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De la servilleta al libro: Simplicito “demora su olvido” en los lectores

Roly Arias presentó el primer tomo de su personaje nacido en un café. El artista plástico lo está llevando de gira por España e Italia. 
Domingo, 14 de octubre de 2018 19:14

Simplicito probablemente sea el producto de la impuntualidad de alguien o de la ansiedad de Roly Arias (50), que siempre obedece a la inquietud de su ánimo y acostumbra llegar temprano a sus citas. 
El peladito era un personaje que venía pidiendo pista desde un lugar subordinado en las pinturas del artista plástico salteño. Entre mujeres de lujuriosas cabelleras y rascacielos que resisten embates de ríos desbordados, se paseaba “silbando bajito” e incluso se bilocaba o se repetía en una hilera muy pareja. 
Hasta que el 6 de diciembre de 2015 Roly lo abocetó en la servilleta con que le habían acompañado un café. Cuando a Simplicito lo enfocó en primer plano, sobre aquella pieza de papel que los comensales destinan a limpiarse manos y boca, al personaje le nació decir: “Todo está sembrado, algún día ‘esto’ estará lleno de flores”. Y aquella reflexión obraría de profecía, porque desde su surgimiento a Simplicito solo le cupo multiplicarse. Incluso tras superar los 700 microrrelatos y encarnar algunos cortos de animación, ahora salió en formato libro. 
El tomo inaugural de una selección sobre el personaje se presentó en septiembre pasado en Appassionata (Santiago del Estero 915). 
Roly Arias ahora está embarcado en un derrotero europeo, sin una estricta agenda previa, que lo llevará durante más de un mes primero a recoger una muestra suya en Varese y por Barcelona y Milán. Con él va Simplicito, y ambos van a acogerse a las oportunidades de presentación “al nivel que sea” que vayan surgiendo. Muy adecuado para el peladito, que pasó de ser un agregado subrepticio en cuadros, a habitar las servilletas, de la comunicación a través de las redes sociales a la rigurosa edición. 
“Allá (por Europa) el personaje echado al ruedo es entendido y compartido. Lo sé por las redes sociales, peor voy a ver qué sucede sin nada programado. Al regreso de mi viaje seguramente cambiaremos, él y yo, porque los viajes tienen esa capacidad de transformanos. Uno separado de la rutina, que te marca pautas para seguir muy evidentes y que uno acepta, se permite visualizar caminos que no transita porque no los ve. Le estoy dando a este viaje un carácter de maduración”, contó Roly a El Tribuno.

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Simplicito probablemente sea el producto de la impuntualidad de alguien o de la ansiedad de Roly Arias (50), que siempre obedece a la inquietud de su ánimo y acostumbra llegar temprano a sus citas. 
El peladito era un personaje que venía pidiendo pista desde un lugar subordinado en las pinturas del artista plástico salteño. Entre mujeres de lujuriosas cabelleras y rascacielos que resisten embates de ríos desbordados, se paseaba “silbando bajito” e incluso se bilocaba o se repetía en una hilera muy pareja. 
Hasta que el 6 de diciembre de 2015 Roly lo abocetó en la servilleta con que le habían acompañado un café. Cuando a Simplicito lo enfocó en primer plano, sobre aquella pieza de papel que los comensales destinan a limpiarse manos y boca, al personaje le nació decir: “Todo está sembrado, algún día ‘esto’ estará lleno de flores”. Y aquella reflexión obraría de profecía, porque desde su surgimiento a Simplicito solo le cupo multiplicarse. Incluso tras superar los 700 microrrelatos y encarnar algunos cortos de animación, ahora salió en formato libro. 
El tomo inaugural de una selección sobre el personaje se presentó en septiembre pasado en Appassionata (Santiago del Estero 915). 
Roly Arias ahora está embarcado en un derrotero europeo, sin una estricta agenda previa, que lo llevará durante más de un mes primero a recoger una muestra suya en Varese y por Barcelona y Milán. Con él va Simplicito, y ambos van a acogerse a las oportunidades de presentación “al nivel que sea” que vayan surgiendo. Muy adecuado para el peladito, que pasó de ser un agregado subrepticio en cuadros, a habitar las servilletas, de la comunicación a través de las redes sociales a la rigurosa edición. 
“Allá (por Europa) el personaje echado al ruedo es entendido y compartido. Lo sé por las redes sociales, peor voy a ver qué sucede sin nada programado. Al regreso de mi viaje seguramente cambiaremos, él y yo, porque los viajes tienen esa capacidad de transformanos. Uno separado de la rutina, que te marca pautas para seguir muy evidentes y que uno acepta, se permite visualizar caminos que no transita porque no los ve. Le estoy dando a este viaje un carácter de maduración”, contó Roly a El Tribuno.

