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A sangre fría mataron a periodistas en sus casas, autos, bares, la calle y la redacción

La SIP registró 29 brutales crímenes, muchos aún siguen impunes. 
Domingo, 21 de octubre de 2018 01:07

“Los ataques de los motochorros se ejecutan con mayor violencia”. La mañana del domingo 14 de enero los salteños leían ese título principal en la tapa de diario El Tribuno. El 2018 arrancó sin dar tregua a la brutalidad. Ese día, pero en México, las páginas de internet y los periódicos reflejaban el primer asesinato de un periodista, ocurrido el día anterior. Carlos Domínguez fue atacado por una banda mientras viajaba en una camioneta junto a su hija por las calles de la ciudad de Nuevo Laredo. Le dieron más de 20 puñaladas. Tenía 69 años y ejercía el periodismo de manera independiente. 

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“Los ataques de los motochorros se ejecutan con mayor violencia”. La mañana del domingo 14 de enero los salteños leían ese título principal en la tapa de diario El Tribuno. El 2018 arrancó sin dar tregua a la brutalidad. Ese día, pero en México, las páginas de internet y los periódicos reflejaban el primer asesinato de un periodista, ocurrido el día anterior. Carlos Domínguez fue atacado por una banda mientras viajaba en una camioneta junto a su hija por las calles de la ciudad de Nuevo Laredo. Le dieron más de 20 puñaladas. Tenía 69 años y ejercía el periodismo de manera independiente. 

Con el correr de los meses corrió más sangre en México: se acallaron once voces, en una tierra enquistada por el crimen organizado.

En todo el continente, según denunció la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) que debate en Salta hasta mañana, asesinaron a 29 periodistas en 2018. 

Un silencio inquietante, perturbador, imperó en el Centro de Convenciones de Limache cuando recordaron, a través de fotografías proyectadas en una pantalla gigante, a los hombres y mujeres de prensa ejecutados en México, Estados Unidos, Brasil, Ecuador, Colombia, Guatemala y Nicaragua. Balaceras en la vía pública, en las casas, los autos, los bares y hasta en una redacción. Secuestros, emboscadas y mensajes mafiosos aparecen en las páginas oscuras que amenazan no solo la libertad de expresión, sino los derechos humanos.

“No más periodistas muertos”, clamaron en Chiapas el 23 de septiembre amigos, compañeros y colegas de Mario Gómez Sánchez, ultimado al salir de su casa por dos delincuentes que iban en moto. Cámaras de seguridad grabaron el hecho. Mario trabajaba como corresponsal de El Heraldo y había recibido amenazas. 

En agosto, el fotoperiodista Rodolfo García González apareció muerto en la calle junto a su moto, en Guanajuato. En julio, dispararon a quemarropas en un bar a Rubén Pat, editor del Playa News, y a José Guadalupe Chan Dzib, reportero de ese medio. Fueron ataques con 20 días de diferencia. En febrero, a la youtuber y periodista Pamela Montenegro conocida como “Nana Pelucas” la balearon en un restaurante. El humor político era su impronta. En ciudades mexicanas, sicarios ingresan sin problemas a las casas de los periodistas. A Luis Pérez García lo golpearon. Para no dejar rastros, incendiaron la vivienda con él adentro. 

Leobardo Vázquez Atzin, periodista digital, fue víctima de otra balacera. Lo sorprendieron afuera de su casa, al norte de Veracruz. 

A fines de mayo apareció el cuerpo de Héctor González Antonio en Tamaulipas, tras una fatal golpiza. El 15 de ese mes, Juan Carlos Huerta no llegó a conducir el noticiero, en Tabasco, pues lo atacaron al partir de su casa. 

En un triple crimen falleció una trabajadora de prensa, una candidata a concejal y un chofer. María del Sol Cruz Jarquín se desempeñaba como encargada del área de comunicación de la cartera de Asuntos Indígenas, pero estaba afectada a la campaña política del PRI. En el parabrisas de la camioneta quedaron secuelas del ataque armado. 

En Estados Unidos la violencia golpeó con todo en la redacción del Capital Gazette, en Maryland. El 28 de junio, un hombre que había sido vinculado a la violencia de género irrumpió en el edificio y mató a cuatro periodistas (Wendi Winters, Gerald Fischman, John McNamara y Rob Hiaasen) y a la publicista Rebecca Smith. 

Casi un mes antes, Zachary Stoner se estrelló con su auto tras perder el control por la balacera que padeció, en Chicago. 

Enero tuvo un inicio trágico para Brasil. El 16 de ese mes, en Radonia, Ueliton Bayer Brizon recibió disparos mientras viajaba en moto y al día siguiente Jefferson Pureza Lopes fue ultimado con tres tiros que le dieron en la cabeza, en su casa en la localidad de Edelina. En su domicilio también asesinaron a Marlon Carvalho Araújo, el 16 de agosto, en Bahía. 

La voz de Jairo Sousa se apagó el 21 de junio. Dos hombres que iban en moto apuntaron sin piedad contra el locutor. 

Los ecuatorianos Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra fueron secuestrados el 26 de marzo por un grupo disidente de las FARC, cuando intentaban hacer un trabajo de investigación para el diario El Comercio, en una zona limítrofe con Colombia. El 13 de abril, el presidente Lenín Moreno confirmó el triple homicidio. 

El joven periodista colombiano Jairo Alberto Calderón Plaza es otra de las víctimas de los sicarios motorizados. La tragedia fue el 2 de agosto, un día después del asesinato de Valentín Rúa Tezada, un locutor que fue baleado cerca de su casa. Había salido tras recibir un llamado telefónico. 

El 1 de febrero, un doble crimen sacudió a Guatemala: los cuerpos de Laurent Ángel Castillo Cifuentes y Luis Alfredo de León Miranda fueron encontrados en un cañaveral, atados de pies y manos, con signos de extrema violencia. En Nicaragua, en tanto, a Ángel Gahona lo mataron de un disparo mientras cumplía el trabajo de informar: transmitía en vivo por Facebook una protesta contra el gobier no. 

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