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“El primer momento de la escritura es el de mayor libertad”

Entrevista a la escritora Luciana Sousa
Lunes, 08 de octubre de 2018 13:19

Luciana Sousa es una escritora sub 40 que acaba de reeditar su primera novela, Luro. La protagonista es una joven embarazada que trabaja en una estación de servicio, en un pequeño pueblo de la pampa argentina. Los días son idénticos, bajo la asfixia irreductible  del verano. Sin embargo, la monotonía se altera cuando la empleada encuentra a un inmigrante escondido en el baño, temeroso y hambriento. Con esta obra, Sousa, fue elegida por el Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años. A partir de ese reconocimiento, integró la antología Bogotá 39 publicada en 2018 en trece países de habla hispana a través de editoriales independientes. Sobre esta experiencia y la trastienda de su escritura, dialogó con El Tribuno.

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Luciana Sousa es una escritora sub 40 que acaba de reeditar su primera novela, Luro. La protagonista es una joven embarazada que trabaja en una estación de servicio, en un pequeño pueblo de la pampa argentina. Los días son idénticos, bajo la asfixia irreductible  del verano. Sin embargo, la monotonía se altera cuando la empleada encuentra a un inmigrante escondido en el baño, temeroso y hambriento. Con esta obra, Sousa, fue elegida por el Hay Festival como uno de los 39 mejores escritores latinoamericanos menores de 39 años. A partir de ese reconocimiento, integró la antología Bogotá 39 publicada en 2018 en trece países de habla hispana a través de editoriales independientes. Sobre esta experiencia y la trastienda de su escritura, dialogó con El Tribuno.

 Suele decirse que no hace falta una historia grandilocuente para hacer un buen libro ¿considerás que eso sucede con Luro, con ese micósmos que implica el lugar de paso?

Puede ser. Lo que sucede es que no sólo de la historia se hace el libro. Creo que la historia es un factor, importante, pero el cómo se cuenta esa historia es lo que hace una diferencia; tal como sucede con los relatos populares o los chistes, en donde lo que aporta el narrador o el cómico es fundamental. Estoy convencida de que las historias pueden ser contadas de numerosas maneras, y que cada una puede aportar cierta riqueza en la mirada, en las descripciones, en el punto de vista, en el tono.

 El libro, es casi una road movie, desde otro punto de vista, desde los que se quedan ¿qué te inquietó de la tensión entre el tedio y la sorpresa?

Los pueblos siempre me llamaron la atención por eso mismo; porque en apariencia no sucede nada, pero están pasando muchas cosas. Intenté trabajar con esa tensión. Tenía miedo, en cierto punto, de contagiarme de ese tedio, y contagiar al lector. Por eso también puse atención a la cuestión del ritmo. Y pensé el movimiento en función del deseo; no importa tanto que las cosas se concreten o no, lo importante es desearlas, porque ya entonces cambia la historia. Estos personajes, presuntamente satisfechos, sin ambiciones transparentes, empiezan a cambiar cuando ocurre algo que despierta en ellos una necesidad que antes no tenían.

Una joven embarazada, Sánchez y Julio son tres personajes que, al inicio de la novela, parecen resignados ante ese "no pasa nada" ¿cómo los construiste?

Cuando era chica viajaba a pescar con mi viejo a un pueblo que se llama San Blas, al sur de la provincia de Buenos Aires. Parábamos en las estaciones de servicio, bajábamos a comer, o a cargar nafta, y siempre nos llamaban la atención estos lugares y la gente que trabaja ahí. Incluso esos personajes que, como Sánchez, están siempre “pasando el tiempo” en bares.  Apelé a lo que recordaba de esas experiencias para construirlos.

¿Por qué elegiste a un afroamericano como elemento de quiebre, podría haber sido otra persona o situación la que torciera los acontecimientos?

La incorporación de un negro en la historia tenía que ver con incluir algo que, sin romper el verosímil, resultara disruptivo para este escenario. Y un negro perdido en la pampa, es disruptivo. El hecho de que no pudiera comunicarse con facilidad daba también pie para el equívoco, otro elemento que trabajé y que me parece que colabora a construir una historia cruel en cierto punto, pero que también contiene humor.

