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Aplicando la inteligencia colaborativa al “glifosato”

Especialistas de la Fauba y Aapresid reflexionan sobre el uso y los cuestionamientos que se hacen a los productos agroquímicos.
Martes, 16 de enero de 2018 15:25

Por Luis Mogni, Sebastián Senesi, Federico Fitz (Fauba) y Santiago Nocelli Pac (Aapresid).

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Por Luis Mogni, Sebastián Senesi, Federico Fitz (Fauba) y Santiago Nocelli Pac (Aapresid).

En el marco del 25º Congreso Aapresid, se desarrolló la agenda CQ sobre Glifosato. En base a las opiniones e información aportada por especialistas destacados en el tema se realizó este informe. Previo al taller, se distribuyó un cuestionario disparador para abordar el tema. Los ejes disparadores fueron:
¿Cuenta con la información adecuada y suficiente para evaluar la recomendación de uso y los beneficios de aplicar glifosato?
¿El glifosato es una herramienta imprescindible en el planteo técnico de la agricultura actual?
¿Existen herramientas alternativas al glifosato, tanto en su aspecto técnico como económico, que se adecúen a la realidad técnica de la agricultura?
¿Es necesario plantear un uso diferencial del glifosato, tanto en su recomendación como en su aplicación?
¿Existen ventajas agronómicas en su uso?
¿Existen desventajas para el ambiente y la salud humana en su utilización?
¿Cómo evalúa el futuro del uso de glifosato?
¿Por qué el glifosato?
El glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo y también en la agricultura argentina debido a la mayor superficie ocupada por cultivos RR, el buen control de la mayoría de las malezas, su comportamiento en el suelo y su bajo costo. En conjunto con el sistema de siembra directa los beneficios económicos y ambientales son mayores dado que con 1 o 2 aplicaciones se logra sustituir 3-4 pasadas de laboreo convencional.
El doctor Emilio J. González-Sánchez, de la European Conservation Agriculture Federation, sostiene que en España la agricultura convencional en ocasiones se emplea junto a la labranza. De esta forma, los agricultores eliminan las últimas hierbas previas a la siembra con herbicida, evitando así la pérdida de humedad ocasionada en caso de realizar otra labranza.

En los últimos tiempos el glifosato ha estado en boca de los medios de comunicación con baja información científica. A pesar de que el glifosato, según la Comisión Europea (CE), fue clasificado en 2015 como “cancerígeno probable” por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (CIRC), dependiente de la OMS, en 2017 la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) y a la Agencia Europea de Productos Químicos (ECHA), han apuntado que el peligro cancerígeno era “improbable”.
Actualmente, en Europa la discusión está en manos de los políticos, la comunidad científica ya sabe de las ventajas del glifosato.
Pero también en España, existen estudios sobre el impacto económico global si se dejara este producto. Dicho estudio sostiene que los costos aumentarían el 10% y se incrementaría en un 50% la necesidad de trabajadores en el campo.
El pasado 27/12, la Unión Europea logró un acuerdo para la renovación de la licencia del herbicida glifosato 5 años más, con el voto favorable de 18 países, nueve en contra y una abstención. Han votado a favor España, Dinamarca, la República Checa, Estonia, Irlanda, Letonia, Lituania, Hungría, Holanda, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Suecia, Reino Unido, Bulgaria, Alemania, Rumanía y Polonia. En contra se pronunciaron de nuevo Bélgica, Grecia, Francia, Croacia, Italia, Chipre, Luxemburgo, Malta y Austria, mientras que Portugal se abstuvo
 Es clave la promoción de la Buenas Practicas Agrícolas y el control de la regulación existente en las provincias. Por ejemplo: en la provincia de Córdoba es obligatoria la receta agronómica para aplicación de productos fitosanitarios y los gobiernos provinciales deben hacer el seguimiento de la efectiva declaración de los aplicadores. Ciertos gobiernos provinciales y municipales toman algunas posturas reglamentarias con poca o nula robustez técnica, lo que conlleva en algunos casos a perjudicar la producción de alimentos.


Asimismo, el Senasa es quien debería establecer los usos que se puedan realizar de los diferentes fitosanitarios a los cuales debe remitirse el productor. Y, sin perjuicio de ello, es fundamental la promoción de buenas prácticas y el asesoramiento profesional.
Uno de los problemas que enfrentamos como sociedad científica, es el temor que está bloqueando la posibilidad del cambio, el temor de los políticos más que el temor de la gente. Sabemos que nosotros debemos conocer, mediante investigaciones y análisis de los establecimientos, realmente las cantidades de productos que contiene el agua de bebida. De esta manera podemos relacionarlo con los datos internacionales y llegar a establecer niveles máximos de consumo permitido, hay que establecer estos valores y parámetros. Uno de los temores es que, por poner valores, queden todos por afuera y afecten a los distribuidores de agua. Esto también relacionado con todas las personas que trabajan con fitosanitarios, hay estudios hechos pero dicha información no está en el ojo de los entes regulatorios.
Hay muy pocos productos regulados en el código de seguridad de los aplicadores (solo dos productos regulados), faltan laboratorios preparados para poder realizar estudios de sangre, si se decide hacer tal para detectar las trazas de glifosato u otros fitosanitarios que potencialmente se encontrarían en sangre, orina, agua, etc. Es necesario brindar conocimiento e información para eliminar el miedo que está presente.

Requisitos mínimos que se deben cumplimentar 

Las desventajas del uso del glifosato se deben a su mal uso o uso excesivo. Estos problemas se ven intensificados con la falta de rotación de cultivos, factores estructurales como tenencia de la tierra y ambientales como la falta de control de pérdidas erosivas de suelo.
Hay conocimiento suficiente sobre los aspectos técnicos como las dosis a aplicar, el momento, etc. pero lamentablemente muchas veces no es lo que se hace. Es por ello que la contaminación de productos fitosanitarios es por mala praxis, pero también por fuentes difusas. Correspondería un trabajo preventivo, técnico (con boquillas anti deriva, por ejemplo), usos diferenciales (cuando aplicar: no usarlo cerca de la cosecha para secar la planta); son temas para debatir que son más sencillos y más baratos que una medida férrea.
Desde la Red de Buenas Prácticas Agrícolas, llevada a cabo por más de 40 organizaciones del sector, se trabajó sobre lineamientos técnicos y consensos, los requisitos mínimos que los productores deben llevar a cabo en sus establecimientos para poder garantizar el menor impacto en el uso de productos fitosanitarios sobre el ambiente, los trabajadores y la comunidad. Hay que trabajar sobre la mirada sistémica de la producción, se deben controlar bien las dosis y la cantidad de veces que se aplica en un mismo lote, caso contrario el herbicida no da tiempo a degradarse.
Hay que seguir trabajando sobre la intensificación y cobertura de los suelos, los barbechos químicos que, por ejemplo, bajo ciertas condiciones no permite la biodegradación del producto, que se acumula, afectando la resiliencia del suelo.
No todos los suelos reaccionan de la misma manera por lo que hay que ver la vulnerabilidad y fragilidad del ambiente en particular.

Conclusión
La cuestión exige un abordaje amplio del tema. El glifosato es un producto que, por su uso masivo, ha llegado a la discusión de toda la sociedad.
Debemos mejorar las estrategias de comunicación a la sociedad sobre la forma en que producimos alimentos, para que la ausencia de información no sea ocupada por mala información. La discusión agronómica o técnica está centrada hoy en el desafío en minimizar el uso de productos fitosanitarios. Argentina debe ser un líder en las buenas prácticas. Fuente: Aapresid

 

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