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La Iglesia Católica, en jaque por las denuncias de abusos sexuales

En el curso de este mes detuvieron a dos curas y un tercero espera para ser juzgado.La expectativa está centrada por otros casos que fueron denunciados públicamente.
Sabado, 20 de octubre de 2018 01:17

Desde hace poco menos de un mes la Iglesia Católica de Salta viene soportando con dureza los efectos del látigo impiadoso de las denuncias por abusos eclesiásticos. En el lapso de días dos sacerdotes cayeron presos, un tercero espera fecha de juicio y otros están en la mira de la Justicia.

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Desde hace poco menos de un mes la Iglesia Católica de Salta viene soportando con dureza los efectos del látigo impiadoso de las denuncias por abusos eclesiásticos. En el lapso de días dos sacerdotes cayeron presos, un tercero espera fecha de juicio y otros están en la mira de la Justicia.

Paradójicamente el escándalo estalló dos semanas después de que casi un millón de salteños renovaran su pacto de fe en la procesión del Señor y la Virgen del Milagro. Juan Carlos García, un exmonaguillo de la iglesia de Rosario de Lerma, fue el que puso el asunto en estado de ebullición. A partir de una denuncia pública, que El Tribuno difundió en su edición del 30 de septiembre pasado, se pudo conocer la dramática historia de este hombre que -según sus dichos- fue abusado por el cura Emilio Lamas.

El caso no era nuevo. Había ocurrido hace 27 años y a pesar de ser conocido por altos dignatarios de la Iglesia, desde un primer momento, se lo mantuvo oculto debajo de la alfombra, como sucedió con muchos casos de abusos sexuales que se destaparon a nivel mundial en los últimos años. García contó que todas las veces que quiso remover el asunto, la Iglesia le cerró las puertas y en ese sentido dio a conocer los nombres de los encubridores de Lamas. Entre ellos citó al exarzobispo de Salta, Moisés Julio Blanchoud, a quien su madre le relató su drama y se mantuvo en silencio.

La denuncia pública del exmonaguillo produjo un impacto de tal magnitud que obligó al Tribunal Eclesiástico a reunirse de urgencia para resolver la cuestión de Lamas. Fue así que en el lapso de cinco días expulsó del estado clerical al religioso denunciado por García. "El tribunal colegiado ha entendido por unanimidad que las acusaciones eran ciertas en su esencia", reza el lapidario dictamen. Con ello se confirmó con más fuerza el encubrimiento al que aludió el denunciante cuando recordó aquella reunión de su madre con Blanchoud, hace 27 años.

No solo la Iglesia se movilizó, sino la también la Justicia que extrajo de los archivos la denuncia que García había realizado en mayo del año pasado contra Lamas. El fiscal Federico Obeid lo citó a declarar y ordenó que fuera examinado por un médico de Tribunales para corroborar las secuelas del abuso que sufrió. Obeid procedió con la misma celeridad que el Tribunal Eclesiástico y sin más trámite, el jueves último, citó a Lamas a indagatoria, lo imputó por el delito de abuso sexual gravente ultrajante y dispuso su detención.

El ahora excura también fue acusado públicamente por Carla Morales, una mujer trans, también de Rosario de Lerma. Dijo que fue violada por el religioso cuando tenía entre 12 y 14 y recordó con lujo de detalles en qué circunstancias ocurrieron los ultrajes.

El otro detenido

Cual si fuera una acción sincronizada, un día después de que Lamas fuera expulsado de la Iglesia y que García se presentara a declarar ante el fiscal Obeid, en Tucumán la Policía detuvo al cura Nicolás Parma. Se trata de un exmiembro del instituto religioso "Hermanos Discípulos de Jesús de San Juan Bautista", fundado por el sacerdote Agustín Rosa Torino, quien espera ser juzgado, también por los delitos de abuso sexual gravemente ultrajante en perjuicio de dos exnovicios de su congregación.