¿Creés que incluso por fuera de la literatura el otro, diverso, resulta disruptivo? ¿tu elección invita lateralmente a pensar en el racismo o la discriminación?

Cuando lo escribí no pensé en eso. Para mí, que vivo en Buenos Aires, ver un inmigrante no es disruptivo. Pero sí es verdad que en una porción de la gente el inmigrante en sí causa miedo o rechazo. Y de hecho así le pasa a Julio, en la historia. Creo que eso se debe hay que hay mucha ignorancia y muchísima falta de empatía. Aquí en Buenos Aires es frecuente que los afroamericanos vendan en la vía pública, y es también frecuente que la policía les decomise la mercadería o los detenga. Lo que no es natural es el intento formal, organizado, desde el Gobierno local o nacional, para ayudarlos a salir adelante. La mirada sobre ellos es punitiva, y los discursos que justifican todo esto es que vienen a sacarnos el laburo, o a vivir de los impuestos que pagan otros.  Sospecho que el objetivo final es desalentarlos para que no se radiquen acá. Me parece una mirada miserable, por más extendida en el mundo que esté.

 Luro tiró primero 70 ejemplares por Funesiana, con un concepto totalmente artesanal, la masividad que obtiene ahora ¿te hace repensarte como autora, sabiendo que la recepción será inevitablemente mayor?

Desde el momento en que decidí intentar publicar trato de pensar el asunto. Porque escribir, escribí siempre, y seguiré escribiendo, aún si no publico nunca más nada. Entonces el verdadero cambio se da ahí; cuando el libro empieza a circular, y se generan lecturas en torno a él. Por supuesto que la experiencia de publicar en una editorial como Tusquets es muy diferente a la de hacerlo en Funesiana, pero, como todo, creo que ambas instancias fueron necesarias, y complementarias, y que aprendí mucho, y me fue muy bien publicando primero en una editorial artesanal como Funesiana.

 Tu selección para Bogotá 39 ¿estableció un momento bisagra, cómo viviste entonces la experiencia?

Al principio con mucha sorpresa y cierto temor también.  Era una exposición a la que no estaba acostumbrada. Después, la experiencia en Colombia (y el reconocimiento, en general) resultó muy positiva para mí porque me alentó a ponerle más esfuerzo y dedicación a la escritura, por un lado, y porque me permitió conocer (y leer) autores latinoamericanos que son geniales y que no tenía en mi radar.

 En la Isla desierta de Arlt también un mulato desvía el orden de la historia,  en Pedro Páramo hay fantasmas, más allá de los autores con los que se pueda vincular la historia ¿hubo alguno que tomaste adrede o que es una influencia innegable en tu escritura?

No fue adrede, aunque están.  Yo trato de no pensar tanto en las influencias, y dejar que se filtren solas, las que se tengan que filtrar. En término generales, trato de no tener demasiada conciencia sobre lo que escribo, y dejo que las cosas salgan, al menos en un primer momento, porque estoy convencida que es el momento de mayor libertad, de asociación de cuestiones que andan dando vueltas y que de alguna manera extraña se conjugan en la historia que uno construye.

A mí tanto Arlt como Rulfo me parecen fundamentales en mi experiencia como lectora, pero también lo son Levrero,  Josefina Vicens, Bolaño, Sara Gallardo y Juan Ramón Ribeyro.

Finalmente,  ¿qué podés comentarnos de ese otro lenguaje que aparece en el libro dado por las ilustraciones? ¿en su historia y en su formato Luro  indaga sobre la otredad?

Las ilustraciones son de mi hermano, Agustín, que siempre tuvo muchísimo talento para el dibujo, y que de hecho hoy diseña tatuajes. Para mí tienen que ver con un concepto de libro que se propuso en Funesiana, artesanal, como mencionamos antes, al que le queríamos sumar un elemento gráfico, porque la novela es muy visual, y porque el tema y el tono lo permitían. Las imágenes transmiten esa soledad, el desamparo, pero también la ternura y la empatía que provoca esta historia.

 

Foto: gentileza Carla Masella

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