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Toda una vida dedicada a los muertos

Héctor Darío Viñabal es un trabajador del cementerio de la Santa Cruz, pero desde chico empezó a merodear. 
Domingo, 06 de agosto de 2017 01:18

Héctor Darío Viñabal no tiene el recuerdo desde cuándo precisamente comenzó a trabajar.

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Héctor Darío Viñabal no tiene el recuerdo desde cuándo precisamente comenzó a trabajar.

Tiene la mirada dura y desconfiada; taimada quizá por su destino. A él le tocó vivir entre los muertos.

De muy chiquito Héctor pasaba todos los días por el cementerio de la Santa Cruz para ir a trabajar de lustrabotas en el Portezuelo.

El changuito vivía en el legendario barrio Municipal y se iba diariamente acompañado por su papá, quien con su tío se quedaban trabajando en el campo santo haciendo trabajos de albañilería.

Toda una vida

“Yo tengo 49 años de edad y 40 llevo los trabajando en el cementerio. Cuando tenía nueve años yo iba con mi cajón hacia el Portezuelo y mi tío fue el que llamó para que lo ayude. Ahí entré y no pude salir más. Siempre trabajé acá, hice mi vida, formé mi familia y crié a mis hijos con la plata que ganaba. No todo fue fácil, pero yo estoy muy agradecido de esta vida entre los muertos”, dijo Héctor ya con una sonrisa.

Desde muy niño comenzó a transitar por esos tenebrosos pasillos y el miedo de muchos se convirtió en su cotidianidad.

Los primeros pasos

El changuito comenzó a hacer changuitas. De lo que básicamente se encargaba era de hacer el mantenimiento de los mausoleos, nichos y tumbas. 

Él solo hizo al menos 25 mausoleos en el histórico campo santo enclavado en la base del cerro San Bernardo.

Como generalmente son ordenados por familias tradicionales con altos ingresos, luego de construidos se vinculan con Héctor con contratos de palabra. El hombre tiene que limpiarlos, renovarles la pintura, más tarde vienen algunos revoques e intenta que nadie se lleve nada. Se le paga mensualmente y así crió a los 6 hijos que tuvo con su esposa Edith.

A ella la conoció de muy chica, nunca tuvo problemas con el trabajo de Héctor. “Yo jugaba al fútbol con sus hermanos y así vino el enganche”, recordó con una sonrisa.

Este protagonista siempre se mantuvo en la informalidad. Hace unos pocos años recién vino una especie de hada llamada Ana Fleming, quien pudo incluirlo en la planta permanente de la Municipalidad de la Ciudad de Salta.

“Está todo el día trabajando”, dijo anteriormente el administrador Jorge Bouhid y ahora se entiende, ya que tiene el cargo municipal y además sigue trabajando en lo que se denomina “changuitas”.

Hacen de todo y vieron de todo, sin embargo Héctor mantiene intacto su sentido humano a pesar de lo experimentado.

Las tareas

“Nosotros limpiamos, cambiamos las flores, ayudamos a los familiares que vienen por propinas, colaboramos en los momentos más difíciles que es precisamente cuando tapamos los nichos o las tumbas. Yo intento siempre de tener un trato especial con la gente porque hay que entender el dolor de perder a una persona querida. Muchos te quieren tapar el nicho rápido y salir a hacer otra changuita. Es el trabajo, pero hay que entender el dolor de una familia. Nosotros convivimos con la muerte, pero eso no nos debe hacer inhumanos”, comentó Héctor.

Entonces se puede entender que por un lado atiende las órdenes de Bouhid, que está cambiándole la cara a los cementerios municipales capitalinos, y en el contraturno se dedica a satisfacer las necesidades de sus “clientes” particulares.

Espantos y brujería

“Yo me imagino que los espantos le salen a los débiles de espíritu”, dijo el hombre. “Yo nunca vi nada de nada”, aseguró.

Lo que sigue va en auténtico encomillado: “Lo que sí encuentro regularmente son objetos que se usan para brujería. Encuentro muñecos rojos y negros llenos de alfileres en los mausoleos. Yo una vez tuve la imprudencia de agarrarlos sin guantes y estuve enfermo durante tres meses. También encontramos gallos en cajas de zapato sin cabezas. Lo más raro que vi es un plato de lata con sahumerios, arroz, vidrio y espinas. También se encuentran botellas y velas. Como tenemos que limpiarlos, ya aprendí que a todo hay que limpiarlo con guantes porque si no todo el mal le viene a uno”, dijo Héctor con mucho seriedad.

Curiosidades

También contó que antes trabajaba con él un compañero llamado Pedro Velarde que siempre veía en el Sector D a un fantasma. “Le llamaba la Valentina y siempre la veía. Me dijo que era una mujer que se iba a casar, pero que murió trágicamente en un accidente en motocicleta”, dijo.

Él volvió a asegurar que nunca vio nada que fuera extraño, quizá sea por eso que asegura tener fuerte su espíritu.

Recomendaciones

Además de realizar las tareas de “ornamentación y mantenimiento”, el hombre realiza todas las otras actividades que no son de las más agradables para cualquier mortal.

La desocupación de nichos y las reducciones están entre las expoliaciones más morbosas de las que se puedan contar. Son tareas que se realizan con muertos de inclusive 40 años, con lo cual no se vio conveniente el relato.

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