La nostalgia

“Me gustaría una selfie donde se vea todo lo que he dejado atrás”. La primera viñeta del libro de Simplicito hace también a Roly volver la mirada sobre un hombro y resignificar sus momentos de espera. 
“El café, la birome que uno siempre carga y las servilletas conforman un combo tentador para mí. Los cafés son lugares en los miro a la gente y les voy inventando microhistorias, porque no sé si a los que tiene enfrente son primos o amantes, pero veo los gestos y me lo imagino. Todos tendemos a darle un sentido a eso que miramos y a suponer felicidades o desgracias de acuerdo con algunos signos que podamos notar. Luego me gusta pensar en la complicidad de alguien que llega y con quien puedo compartir la viñeta recién creada”, detalla Roly. 
De Simplicito con el tiempo se fue desvelando que tiene dos amores: una margarita y una mujer de ondulado pelo. Poco más. Según Roly, el personaje va cambiando y logrando alguna especificidad, pero el contexto queda en una nebulosa, no se sabe mucho quién es. “Puede ser un veterinario, un mecánico, un dibujante. Es cambio, prueba y evolución”. Dibujante autodidacta, la producción plástica de Roly ha sido expuesta en Italia, Brasil, Paraguay y Argentina. También ha dado charlas y talleres en Bolivia y México, y obtuvo premios internacionales. Sin embargo, la mayor sorpresa de su vida artística se la dio la producción de Simplicito. 
“Esto fue como subirse a una bicicleta y dar la primera pedaleada y saber que como no te caías te podías animar a una segunda, a una tercera y terminar por acostumbrarte a que podés andar. Esto lleva un tiempo de lograr que tenga una voz particular. Luego empecé a sentir que el próximo paso era entrar en el papel”, especificó. Justamente este proceso resultó muy particular, porque a través de las redes sociales Roly creó un personaje a la vista de la gente y esto le supuso abrirse a nuevos mercados y lectores. 
“Eso me seduce mucho porque es más amplio y los desafíos son distintos. Cuando hago una obra de arte no pienso en el que lo va a mirar, estoy muy concentrado en cuestiones personales, en cambio con Simplicito, pienso que lo va a leer alguien y que lo tiene que entender. Corrijo las palabras y lo voy depurando, tengo en cuenta muchos aspectos que tienen que ver con este tipo de comunicación”, admitió Roly. 
En relación con la lectura, el artista señaló que solo exige del lector un breve tiempo. “Puede ser que después se quede con esa idea y la madure o que después se acuerde, pero el momento de la comunicación es breve y efectivo”, indicó. 
Agregó que seleccionar de 700 viñetas un corpus de 50 no fue sencillo. “Me sentí como un cocinero que se va imaginando cómo quedará la sopa que está elaborando, pero que, en definitiva, se va a tomar la sopa que le salió”, expresó. 
Al tomar el libro contrastan agradablemente las servilletas puras y los dibujos que recrean en color otras viñetas que lo componen. La edición de Artes Gráficas, con fotografía de Salo Gerchinhoren y diseño gráfico de Rodrigo González Gomeza, es muy cuidada y se puede conseguir en Bjork (Caseros 525) y Appassionata (Santiago del Estero 915). 
El hado parece haber escrito para Simplicito un porvenir similar al de los personajes de Tutte, Liniers y Nick, que se multiplican en productos de librería y todo tipo de merchandising. Del peladito ya hay tazas y flores de cerámica del artista cordobés Pablo Curutchet. Incluso una broma obligada de Roly, que posteó en Facebook una imagen del “Simplicité, té para momentos especiales” desató una oleada de consultas acerca de las bocas de expendio de este “blend” inexistente. 
Para Simplicito tengo muchos proyectos, pero no quiero pasar mucho tiempo en la etapa de fantasía. A la vuelta de este viaje se viene otro formato de trabajo, porque si uno quiere hacer algo de calidad no puede ser un hobbie que no te genere ingresos”, definió Roly sobre el futuro de su personaje estrella. 
¿Sobre qué seguirá hablando? Le preguntamos. “Tiene un rango de opinión, de ser en el mundo, están los temas a los que se aboca y otros que no puede abordar. Como hacedor, en la mesa de dibujo me doy cuenta de que hay temas en los que no funciona. Tuve no sé si superar la frustración, pero sí entender que hay temas que no son de su incumbencia. Me ha pasado que esté enamorado y que sea un día tristísimo para el país y decido no publicarlo por sentir que él debería decir algo sobre este tema de coyuntura y no lo puedo hacer hablar. Luego me tranquilizo y entiendo que hasta en los momentos de guerra surge el amor”, acotó Roly. Entonces qué actitud toma cuando el mundo se ensombrece, deja de ser tibio y a Simplicito se le escurren los humeantes cafés, las lluvias serenas, los parlamentos con su margarita, los experimentos culinarios. Roly dijo, tras sumirse en una reflexión profunda, que en el ensayo “El falso problema de Ugolino” Jorge Luis Borges había definido que un personaje literario no era sino una “sarta de palabras”. “Creo que un personaje no es más que eso, sus palabras, y quizás Simplicito sea eso: 700 servilletas. No lo puedo imaginar cuando no habla ni cuando no surge”, comentó él, pero el lector puede tomarse la licencia de pensarlo en sus blancos “chapoteando unas horas en la vida, investigando por qué está triste y acostumbrándose a su esqueleto antiguo”, como lo haría Mario Benedetti. 

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