Rosa Torino fue imputado por los mismos jóvenes que denunciaron a Parma por hechos similares ocurridos en Puerto Santa Cruz, provincia de Santa Cruz, a donde el instituto religioso tenía una sede. Por ese motivo Parma fue trasladado a esa ciudad del sur del país donde se tramita la causa a cargo de la jueza Noelia Ursino.

Sin bien las causas se tramitan en dos distritos, las víctimas y los victimarios son los mismos. Esto confirmaría con más fuerza el grado de perversidad y la cadena de encubrimiento que imperó entre los acusados y la manifiesta complicidad de otros religiosos, como lo manifestó uno de los denunciantes (ver El Tribuno de ayer).

Los exnovicios, oriundos de Cafayate y Buenos Aires, declararon que durante los cuatro años que permanecieron como internos en la iglesia Exaltación de la Cruz, en el sur, fueron víctimas de abusos sexuales por parte del cura Parma, a quien todos conocían como el "padre Felipe". Cuando los jóvenes empezaron a reclamar por volver a sus domicilios, Parma los envió a Salta para que se pongan a disposición del cura Rosa Torino.

Ellos pensaron que aquí estarían a salvo de los ultrajes, pero ocurrió todo los contrario. Contaron que Rosa Torino no solo les exigió que olvidaran y que perdonaran a Parma por los abusos, sino que los sometió a actos de tocamientos libidinosos en sus partes íntimas. Para terminar con su calvario, los jóvenes tuvieron que escaparse de la sede de la congregación, en la parroquia de la Santa Cruz, ubicada en la calle Santa Fe al 1200, en la capital salteña, donde permanecían virtualmente privados de su libertad.

El jueves pasado la fiscal de Graves Atentados contra la Integridad Sexual, Luján Sodero Calvet, requirió a la jueza Garantías Ada Zunino la elevación a juicio de la causa contra Rosa Torino. En un párrafo de la imputación la representante del Ministerio Público señala que los estudios psicológicos practicados a los exnovicios "fueron determinantes en cuanto al padecimiento de las víctimas, como así también respecto al perfil del acusado". Sodero Calvet dijo que las pericias "dan cuenta de la existencia de graves secuelas en la psiquis de los denunciantes, lo que permite inferir que se ha afectado su integridad psicofísica y sexual".

Aramayo en la picota

El escándalo también puso en el ojo de la tormenta a Néstor Aramayo, un cura que se desempeñó durante varios años en la parroquia María Reyna de barrio El Tribuno. Aramayo fue suspendido en marzo del año pasado por el Tribunal Eclesiástico a raíz de una denuncia por abuso sexual. La Iglesia le aplicó una sanción de dos años de suspención en el ejercicio del ministerio y la docencia, la que expirará dentro de 5 meses

"Mientras cumple con la pena está haciendo tratamiento psicológico", explicó el juez del Tribunal, Loyola Pintos y de Sancristóval. Esto implica que a partir de marzo de 2019 Aramayo quedará habilitado por la iglesia católica para ejercer de nuevo el sacerdocio.

La mujer que lo denunció hizo un crudo relato de los abusos que sufrió al ser entrevistada por El Tribuno (ver edición del 13 de octubre pasado). La víctima contó que sufrió los abusos en la adolescencia, entre los 14 y 18 años. Dijo que los ataques ocurrieron en distintas situaciones, sin acceso carnal, pero con maniobras de tocamientos en sus partes íntimas y presiones psicológicas.

Explicó que en el juicio eclesiástico se sintió revictimizada. Y lo graficó en estos términos: "Estás sentada en una habitación con un juez que es cura, un escribiente que es cura, un defensor que es cura. Yo no podía tener abogado y era la víctima. Era yo contra todos". Indicó que después de todo lo vivió, por el momento, no tiene previsto denunciar penalmente al suspendido Aramayo. ¿Intervendrá la Justicia?

 

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