa a los hermanos creyentes y a quienes sencillamente no profesan ningún credo. Sería conveniente inspirarse en las formas que utilizaron los santos, los Padres de la Iglesia para sembrar la semilla, como así también diversos personajes religiosos para encontrar el camino que nos permita educar a nuestra niñez y juventud en los fundamentos religiosos y sin depender del poder temporal.

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