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Escapó de Venezuela y tras 5 semanas habló con su mamá

Erika, una joven venezolana que se gana la vida cantando en el centro.
Domingo, 07 de octubre de 2018 00:40

Cinco semanas de incertidumbre. Esa es la sensación que invadió profundamente a Erika Veliz, una joven artista venezolana que canta en la peatonal Caseros. Ella se gana la vida de esta forma, luego de huir de su país de origen debido a la crisis extrema. La muchacha tuvo que buscar nuevos horizontes en Argentina. Hace apenas dos días pudo comunicarse con su madre, quien le confesó que la situación allá está cada vez más dura.

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Cinco semanas de incertidumbre. Esa es la sensación que invadió profundamente a Erika Veliz, una joven artista venezolana que canta en la peatonal Caseros. Ella se gana la vida de esta forma, luego de huir de su país de origen debido a la crisis extrema. La muchacha tuvo que buscar nuevos horizontes en Argentina. Hace apenas dos días pudo comunicarse con su madre, quien le confesó que la situación allá está cada vez más dura.

“Estaba tocando y cantando en la peatonal Caseros como todos los días. En medio de un descanso revisé mi celular y entró una videollamada de un número desconocido. Me sorprendí. Cuando conteste vi la cara de mi madre, comencé a llorar de la emoción”, expresó la artista.

Lo primero que le pidió fue su “bendición”. Acto seguido le hizo una pregunta tras otra. Es que la ansiedad de saber y conocer cómo la están pasando sus seres queridos la sobrepasó.

“En medio de las consultas, le pregunté con insistencia sobre su salud, si estaba más delgada y ella me respondió que la situación sigue siendo muy difícil. Me dijo con resignación que no puede conseguir carne ni pollo. Saber eso me destroza el alma y el corazón”, relató la chica, al borde del llanto.

Con angustia, contó que su madre tiene 51 años y que nunca quiso demostrarle debilidad. “Conmigo siempre se mostró muy fuerte, pero yo sé que la aquejan varias dolencias como descalificación en los huesos y hernias en su espalda. Hace poco le diagnosticaron una afección en el cerebro que le genera calambres en todo el cuerpo”, sostuvo.

La joven venezolana recordó que permaneció muy delicada de salud cuando era adolescente. A los 13 años sufrió una crisis. Le detectaron un prolapso de la válvula mitral. La enfermedad crónica ocasiona que una de las válvulas del corazón no funcione bien. Requiere medicación para toda la vida.

“A pesar de que me medicaron yo sentía plena confianza en mi misma, algo me decía que no necesitaba vivir consumiendo pastillas, así que las dejé. Gracias al deporte me mantengo muy bien. Eso sí, nunca he abandonado los controles y exámenes de salud. Quizá por todo esto mi madre siempre me mantuvo al margen de sus dolencias”, dijo Erika con mucha emoción.

Una familia desintegrada

Por el fuerte impacto de la crisis económica en su país, la familia de Veliz, constituida por cinco integrantes, quedó desmembrada.

En Anaco, su ciudad natal, viven sus padres. Y en la ciudad de Puerto la Cruz quedó su hermano mayor, quien es médico, junto a su familia. Ir de una ciudad a la otra requiere dos horas aproximadamente.

“Muchas veces mi hermano me cuenta que se le mueren diariamente pacientes con cáncer por no tener dinero para acceder a los tratamientos. La situación es desesperante para los que necesitan diálisis”, puntualizó.

Actualmente la muchacha vive en Salta junto a su hermano, su cuñada y sus sobrinos, en un departamento que alquilan. Su hermano es ingeniero en sistemas y trabaja para el sustento diario de toda la familia, mientras Erika hace sus presentaciones musicales en la peatonal Caseros del microcentro salteño.

Cada vez son más quienes toman la decisión de llenar las pequeñas cajas que se encuentran al pie de su micrófono con algunos billetes. Ese dinero es el que la muchacha aporta para el alquiler.

“Con mis familiares dormimos en colchones prestados, porque lo poco que conseguimos lo destinamos a mis sobrinos, que son pequeños”, dijo.

Hace poco ella armó varios currículum y los dejó en diversas empresas. “Busco un empleo estable, pero hasta ahora no tuve resultados”, acotó.

La joven venezolana, el día en que se recibió.

Su vida en Venezuela

Erika recuerda su infancia con felicidad. Atrás quedaron aquellas épocas en la que jugaba contenta al kicking ball, un deporte similar al béisbol, junto a su equipo. Y también recuerda con gran nostalgia a su entrenador, un hombre al que estimaba como a un segundo padre. 

“Con toda sinceridad, él creía en mi potencial como deportista. En mi primer partido fue increíble la fuerza que saqué para patear la pelota, yo era muy pequeñita”, destacó la muchacha.

Su padre es analista de campo y su madre es costurera. “Con sus trabajos nos procuraron a mí y a mis hermanos todo lo necesario. Pudimos estudiar y recibirnos. A pesar del panorama económico, yo pude finalizar mis estudios a finales de enero de este año. Me recibí de técnica superior en Higiene y Seguridad en el Instituto Universitario de Tecnología de Administración Industrial”, expresó con orgullo.

En tres años realizó la carrera y, según relató la joven, al principio fue una elección para cumplir con el anhelo de sus padres de verla ser una profesional, pero luego terminó por gustarle y se sintió realizada.

Su pasión por la música es algo que siente desde pequeña y aunque en principio pensaba en ser deportista, cuando empezó a aprender música se desprendió de ese anhelo. De esta forma comenzó a cantar y tocar en su ciudad natal y se ganó el reconocimiento de su gente.

La joven manifestó con dejos de añoranza que en una oportunidad mantuvo una charla con el alcalde de Anaco, quién la felicito por ser una destacada artista.

“Aproveché el apoyo para solicitarle una máquina de coser industrial porque mi madre había costeado a crédito una máquina común que desafortunadamente había dejado de funcionar”, recordó.

Erika siempre quiso que su madre le confeccionara trajes para salir a cantar en el escenario “pero nunca llegamos con los costos para las telas, que son muy caras allá”, describió.

Es que la madre de la muchacha se dedicaba a coser para una amplia clientela en Anaco. Pese a la durísima crisis que afronta Venezuela “y sus dolencias, mi madre sueña con juntar dinero para comprar más máquinas y así ampliar su negocio. Ojalá algún día todo cambie y mi país se recupere. 

Me duele mucho Venezuela”, finalizó la joven artista que actualmente se gana la vida en suelo salteño.

La odisea para huir de su país

El Gobierno de Maduro pone trabas a las personas que quieren viajar.

Para salir de su país, la joven Erika Veliz tuvo que peregrinar casi dos años. 

Es que para evitar la emigración masiva el gobierno comandado por el presidente Nicólas Maduro obliga a los ciudadanos a rehacer una y mil veces cualquier trámite destinado a viajar al exterior. 

“Luego de sufrir el robo de mi cédula y documento estuve aguardando casi dos años para lograr recuperarlos. Pese a presentarme cinco veces con mi partida de nacimiento, me inventaron que tenía inconvenientes con mis huellas”, contó la artista.

Sin pasaporte

Otra complicación tuvo que ver con el pasaporte, por el cual debió luchar nueve meses. “Recordé que tenía una tía en Caracas y fue ella quien sacó adelante el trámite. Sin su ayuda no lo hubiera logrado”, rememoró.

A pesar de que la realidad de Erika hoy es otra, ella extraña su país. “Cuando me subí al primer micro sentía como me alejaba de mi país, lloré en todo el camino, no me lo creía”, finalizó.

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