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Bolsonaro: a Dios rogando y con el mazo dando

Miércoles, 17 de octubre de 2018 00:00

La victoria de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales induce a centrar la atención en el fenómeno que encarna. Porque, más allá de las excentricidades del personaje, con Bolsonaro asciende al poder una nueva coalición de fuerzas que pretende impulsar el cambio más profundo de la historia brasileña de las últimas décadas. Esa coalición, que no es una coalición partidaria sino una coalición social, es resultado de la convergencia de tres actores fundamentales y de la acción silenciosa de un cuarto factor que actúa como un verdadero poder detrás del trono.

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La victoria de Jair Bolsonaro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales induce a centrar la atención en el fenómeno que encarna. Porque, más allá de las excentricidades del personaje, con Bolsonaro asciende al poder una nueva coalición de fuerzas que pretende impulsar el cambio más profundo de la historia brasileña de las últimas décadas. Esa coalición, que no es una coalición partidaria sino una coalición social, es resultado de la convergencia de tres actores fundamentales y de la acción silenciosa de un cuarto factor que actúa como un verdadero poder detrás del trono.

Las columnas

Esos tres actores, de naturaleza transpartidaria, son las iglesias evangélicas, el sector agropecuario y el movimiento de "mano dura" contra la delincuencia. Más allá de sus especificidades, los tres tienen una comunidad de valores expresada en un conservadorismo cultural, visceralmente opuesto a la izquierda. Pero detrás de esa confluencia están las Fuerzas Armadas, que a partir del repudio a la corrupción del sistema político y de la clase empresaria, potenciado por el "Lava Jato", y del creciente clima de inseguridad pública en las grandes ciudades, invadidas por el narcotráfico, son hoy la institución más prestigiada de la sociedad brasileña. Significativamente, estos tres actores ya tenían representación parlamentaria, a través de otros tantos bloques transversales que agrupan a legisladores de distintos partidos, aunque mayoritariamente ubicados del centro hacia la derecha del espectro político. Son la llamada "bancada de la Biblia", articulada en el Frente Parlamentario Evangélico, la "bancada de la vaca", expresada en el Frente Parlamentario Agrícola y la "bancada de la bala", nucleada en el Frente Parlamentario de Seguridad.

La Biblia: Las confesiones evangélicas, que hace medio siglo representaban apenas un 8% de la población, nuclean hoy al 30%. Este ascenso fue alentado por el régimen militar (1964-1985), que les brindó apoyo para contrapesar la influencia de la Iglesia Católica, cuya jerarquía estaba mayoritariamente ganada por la "teología de la liberación". Su organización más poderosa es la Iglesia Universal del Reino de Dios, propietaria de la cadena de televisión "Record", segunda del país después de la Red O Globo. Sus principales reivindicaciones, en especial la lucha contra la legalización del aborto y el rechazo al matrimonio igualitario, fueron enarboladas por Bolsonaro.

Las vacas: Los ruralistas representan a centenares de miles de pequeños, medianos y grandes productores que tienen incidencia en los estados de menor población. Por constituir el sector internacionalmente más competitivo de la economía brasileña, y por lo tanto más perjudicado por el proteccionismo, coinciden con el programa liberal enunciado por el economista de cabecera de Bolsonaro, Paulo Guedes, partidario de la apertura internacional y la reducción del tamaño del Estado.

La inseguridad: La corriente de "mano dura", cuyo ascenso fue de la mano del incremento de la delincuencia urbana, plantea el fortalecimiento de las fuerzas de seguridad, el endurecimiento de las leyes penales y procesales y la eliminación de las restricciones a la adquisición y tenencias de armas por los particulares para facilitarles el ejercicio del derecho a la legítima defensa. Esas demandas fueron asumidas por Bolsonaro como otro de sus ejes fundamentales de campaña.

El poder detrás del trono

No casualmente, estas tres grandes fuerzas constitutivas de la coalición de Bolsonaro se parecen como una gota de agua a la otra a tres columnas fundamentales que confluyeron en la coalición que en EEUU llevó a Donald Trump a la Casa Blanca: la derecha evangélica, los productores agrarios del Medio Oeste y la influyente Asociación Nacional del Rifle, con sus seis millones de afiliados. Pero, a falta de una estructura partidaria, el punto de articulación de la constelación "bolsonarista" son las Fuerzas Armadas, erigidas en la piedra angular del nuevo poder político.

A partir del estallido del "Lava Jato" a fines de 2013, cuando despuntaba el segundo y trunco mandato de Dilma Rousseff, los mandos militares repararon en Bolsonaro (un diputado que había sido capitán del Ejército) como una alternativa ante el vacío generado por el colapso de un sistema partidario carcomido por las acusaciones de corrupción.

Desde entonces, Bolsonaro fue asesorado por un equipo de generales directamente supervisado por el jefe del Ejército, general Eduardo Dias da Costa Villas Boas. El vínculo entre Bolsonaro y la cúpula castrense quedó oficializado en la elección de su compañero de fórmula: el general Antonio Hamilton Martins Mourao quien pasó a la fama en septiembre de 2017 cuando, en medio del "Lava Jato", en una exposición en la sede de la masonería, una institución sólidamente arraigada en la historia de Brasil.

Por la acción del Poder Judicial, retirando de la vida pública a los elementos involucrados en actos ilícitos, o las Fuerzas Armadas tendrán que hacerlo”.
El escándalo desatado por semejantes afirmaciones en boca de un general en actividad no le acarreó empero ninguna sanción disciplinaria. Días después, en una conferencia de prensa, Mourao señaló que “nosotros tenemos planes, muy bien hechos, así que en el presente momento lo que vislumbramos es que los poderes tendrán que buscar la solución; si no lo consiguen llegará la hora de que nosotros tengamos que imponer una solución”. El general recién pasó a retiro a principios de este año, en una ceremonia presidida por Dias Villas Boas, en la que pronunció un polémico discurso de despedida. Inmediatamente después se sumó a la campaña de Bolsonaro.

La señal inequívoca

El anuncio de la designación en el Ministerio de Defensa del general Augusto Heleno Ribeiro Pereira, ratificó que Bolsonaro pretende cogobernar con las Fuerzas Armadas.
El futuro ministro, que fue oficial instructor del cadete Bolsonaro en la Academia Militar, es un general de reconocida trayectoria, que pasó a retiro en mayo de 2011 tras ensayar una pública defensa del régimen militar y es conocido por su postura a favor del involucramiento directo de las Fuerzas Armadas en las tareas de seguridad interior. Según su visión, la tradicional distinción entre los conceptos de defensa nacional y de seguridad interior quedó obsoleta desde que el avance del narcotráfico en territorio brasileño adquirió la dimensión de una agresión externa que requiere una respuesta militar.
Es cierto que en el triunfo de Bolsonaro resultó determinante el rechazo a Lula y al Partido de los Trabajadores, pero no conviene ignorar que en esa opción está implícita también la elección de un rumbo estratégico y la consolidación de un nuevo bloque de poder que signará la historia de Brasil durante los próximos años. Como decía el gran filósofo judío Baruch Spinoza, “ni reír ni llorar: comprender”.
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