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Teresa Parodi y Víctor Heredia: “Emociona que la gente se apodere de nuestras canciones”

Los artistas, sinónimos indiscutidos de la canción latinoamericana, se reunirán por primera vez el sábado 6 de octubre en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Tal vez, allí brote la semilla que los traiga a diversas zonas de nuestro país, Salta incluida, con “Tu voz es mi voz”. Con ese anhelo y una inocultable admiración hacia el poeta, padre de “La pomeña”, recibieron en exclusiva a El Tribuno.
Jueves, 04 de octubre de 2018 08:53

 

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Marina Cavalletti 
Fotos gentileza Marisa Bonzón


“El hecho de que una canción siga viva porque la gente se ha apoderado de ella es algo que nos supera”. El padre de “El viejo Matías” y la madre de “María Va” se reunirán por primera vez en un concierto que, esperan, puedan llevar a todo el país. A días de estrenar la propuesta en Buenos Aires hablaron de este proyecto. Además, recordaron a Mercedes Sosa (hoy se cumplen 9 años de su fallecimiento. Ver más información página 27) y aseguraron que “Manuel Castilla es inmortal”.
“Cantar a Víctor es natural para mí desde siempre. Por ejemplo, desde que allá lejos en mi tierra sus versos claros, sus melodías profundas me llamaban a soñar la patria junto a otros, con esperanza inclaudicable de libertad y venturoso porvenir. Sus canciones son cántaros, sus canciones son banderas, sus canciones son hermanas y amorosas compañeras en los caminos que nos trajeron hasta aquí. Y siguen siendo consignas luminosas para nuestro pueblo”, comenta Teresa Parodi en referencia a Víctor Heredia. Él dice sobre la correntina: “Hay un rumor de bañado y silbidos de pájaros y río en las canciones de Teresa. Las tarareo y todo el paisaje correntino me abraza. Pueblos, gente, oficios duros, rostros humildes y serenos que expresan su esperanza, su dolor, sus pequeñas y familiares alegrías. Qué orgullo y honor tocar esas pinturas que son sus poemas, sus músicas”.
Es que los artistas, sinónimos indiscutidos de la canción latinoamericana, se reunirán por primera vez el sábado 6 de octubre en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Tal vez, allí brote la semilla que los traiga a diversas zonas de nuestro país, Salta incluida, con “Tu voz es mi voz”. Con ese anhelo y una inocultable admiración hacia el poeta, padre de “La pomeña”, recibieron en exclusiva a El Tribuno.
Los dos tienen una estrecha relación con la poesía. Es el caso de Manuel Castilla, en el centenario de su natalicio. ¿Qué los convoca a cantarlo, entre otros autores?
TP: En el concierto que estamos preparando vamos a hacer eso con una obra de Armando Tejada Gómez y de María Elena Walsh. Porque son referentes generacionales para nosotros, aunque sean de una época anterior a la nuestra; y también porque son eternos. Han superado a otras generaciones, han atravesado con su obra, y van a seguir atravesando con lo que crearon. Porque fueron voces naturales y emergentes de un país. Y eso me parece que los hace inmortales. Castilla, Tejada y muchos otros nacieron para siempre.
Si bien los dos tienen estilos que se emparentan, también son bien diferentes. ¿Cómo trabajaron los temas para el concierto que los reunirá en Buenos Aires, para no “imitar” al otro?
VH: Bueno, esa era la idea: cómo sería cantar Pedro Canoero o Esa musiquita, a tu estilo. Lo que quiero es que suene a Víctor Heredia, no que suene a Teresa Parodi.
TP: Él hizo su interpretación con algunas modificaciones a su forma rítmica. Las acomodó a él y están fantásticas. Les da su impronta y su visión, y eso es lo que nos importa. Cuando escuchamos un tema nuestro cantado por Liliana Herrero, queremos que suene a ella.
VH: O a Mercedes Sosa. Estamos hablando de gente que tiene una fuerza muy identificable y la tendrá por siempre. 
Y a la que tuvimos la dicha de conocer, de experimentar su poesía, su creatividad, su talento y compañía.
