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Recalculando: hacia un nuevo sistema de ganado y carne vacuna

Transparencia, ambiente institucional leal, incentivos y comercialización por cortes en el país, ejes del negocio.
Martes, 09 de enero de 2018 16:26

Por Ing. Mg. Hernán Palau (Fauba)

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Por Ing. Mg. Hernán Palau (Fauba)

La producción y exportación de carne vacuna en Argentina se encuentra estancada. Al mirar los principales indicadores históricos, pareciera verse un electrocardiograma. Esto es consecuencia de las distintas políticas sectoriales y económicas que ha vivido el país, períodos climáticos desfavorables y políticas internacionales que restringieron las exportaciones (por ejemplo, aftosa). 
La última década es un fiel reflejo de esta situación y llevó a que tengamos el menor consumo de carne de los últimos 100 años en el país, las menores exportaciones (un poco superiores a las del ciclo 2001/02, debido al brote de aftosa) e índices de producción y productividad muy por debajo del potencial.

Otra canción
Sin embargo, al mirar el mercado internacional, Argentina está bailando otra canción. El consumo de carne vacuna creció de 55,55 millones de toneladas en 1994 a las actuales 67,5 millones de toneladas (+21%). China, por ejemplo, pasó de un consumo anual de 1 millón de tn en el mismo período a 7,5 millones de tn en 2015. El bloque denominado BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) aumentó el consumo de 13 millones de toneladas a 19 millones de tn (de dicho bloque, Brasil fue el que más aumentó el consumo: de 4,14 M de tn a 7,2 M de tn).
Asimismo, este aumento de la demanda internacional de carne vacuna no estuvo acompañado en muchos casos por un aumento de la producción en dichos países. 

La producción global pasó de 53,4 millones de tn en 1995 a 64,6 millones de tn en 2014 (+20%), mientras que en China la producción pasó de 2,6 millones de tn en 1995 a 6,5 millones de tn en 2014. El resultado fue un aumento de las exportaciones de carne vacuna, sobre todo de países del hemisferio sur (Australia y Nueva Zelanda, bloque Mercosur) y la India. El comercio global de carne vacuna pasó de 5,5 millones de tn a las 11 millones de tn estimadas para 2016.

Este aumento del consumo de carne vacuna a nivel global se tradujo en un aumento del precio del commodity, que en el caso de la Argentina creció fuertemente.
Un comportamiento similar se observa en países como Uruguay, Paraguay y Brasil. En definitiva, si la demanda crece y la producción no aumenta en la misma proporción, se lleva a un aumento de las exportaciones y del precio del commodity.

Frente a este escenario vale preguntarse qué quiere el consumidor en cuanto a carne vacuna. Ahí podemos dividir al consumidor de países desarrollados y consumidores de países en vías de desarrollo. Los primeros tienen predilección por carne con atributos de calidad certificados.
Estos se resumen en garantía de trazabilidad, origen cierto, inocuidad garantizada (sobre todo frente a casos de BSE), estándares comprobados de bienestar animal, garantía de terneza, disponibilidad en las góndolas, frescura y productos preparados listos para ser consumidos. Mientras que en los países en vías de desarrollo el consumo se supedita a volumen y precio acorde a la calidad, con exigencias en materia de inocuidad y seguridad alimentaria.

Fuente: Aapresid

Un modelo que suma

En todos estos ejemplos lo que prima es la transparencia, los contratos y modelos de integración vertical, reduciendo costos de transacción, abasteciendo a distintos consumidores en función de su demanda, requerimientos, necesidades, etc. Un subsistema estrictamente coordinado desde el origen: el productor asegura la calidad de la hacienda, el frigorífico asegura la calidad de la carne y el distribuidor posiciona el producto para deleitar al cliente.
Claramente un modelo de suma positiva para todos los actores del sistema, empujado por la necesidad del consumidor selecto de conocer lo que va a comer.
Vale la pena entonces pensar si es posible este diseño, el cual ya está más que probado en otros países del mundo y que genera ventajas.

