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Rosa tiene 80 años y desde hace 20 cuida mercadería en la San Martín

Pese a las inclemencias del tiempo, trabaja todos los días a la intemperie y es muy querida por comerciantes
Domingo, 28 de octubre de 2018 01:05

Así llueva, truene o reine un sol infernal, Rosa Miranda, de 80 años, nunca falta al trabajo que realiza a la intemperie, desde hace 20 años. 

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Así llueva, truene o reine un sol infernal, Rosa Miranda, de 80 años, nunca falta al trabajo que realiza a la intemperie, desde hace 20 años. 

Si llueve, viste un piloto gris, botas de goma negras y porta un paraguas a cuadrillé celeste y negro. Si hace calor elige ropa y calzado liviano y cómodo, y su sombrero beige con cintas multicolor. Ella llega todos los días, a las 7 de la mañana, a una vereda de la avenida San Martín al 1200. Allí se sienta en un banquito y cuida la mercadería que transportan fleteros. 

“A mí me dicen Rosa Grande. Me ha bautizado así la gente porque hay otra Rosa que también trabaja en lo mismo que yo. Fue para no confundirnos”, explicó la mujer. 

Los empleados de los comercios de la zona le dejan verduras, frutas, fiambres y otros productos de almacén y Rosa Miranda los cuida hasta que llegue el fletero en su camioneta, realice la carga y emprenda el viaje. Al mediodía finaliza su horario laboral y se dirige a su hogar, en el barrio Tres Cerritos, en la zona de la última rotonda. La acompaña casi siempre el mayor de sus tres hijos. 

“Me gusta mi trabajo porque sino en la casa me aburro. Estoy viejita. No es un trabajo difícil. La gente ya me conoce mucho. Nunca tuve problemas con nadie, ni con Municipalidad, ni Tránsito. Saben quien soy. En un almacén, hasta me dan lugar para guardar mis bolsos”, contó Rosa. 

Cada fletero le paga unos 20 pesos a Rosa por cuidar la mercadería, aunque hay excepciones: algunos abonan 10 porque argumentan que “no les alcanza”. 

La mujer expresó que nunca suma lo que gana, sino que lo gasta en las compras para su almuerzo. Su platos favoritos son las milanesas de pollo o el pollo al horno. Es asmática así que siempre tiene un paf a mano en su riñonera. Explicó que por esa razón hace dieta de comidas livianas.

Ahora “esta muy fea la situación. Hay menos fleteros. Casi siempre trabajo para cuatro. En las buenas épocas, hace 10 años se trabajaba y se ganaba bien. Había el triple de fleteros. Encima ahora aumentaron todas las boletas de gas, luz”, aseguró. 

San Antonio de Los Cobres 

Rosa Miranda nació en San Antonio de Los Cobres, el 30 de agosto de 1938. “Cuando era chiquita mi mamá me regaló a una señora que se llamaba Fani y que me crió. Es que antes las mujeres acostumbraban a tener hijos y regalarlos porque no podían criarlos. No sé quien es mi madre biológica”, relató. 

A los tres años, Rosa vivía en la provincia de Jujuy, en una finca donde se cosechaba caña de azúcar y a los 12 años comenzó a trabajar como empleada doméstica sin retiro en la casa de una familia. 

“Fani me crió bien pero no me mandó a estudiar, ni a la escuela porque no le alcanzaba la plata. Tenía otros hijos. Yo sé leer poquito. Aprendí sola. En aquellas épocas no les pagaban un buen sueldo a las empleadas. Te daban comida y con eso debías conformarte”, expresó.

Pasaron 10 años y Rosa llegó a la capital salteña junto a una señora que le ofreció trabajar en una vivienda en Cerrillos. Posteriormente trabajó como empleada doméstica en la casa de una familia en el barrio Tres Cerritos. Un día mientras barría la vereda de la vivienda conoció a un muchacho: Eusebio Arnedo, un policía. Entablaron un noviazgo y luego de tres años se casaron. Tuvieron tres hijos. Tras 15 años, el esposo de Rosa murió en un accidente de tránsito. 

Rosa sostuvo que siempre se las rebuscó para salir adelante con sus hijos y que ellos son su orgullo. Ciro, el más grande, tiene 50 años y es fletero. Casi siempre la acompaña. Miguel Ángel tiene 49 y es comerciante y Darío 47 arregla computadoras. “Solita los he criado”, expresó la mujer con una sonrisa. Además tiene 11 nietos y tres bisnietos. Dijo que ya se acostumbró a trabajar pese a las inclemencias del tiempo porque le gusta. “Yo quiero decirles a todos que trabajen porque si hay trabajo. No hay que salir a robar o pedir. Nunca solicité ayuda de plata o donaciones. Me daría vergüenza hacerlo. Ni siquiera a mis hijos les pido que me ayuden porque no me hace falta. Aquí me conocen todos y me quieren mucho los dueños de almacenes. Uno, Luciano, es muy bueno conmigo. Creo que a mi edad estoy muy bien porque siempre he trabajado y lo seguiré haciendo”, finalizó. 

El cariño de la gente

Varios comerciantes de la zona de la avenida San Martín a 1200 contaron que Rosa es una mujer muy trabajadora y con gran humildad de corazón. Estos días en los que llovió, todas las mañanas, ella estuvo firme en su banquito, cuidando la mercadería. No falta nunca. Es un ejemplo, comentaron. 

“Si en el mundo hubieran personas como ella, con esas ganas de salir adelante pese a la adversidad, todo sería diferente”, agregó un empleado.

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