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Por infiel, se quedó sin novia, sin amante y... (sin suegra) 

Frase: “Cuando traicionas a alguien, también te traicionas a ti mismo”.
Domingo, 28 de octubre de 2018 01:05

No hay peor martirio para un hombre cuando su esposa, novia o algún familiar de ellas descubre de manera “in fraganti” que anda de “trampa”. Si a ese proceder se lo compara con un delito penal, desde ese mismo momento que cae en desgracia, el infiel sabe que su suerte está echada y que su condena al patíbulo es inapelable.

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No hay peor martirio para un hombre cuando su esposa, novia o algún familiar de ellas descubre de manera “in fraganti” que anda de “trampa”. Si a ese proceder se lo compara con un delito penal, desde ese mismo momento que cae en desgracia, el infiel sabe que su suerte está echada y que su condena al patíbulo es inapelable.

Para resolver estas cuestiones no existen tribunales de juicio, derecho a defensa, apelaciones, excarcelación, prisión domiciliaria, sobreseimiento, “in dubio pro reo” y otros beneficios que otorgan las leyes. Por eso, muchas veces, estas cosas terminan en separaciones y/o divorcios. En otras impera el “perdón”, sobre todo cuando la mujer no queda expuesta frente a los mordaces comentarios de la vecindad de que asume el papel una “cornuda” en potencia. En esto el orgullo personal juega un rol preponderante, pero aunque sea perdonado, el individuo queda marcado por siempre con la cruz de la traición. Sin embargo el desliz toma otra dimensión cuando es la suegra quien descubre que su hija está siendo víctima de un vil engaño. Cuando eso ocurre el asunto adquiere un tono castaño oscuro y es entendible que sea así. Ninguna mamá acepta que un Don Juan se burle de su hija. Y llegado el caso son capaces de armar un escándalo mayúsculo.

Los denominados hoteles alojamiento, albergues transitorios o casas de citas, son lugares donde aveces se pone al descubierto las andanzas de novios o esposos “piratas”. Bueno es aclarar que también se dan casos de mujeres en estos menesteres, pero son las menos, según dicen. Estas cosas salen a la luz, por lo general, por descuido o porque el deseo de la pareja de aplacar sus acaloradas hormonas es tan fuerte que no le permite tomar los recaudos pertinentes ni advertir los riesgos.

Esto es lo que le sucedió meses atrás a “Rafita”, un treintañero pintón, simpático, ganador. El muchacho estaba de novio con una linda chica del barrio con la que pensaba casarse, según le manifestó a los padres cuando pidió su mano. Al volante de su flamante 4x4 0 km, ploteada con la imagen de un potro salvaje en las puertas, visitaba todos los días a la joven, compartía asados con los familiares y salía de paseo con ellos. 

Para la madre de la chica, Doña Petrona, el novio era una “pinturita”, el príncipe azul soñado por la moza. “Rafita”estaba encantado con su suegra, quien le preparaba ricas empanadas de charqui los domingos y por eso, a veces, él la buscaba de su trabajo para que se ahorrara el colectivo. La mujer se desempeñaba como empleada de limpieza en un hotel alojamiento de Villa Palacios y lo divertía con las anécdotas que le comentaba acerca historias de infidelidades y de escándalos que ocurren en esos lugares.

-Espero que usted no ande en estas cositas, le dijo Doña Petrona con una voz aflautado y una sonrisa picarona.

-Jamás le haría eso a su hija, respondió “Rafita” con la misma expresión y el mismo gesto. Mintió.

Pese a estar comprometido “Rafita” jamás renunció a su fama de conquistador furtivo. Así fue como una noche le arrastró el ala a una voluptuosa muchacha que conoció en sus infaltable salidas nocturnas, luego de dejar en casa a su enamorada con el “verso” de que se iría a descansar.

Embelesado, como Michael Douglas en la película “Atracción Fatal”, el galán partió con la atractiva muchacha a uno de los moteles de la ruta 26 (camino a La Isla).

Esa noche, Doña Petrona fue llamada de urgencia para reemplazar a una empleada que faltó en la sucursal del “telo” que su patrón tenía en la ruta 26. Al ingresar por el sector del estacionamiento observó impávida la camioneta de su futuro yerno y se transfiguró. La reconoció por la foto ploteada del potro salvaje en las puertas y porque en el interior de la 4x4 daba sus últimos flameos la imagen colgante de San Valentín, el santo de los enamorados, que le había regalado al “príncipe” el día que éste se comprometió con su hija. Eso le indicó que ella había llegado al trabajo casi pisándole los talones al abanderado del neologismo del “poliamor”. 

La suegra, desencantada, recordó aquella conversación de las infidelidades en los moteles y no pudo contener su ira. Sin decir nada fue al vestidor, se cambió ropa y decidió darle un escarmiento al “gorreador”. En el momento en que la pareja degustaba las mieles del fugaz encuentro apareció en escena la enardecida suegra con la firme intención de sofocar las llamas del ardiente fuego en habitación 26. Ingresó por una puerta interna, prendió la luz y con la escoba molió a palos al infiel novio. Alertados por los gritos de la amante, el personal de seguridad salvó al desafortunado “picaflor” cuando la suegra se aprestaba a romperle la cabeza con la mesa de luz.

El caso fue que el joven no solo terminó en el hospital, sino que perdió a una fogosa amante, a una hermosa novia y a una “flor de suegra”.

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