El sistema de agronegocios bovino en Argentina
El mercado doméstico tiene una elasticidad baja y se vuelve un producto indispensable para la canasta básica de alimentos. Esto explica las distintas políticas que se dieron en los últimos 50 años a fin de priorizar primero el abastecimiento de carne al mercado local.
Existen dos subsistemas: el de agronegocios para el mercado interno y el del mercado internacional. Esto se debe a varios motivos:
a) distintos estándares sanitarios, fiscales, previsionales, ambientales y cumplimiento (enforcement) de dichos estándares;
b) distintos tipos de animales (conformación, edad, sexo, peso, nivel de engrasamiento, etc.);
c) distintos tipos de transacciones (en función del precio, condiciones, plazos de pago, etc.);
d) jugadores diferentes, en algunos casos más o menos cartelizados o bien que imponen condiciones y liquidaciones muchas veces poco claras (problemas de asimetría de información).
Este andamiaje institucional y organizacional genera altos niveles de costos de transacción lo que lleva a bajos niveles de inversión y planificación, desincentivos para producir más y de mejor calidad, y una cultura de negocio cortoplacista (que en muchos casos se asocia a la evasión fiscal como una manera de mantener la competitividad). Por otra parte, esto se agrava frente al bajo nivel de implementación de un sistema de distribución de carne por cortes (boxed beef), que permitiría asignar los cortes en función de la demanda y los precios que cada segmento de demanda esté dispuesto a pagar.
En definitiva, el sistema de ganados y carne vacuna es irremediable. El histórico y actual sistema de agronegocios bovino, con un ambiente institucional laxo y desleal, jugadores que hacen trampa y tecnologías que no aportan al crecimiento y desarrollo, llevó a que hoy estemos viviendo el mayor de los fracasos que pueden verse en la historia económica sectorial de nuestro país.
Los indicadores de producción (tanto de hacienda como de carne), el consumo per cápita y las exportaciones demuestran dicho fracaso, siendo que nunca produjimos tan poca carne, nunca se consumió tan poca carne y nunca exportamos tan poca carne.
En este sentido, resulta necesario replantear el sistema de ganados y carnes, procurando establecer un ambiente institucional leal y parejo para todos los actores, favorecer la transparencia comercial, promover incentivos para la producción (tanto en volumen como en calidad), abrir los mercados y promocionar las carnes, y establecer un modelo de comercialización de carne por cortes en todo el país.
Esto lleva aparejado tener una mayor conciencia de lo que cada segmento de mercado en el mundo tiene como preferencia, en función de lo planteado anteriormente. Sería posible entonces diseñar nuevos modelos organizacionales bajo un nuevo paradigma institucional. Con muchos subsistemas estrictamente coordinados, con el objeto de producir lo que cada cliente o segmento demanda en los distintos mercados internacionales y locales.

Sellos de valor que den garantía
Actualmente son pocos los sellos de calidad en Argentina que den garantía del origen, alimentación, raza, trazabilidad, etc. Tampoco se observan programas de abastecimiento con contratos en los que se puedan establecer parámetros que sean apropiados para comunicar a los consumidores.
Por decirlo de algún modo, los consumidores no cuentan con información sobre la crianza y procesos productivos e industriales al momento de comprar un corte.
Aún más, dicho consumidor puede ir siempre a un mismo abastecedor de carne y un día puede ser muy buena y otro día puede ser muy mala. En una visión de mediano a largo plazo, esto atenta contra la ganadería en su conjunto, y por supuesto contra las posibilidades de agregar más valor a la carne que se produce, a través de distintos planes de diferenciación, segmentación y posicionamiento de una carne con marca.
La saga de los principales países productores y exportadores de carne vacuna deberían apalancarse en los protocolos de producción y trazabilidad a fin de garantizarle al consumidor un origen y calidad cierto. Por ejemplo, en EEUU el US Prime Beef es garantía de calidad para los mercados japoneses y europeos, sobre todo certificando en función de una tipificación del animal, ligada al grado de terminación, grasa intramuscular y terneza. En ese país también surgen otras certificaciones como Laura’s lean beef, que intenta captar la atención del consumidor norteamericano.
En Uruguay desarrollaron un sistema de producción a campo (“meat Uruguay”) el cual, mediante distintos sellos privados, la garantía de trazabilidad que brinda el Estado y el respaldo del INAC, permitió ir ganando mercados en todo el mundo.
Y en Australia existen distintos emprendimientos privados que, en base a sistemas de certificación de la producción y trazabilidad, logran abastecer a los mercados europeos, de Asia y árabes con los más altos estándares exigidos por dichos mercados (www.sig naturebeef.com.au/).

 

 

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