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Curi volvió a llevar su mensaje solidario a otra cima del mundo

El montañista salteño hizo cumbre en el monte Kilimanjaro, en Tanzania, y plantó su bandera para la donación de médula ósea. Había escalado el Aconcagua en 2017 con el mismo objetivo.
Viernes, 19 de enero de 2018 23:55

La fe mueve montañas, porque cuando se desea algo con muchas fuerzas y se cree en sí mismo es más fácil alcanzar las metas y los sueños. Será por eso que el salteño Carlos Alberto Curi pasó a ser uno de los principales ejemplos de vida. Pasó a ser un gladiador que enfrentó el más allá para continuar en esta tierra aferrado al amor de Dios. Pasó a ser un verdadero un orgullo para Salta.
Este “hijo de Güemes” sufrió hace unos años una necrosis de huesos que afectó sus extremidades inferiores y lo dejó en silla de ruedas por casi 2 años. El cáncer le había eliminado los cartílagos en sus rodillas. 
Sin un diagnóstico certero, se recuperó repentinamente y tomó el desafío de emprender el montañismo, con un objetivo muy loable: la donación de médula ósea. Y qué mejor que hacerlo desde las principales cumbres del mundo, quizás, para que su mensaje llegue a todos los rincones del planeta sin sortear barreras.
Así, el 19 enero del año pasado, y tras siete meses de entrenamiento, este empresario gastronómico conquistó la cima del Aconcagua, el pico mendocino más elevado en América. No fue uno más, fue el más humanitario, que con tanta fuerza de voluntad buscó dar inicio a una gran campaña para prolongar la vida de miles de argentinos que padecen diferentes enfermedades. 
Pero lo cierto es que fue más allá y se puso un nuevo objetivo: el monte Kilimanjaro de Tanzania, al este de África y que tiene una altura de casi 6.000 metros.
Lo logró el pasado 11 de enero, a las 8.32, y volvió a plantar sus grandes insignias: la bandera de Salta, la de Argentina y principalmente la de donación de médula ósea.
Claro, que esta odisea se convirtió en su propio “Dakar”.
Alberto se quedó sin su equipaje al llegar a Tanzania y escaló el Kilimanjaro “con lo puesto”. Sin sus borceguíes, las camperas para protegerse de las bajas temperaturas y el equipo de escalador, volvió a desafiar con mucha fe a la naturaleza, para llevar su mensaje inclaudicable.
El día anterior de salir para la cumbre se enfrentó a una granizada que luego se transformó en lluvia, para finalmente convertirse en una tormenta de nieve. Con la ropa mojada y con zapatillas “urbanas” siguió adelante hasta trepar la cima del monte africano.
Lo volvió a lograr y ahora mira hacia la cima del Everest. Está dispuesto a no renunciar para seguir ayudando, como lo hace diariamente en su Heladera Social, en el corredor de calle Balcarce, donde en cada jornada alimenta a centenares de salteños carenciados. 
Y lo cierto es que nunca estuvo solo en los emprendimientos que llevó a cabo.
Sus padres, Armando y Nora, maestros rurales y conocedores de las necesidades de los más desprotegidos, fueron los promotores de la Heladera Social. La peña de la Balcarce lleva el nombre de doña Nora Julia.
Y junto a ellos están sus 8 hermanos menores: Armando, Ramiro, María Belén, Sebastián, Maximiliano, Paola, Bojivarka y Themis, quienes constantemente apoyan sus “grandes locuras”. Un verdadero equipo.

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La fe mueve montañas, porque cuando se desea algo con muchas fuerzas y se cree en sí mismo es más fácil alcanzar las metas y los sueños. Será por eso que el salteño Carlos Alberto Curi pasó a ser uno de los principales ejemplos de vida. Pasó a ser un gladiador que enfrentó el más allá para continuar en esta tierra aferrado al amor de Dios. Pasó a ser un verdadero un orgullo para Salta.
Este “hijo de Güemes” sufrió hace unos años una necrosis de huesos que afectó sus extremidades inferiores y lo dejó en silla de ruedas por casi 2 años. El cáncer le había eliminado los cartílagos en sus rodillas. 
Sin un diagnóstico certero, se recuperó repentinamente y tomó el desafío de emprender el montañismo, con un objetivo muy loable: la donación de médula ósea. Y qué mejor que hacerlo desde las principales cumbres del mundo, quizás, para que su mensaje llegue a todos los rincones del planeta sin sortear barreras.
Así, el 19 enero del año pasado, y tras siete meses de entrenamiento, este empresario gastronómico conquistó la cima del Aconcagua, el pico mendocino más elevado en América. No fue uno más, fue el más humanitario, que con tanta fuerza de voluntad buscó dar inicio a una gran campaña para prolongar la vida de miles de argentinos que padecen diferentes enfermedades. 
Pero lo cierto es que fue más allá y se puso un nuevo objetivo: el monte Kilimanjaro de Tanzania, al este de África y que tiene una altura de casi 6.000 metros.
Lo logró el pasado 11 de enero, a las 8.32, y volvió a plantar sus grandes insignias: la bandera de Salta, la de Argentina y principalmente la de donación de médula ósea.
Claro, que esta odisea se convirtió en su propio “Dakar”.
Alberto se quedó sin su equipaje al llegar a Tanzania y escaló el Kilimanjaro “con lo puesto”. Sin sus borceguíes, las camperas para protegerse de las bajas temperaturas y el equipo de escalador, volvió a desafiar con mucha fe a la naturaleza, para llevar su mensaje inclaudicable.
El día anterior de salir para la cumbre se enfrentó a una granizada que luego se transformó en lluvia, para finalmente convertirse en una tormenta de nieve. Con la ropa mojada y con zapatillas “urbanas” siguió adelante hasta trepar la cima del monte africano.
Lo volvió a lograr y ahora mira hacia la cima del Everest. Está dispuesto a no renunciar para seguir ayudando, como lo hace diariamente en su Heladera Social, en el corredor de calle Balcarce, donde en cada jornada alimenta a centenares de salteños carenciados. 
Y lo cierto es que nunca estuvo solo en los emprendimientos que llevó a cabo.
Sus padres, Armando y Nora, maestros rurales y conocedores de las necesidades de los más desprotegidos, fueron los promotores de la Heladera Social. La peña de la Balcarce lleva el nombre de doña Nora Julia.
Y junto a ellos están sus 8 hermanos menores: Armando, Ramiro, María Belén, Sebastián, Maximiliano, Paola, Bojivarka y Themis, quienes constantemente apoyan sus “grandes locuras”. Un verdadero equipo.

 

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