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Alcohol, nafta y muertes en Morillo: La resistencia y la valentía de la etnia son de las mujeres

La queja y el clamor en la noche fueron solo de las mujeres wichi. 
Lunes, 15 de octubre de 2018 03:00
Las voces de la esclavitud encubierta. Javier Corbalán.

El último acontecimiento mortal encendió la alarma generalizada en la zona del Chaco salteño.

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El último acontecimiento mortal encendió la alarma generalizada en la zona del Chaco salteño.

Las nafta y el alcohol solo afectan a los wichi y en escasa medida a los criollos, así lo aseguran los principales referentes de la zona de Coronel Solá (Morillo).

Del último caso mortal nadie dijo nada. Se lo llevaron urgente a Salta capital y de allí en el silencio se lo devolvieron a la familia para que sea enterrado sin pena ni gloria.

Sin embargo, los principales caciques de las diversas comunidades aborígenes del municipio no callaron y ya elevaron las quejas a las autoridades de la Provincia para que pongan fin a la venta libre de alcohol, naftas y drogas de todo tipo.

No pidieron nada especial, sino un poco de control. En ese contexto El Tribuno entrevistó en la comunidad Chañar 2 a cuatro adolescentes, quienes dialogaron y relataron paso a paso cómo consumen el alcohol que compran a diario.

Las adolescentes de 15, 16, 17 y 18 años confesaron que todas las noches se juntan a beber, junto a otros adolescentes, hasta quedar inconscientes.

Luego, con las complicaciones propias de su lengua nativa, dijeron que para tener alcohol trabajan en casas de familia donde les pagan un sueldo de 400 pesos al mes y en otros casos 150 pesos a la semana.

Las chicas recordaron con mucha tristeza cuando fueron a la escuela, ya que todas ellas abandonaron los estudios apenas llegaron a la adolescencia.

Dijeron que los miembros de su comunidad, cuando se encuentran alcoholizadas, no abusan sexualmente de ellas, pero un silencio de tristeza profunda las envolvió cuando la pregunta se dirigió hacia los criollos del lugar.

Al ser preguntadas de por qué se drogan o consumen alcohol dijeron no saber, pero que todos los chicos lo hacen porque no hay más qué hacer. "No hay trabajo ni sabemos hacer nada, solo podemos barrer", dijo casi quebrada en el bastión último de su orgullo.

La calle, aunque parecía vacía, a las 2 de la madrugada estaba poblada por decenas de curiosos amparados en la oscuridad.

Los hombres wichi bajaron la cabeza demolidos por una realidad y aturdidos por sus adiciones.

Las niñas y adolescentes alcoholizadas en las calles de Morillo. Javier Corbalán. 

Solo en la madrugada quedaron sobre la calle para clamar por su libertad de mujer, las más jóvenes, las más valientes.

Sus pares, padres y vecindario las miraban sin pronunciar palabra alguna. Cada queja es un silencio. Cada frase es un clamor.

Cada relato termina siempre en un abuso y cuando no en la explotación inhumana.

Tal como lo dicen docentes y algunos referentes criollos de la zona, los jóvenes adictos a las naftas y al alcohol de Coronel Sola y el Chaco salteño no pueden ser tratados como viciosos, sino que sus actos casi suicidas desnudan un trato desigual indignante, que solo la muerte en la calle pudo aumentar el volumen de su queja vergonzosa y casi inaudible.

Las mujeres wichi, las más jóvenes, las que aún no fueron madres, las más valientes, elevaron un petitorio oral desesperado que no puede ser soslayado ya por ningún gobierno del mundo.

El sueño de la igualdad 

En medio de la soledad de una comunidad wichi, a las 2 de la madrugada aún los niños juegan en las calles.
Alumbran las bolillas con linternas, mientras sus hermanos mayores, adolescentes, se drogan.
No más lejos y escondidas en sus ranchos las madres wichi observan la devastadora escena sin consuelo, ya que sus vidas transcurrieron de la misma manera, aunque entonces eran libres en sus tierras, de las que de a poco fueron desalojados.
Hoy están amontonados en comunidades que viven de las dádivas y de los negociados que esta asistencia oficial produce. La juventud wichi vencida por la indiferencia y los actos inhumanos se rebela de su esclavitud y huye en sueños de libertad etílica.
 

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