A propósito de Mercedes Sosa, con ella viajaron por Israel. ¿Cómo fue hacer esa gira con León Gieco y Mercedes en el año 2000?
TP: Para mí, una gira con Mercedes siempre era maravillosa. Ella sabía ser anfitriona de todos y cada uno. Sabía cuándo llamarnos al escenario y qué compartir con cada uno. Ella creaba el clima y era todo muy sencillo. Creaba también un clima de camaradería: íbamos a comer todos juntos y nos reíamos mucho.
Todo el grupo grande en Israel fuimos a visitar muchas cosas, como cuando conocimos el campus de una universidad. Hubo momentos muy fuertes que compartimos...
VH: ...Fue cuando plantamos un árbol por cada uno de nuestros desaparecidos. Cada uno por cada uno de sus muertos. Yo fui a plantar uno por mi hermana. Cada uno por un amigo o por un desaparecido.
Sin dudas, se trató de un momento muy especial...
TP: Así es, ese lugar se llama Nunca más. Hay una foto de eso en donde Víctor se agacha para plantar un árbol, donde cava sobre la tierra y nosotros estamos alrededor mirando. Él de golpe se conmociona tremendamente, y se levanta llorando. Yo lo recibo con el abrazo de compañero y también lloraba con él. Fue un momento terrible. Vivimos cosas muy hermosas en ese viaje con Mercedes.
VH: El rito de enterrar te pone en contacto con la tierra. Cuando vos despedís a un ser querido, lo normal es enterrarlo. Es como en Antígona: tirás un puñado de tierra como lo hizo ella con su hermano, y yo lo hice con mi hermana. Me puso en contacto con algo con lo que yo no había tenido oportunidad nunca, que era el hecho de despedir. Al desaparecido no lo despedís, lo estas esperando siempre.
La lejanía, en un sitio tan distante... ¿intensifica las emociones, la memoria?
TP: Ese momento fue tremendo, estábamos todos muy conmovidos, pero obviamente a Víctor le tocó vivirlo mucho más de cerca que a todos nosotros. También, otra de las veces fue cuando visitamos una escuela que se llamaba República. Había vuelto la democracia, pero todavía estábamos en este quiebre con la dictadura y de pasar por gobiernos débiles. Sentíamos que todavía algunos símbolos quedaban en manos de los militares. Entre otros, el himno. La gente no pidió que cantásemos el himno, pero estábamos en el escenario y empezamos a cantarlo como hacia adentro. Pero de repente comenzamos a cantarlo con una fuerza que yo nunca había visto.
Lloraba todo el mundo y nadie sabía qué era lo que estaba pasando. Todos sentíamos la voz del otro a nuestro lado con la sensación de que estábamos recuperando a nuestra patria.
Hablaban de los compositores eternos. ¿Tienen conciencia de que a esta altura ustedes ya son eso para otras generaciones?
VH: Yo prefiero no pensar en eso. A mí me impresiona mucho. Contaba una anécdota con alguien que yo siempre admiré mucho y que muchísimos argentinos admiran. Tuve el privilegio de ser amigo de él y se reía mucho de esto. Me refiero a Osvaldo Pugliese. Le decía: “Hola maestro, cómo está?”, y él me decía “Maestro será usted”. Porque de verdad, yo no pienso en eso. Siento, no solo como artista, también como hombre, que recién nací. Soy un niño en el cuerpo de un hombre de 71 años, y ojalá que siga siendo así, porque creo que todavía tengo que hacer un montón de cosas para merecer esto que me está pasando.
TP: Es así. Es increíble cuando vos escuchas tus canciones, que ya se fueron de vos y hay nuevas generaciones que las cantan y parte de la nuestra también. Porque a Víctor lo cantó infinitamente Mercedes Sosa y a mí también. A mí, que me cantó Zitarrosa, que era mi maestro al mismo tiempo y que todavía no lo puedo creer. Eso no lo decidimos nosotros, sino que lo hace la gente. Lo decide el pueblo, que es el destinatario último de nuestras canciones. Y eso de que siga estando viva una canción porque la gente se ha apoderado de ella, es algo que está más allá de nosotros. Es algo que no lo podemos pensar porque nos supera.
 


 

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