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Vecinos convirtieron un baldío en una plaza y en un modelo de gestión

El predio se ha convertido en un espacio de encuentro, esparcimiento y deportes en Cerrillos.
Domingo, 28 de octubre de 2018 14:51

Sobre calle César Cánepa Villar y a pocos metros de la ruta provincial 24 (Camino a Colón), en Cerrillos, existe una plazoleta que nació por iniciativa vecinal y que se ha convertido en un verdadero modelo de gestión en el Valle de Lerma. 
Diseñada con una delicada parquización y, a pesar de tratarse de una superficie limitada, cuenta con juegos infantiles, un parque salud y hasta una cancha de fútbol con iluminación propia para niños y jóvenes.
Hace poco más de cinco años era un baldío. La gente del lugar, cansada del basural que se había formado y de las alimañas que se habían afincado allí, pidieron los permisos correspondientes y machete en mano despejaron el predio, de unos 20 metros de ancho por unos 80 de largo, aproximadamente. Pusieron pinos, palmeras, rosales, margaritas, malvones, entre otras plantas ornamentales. Le sumaron bancos, tachos de residuos, macetas, tinajones, farolas, cartelería y todo lo necesario para hermosear el lugar y para comodidad de la gente.
Una vez más el espacio público -como lo marca la bibliografía- puede significar cosas diferentes para distintas personas o actores y, en muchos casos, adquiriere varios significantes. Para los vecinos del Bº Palo Marcado constituye un espacio de encuentro y esparcimiento, un proyecto que nuclea a jóvenes comprometidos que ven como con su esfuerzo la barriada se ha vuelto un lugar en el que vale la pena vivir y que puede ser disfrutada por grandes y chicos. Esta realidad contrasta con un pasado un tanto conflictivo en materia de seguridad, oscuro y olvidado.

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Sobre calle César Cánepa Villar y a pocos metros de la ruta provincial 24 (Camino a Colón), en Cerrillos, existe una plazoleta que nació por iniciativa vecinal y que se ha convertido en un verdadero modelo de gestión en el Valle de Lerma. 
Diseñada con una delicada parquización y, a pesar de tratarse de una superficie limitada, cuenta con juegos infantiles, un parque salud y hasta una cancha de fútbol con iluminación propia para niños y jóvenes.
Hace poco más de cinco años era un baldío. La gente del lugar, cansada del basural que se había formado y de las alimañas que se habían afincado allí, pidieron los permisos correspondientes y machete en mano despejaron el predio, de unos 20 metros de ancho por unos 80 de largo, aproximadamente. Pusieron pinos, palmeras, rosales, margaritas, malvones, entre otras plantas ornamentales. Le sumaron bancos, tachos de residuos, macetas, tinajones, farolas, cartelería y todo lo necesario para hermosear el lugar y para comodidad de la gente.
Una vez más el espacio público -como lo marca la bibliografía- puede significar cosas diferentes para distintas personas o actores y, en muchos casos, adquiriere varios significantes. Para los vecinos del Bº Palo Marcado constituye un espacio de encuentro y esparcimiento, un proyecto que nuclea a jóvenes comprometidos que ven como con su esfuerzo la barriada se ha vuelto un lugar en el que vale la pena vivir y que puede ser disfrutada por grandes y chicos. Esta realidad contrasta con un pasado un tanto conflictivo en materia de seguridad, oscuro y olvidado.

Un proyecto sustentable

El sábado último, en diálogo con El Tribuno, un joven que realizaba tareas de mantenimiento contó: “Para nosotros esta plaza es un orgullo y nos mantiene ocupados en el tiempo libre. Todos estos changos que se ven realizando distintos trabajos aquí ponen de su tiempo y esfuerzo. Es mucho mejor y más útil que estén aquí trabajando por la comunidad que tomando en una esquina. Y lo hacen voluntariamente. La intención principal es que la gente se sienta cómoda en la plaza, a gusto y que la disfrute a pleno”.
La iniciativa a demostrado sobradamente que es sustentable, ya pasaron más de cinco años y no solo se mantiene en perfectas condiciones, sino que incorpora contastamente mejoras. Cuenta con iluminación, cartelería y actualmente los “changos” de Palo Marcado están abocados a la instalación de sanitarios. Sí, baños públicos en la plazoleta comunitaria de la zona norte del casco urbano de la localidad. Con ese fin, pasaron el fin de semana cavando e instalando cañerías para conectarla a la red cloacal. 
“Pronto van a estar a disposición los baños. Espero que esto no le moleste a nadie, porque la idea es que se sigan incorporando servicios en el predio. Cuesta, es mucho esfuerzo, pero estamos decididos a seguir adelante”, contaron los vecinos que con pico y pala extendían una zanja para los desagües, mientras otros trabajaban en materia de construcción. 


 

El ejemplo

Un cartel en el centro de la plazoleta sintetiza el pensamiento del lugar: “El mundo no cambia con tu opinión, cambia con tu ejemplo”. El letrero se eleva por encima de otro de bienvenida y al lado de una cubierta de tractor, ingeniosamente convertida en un reloj. Ellos todo lo reciclan y en medio de las hamacas, calecita, subibaja y resbaladero, construyeron una cabañita de madera para el deleite de los más chiquitos.
El mantenimiento es constante a lo largo de todo el año. El pasto siempre está corto, las plantas saludables, los faroles con luminarias y los juegos sanos. “No falta quien deliberadamente rompe algo, pero rápidamente tratamos de arreglarlo. Lo más importante es que apuntamos a generar conciencia, de que esto es algo de todos y para todos, y que debemos cuidarlo”, señalaron los jóvenes.
El Parque Salud, con una decena de aparatos al aire libre, se ha convertido en centro de actividades físicas de cerrillanos de todas las edades. “Antes esta era una zona que si la podías evitar la evitabas. Hoy es un hermoso lugar al que venimos desde distintos puntos del pueblo a pasar un rato o hacer ejercicios”, contó una jubilada mientras usaba los aparatos de gimnasia. 

Un modelo de gestión

Tal vez sin proponérselo, los “changos” de Palo Marcado están marcando el camino hacia una “gestión asociada”, un objetivo que persiguen las urbanizaciones de vanguardia y que tanto les cuesta alcanzar. Este caso constituye una buena oportunidad para que desde el Estado se promueva una gestión participativa en los espacios públicos, como instrumento de cohesión comunitaria que impulse el desarrollo local. 
 

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