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Pilotos en la barricada

Miércoles, 14 de noviembre de 2018 00:00

Los gremios aeronáuticos, genéticamente, son gremios peronistas, nacidos en 1944, a partir de la gestión de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Al principio fueron tres, que federados firmaron el primer convenio colectivo del sector, en 1947. Después solo subsistió la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), que fue un sindicato peronista a la usanza de la época, no tenía enfrentamientos importantes, apoyaba al gobierno, hacía donaciones a la Fundación Eva Perón y esas cosas. No obstante esto, desde el primer momento hubo diferencias escalafonarias y de otros tipos entre los navegantes y los no navegantes.

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Los gremios aeronáuticos, genéticamente, son gremios peronistas, nacidos en 1944, a partir de la gestión de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Al principio fueron tres, que federados firmaron el primer convenio colectivo del sector, en 1947. Después solo subsistió la Asociación del Personal Aeronáutico (APA), que fue un sindicato peronista a la usanza de la época, no tenía enfrentamientos importantes, apoyaba al gobierno, hacía donaciones a la Fundación Eva Perón y esas cosas. No obstante esto, desde el primer momento hubo diferencias escalafonarias y de otros tipos entre los navegantes y los no navegantes.

En coincidencia con este ambiente, el primer conflicto que significó la suspensión de vuelos afectó al personal de empresas extranjeras (Panair do Brasil y Panagra), también representado por APA, a principios de 1950, por una cuestión salarial.

A partir de la creación de Aerolíneas Argentinas, en 1950, APA comenzó un proceso de consolidación como gremio estatal único, pero en 1952 se creó la Asociación Argentina de Aeronavegantes (AAA), que buscó representar a todo el personal que volara y obtuvo su personería gremial en 1953. Políticamente no tenía muchas diferencias con APA, pero su ámbito de trabajo era muy diferente.

Después del 55

En 1956, después de la caída de Perón, la legislación argentina admitió la operación de transportistas privados, en un proceso que fue -por lo menos- confuso y del que surgieron varias empresas de capital insuficiente, cuya única posibilidad de subsistencia era recibir subsidios similares a los que recibía Aerolíneas Argentinas. No había fondos para eso, y allí nació una puja entre los privados y la empresa estatal que, con algunos matices, subsiste hasta hoy. Al mismo tiempo la empresa estatal dejó de depender del Ministerio de Transporte y pasó a la Fuerza Aérea. Los dos sindicatos, que temían despidos en Aerolíneas, se alinearon automáticamente de su lado, sin comprender que también había trabajadores aeronáuticos en las privadas, otra cosa que subsiste desde entonces. En esa época se acuñó la expresión cielos soberanos.

A mediados de enero de 1957 estalló el primer conflicto serio de APA con Aerolíneas Argentinas, relacionado con la jornada laboral. Cuando algunos vuelos fueron afectados, la reacción de la Fuerza Aérea fue movilizar militarmente al personal de Ezeiza, aunque no había ninguna huelga declarada. Los servicios se reiniciaron, pero no se solucionó el tema de fondo, que se dejó para el futuro.

Las empresas privadas de aquellos años trataron de no estar sindicalizadas, pero cuando empezaron a atrasarse con el pago de salarios los trabajadores fueron a golpear las puertas de la APA, que terminó aceptándolos, pero siempre fueron agremiados "clase B", porque el número de afiliados de Aerolíneas los colocaba automáticamente en ese lugar.

El viejo tema de la jornada laboral trató de ser solucionado por Aerolíneas Argentinas en 1960 de modo unilateral, lo que dio lugar a una suave escalada de medidas gremiales que fue respondida por la empresa con el cierre de todas sus dependencias, en un inédito lock-out patronal salpicado de despidos. Hubo un acuerdo endeble, después de que los vuelos estuvieron suspendidos durante ocho días.

En esos años también comenzaron conflictos graves por temas de seguridad operacional, que era malísima, y la AAA sufrió la secesión de los pilotos que formaron su propio sindicato (APLA) y luego de los técnicos y los jerárquicos los siguieron, formando otros sindicatos (APTA y UPSA). Estas divisiones no fueron arbitrarias, porque las particularidades del trabajo, en todo el mundo, hacen que en las empresas aerocomerciales haya muchos sindicatos. Con esta experiencia, el sindicalismo aeronáutico adoptó el perfil conflictivo, con conflictos violentos. Durante casi todo junio de 1963 no hubo vuelos, y hubo muchos otros casos.

Una cuestión que favoreció estas situaciones tiene que ver con el hecho de que la empresa dependió hasta 1983 de la Fuerza Aérea, y sus máximas autoridades fueron oficiales del arma, que llegaban allí como a cualquier otro destino, pero no tenían la formación necesaria para tratar los temas empresarios y laborales del mundo civil, que nunca entendieron del todo. Con la llegada de la democracia, en 1983 los civiles tomaron el relevo, pero tampoco entendieron mucho. En 1986 hubo paros que significaron un mes y medio de suspensión de los vuelos, incluyendo una huelga de pilotos que duró veinticuatro días.

Y llegó Menem

Hubo un cambio cuando Menem decidió la privatización, que incluyó la absorción de Austral. Los españoles tampoco entendieron el ambiente o, quizás, no les interesó porque su objetivo nunca estuvo en la Argentina sino en solucionar problemas graves que tenía Iberia en Europa. Cuando lograron encaminarla (vía privatización), simplemente huyeron, dejando a la aviación argentina en manos del grupo Marsans, que solo buscó el beneficio de sus socios, que terminaron presos en España por esta actuación.

Los sindicatos tuvieron mucha actuación durante estos años, y comprobaron que, a pesar de algunas heridas (despidos), también podían actuar como siempre con las empresas privadas, porque en el fondo, el que estaba detrás de ellas era el Estado, que nunca estaba dispuesto a ir a fondo, y siempre cedía ante la presión sindical.

El único requisito para poder enfrentarlo era un sindicalismo monolítico, algo fácil de conseguir con un régimen de terror hacia sus afiliados.

El panorama no termina aquí. Existe un gremio para las empresas extranjeras, la Unión del Personal Aeronáutico de Empresas Privadas (Upadep), que se separó de APA en 1963, y que hoy además integra a buena parte de los trabajadores tercerizados por las aerolíneas, que están haciendo un giro hacia al trotskismo, pero su importancia relativa aún es pequeña..

El personal de control del tránsito aéreo siempre anduvo a los tumbos. Dependió del Ministerio de Transporte con el peronismo y de la Fuerza Aérea después, pero nunca fue del todo civil ni del todo militar, y su representación gremial también fue confusa. No obstante esto, ha sido capaz de tener varios conflictos abiertos o encubiertos y tiene su propio sindicato, la Asociación de Técnicos y Empleados de Protección y Seguridad a la Aeronavegación (Atepsa), fundado en 1960, que hoy disputa su representación en EANA (la empresa a cargo del sector) con ATE y APTA. El mapa del sector no se agota aquí.

Efervescencia posmoderna 

Si miramos el mundo, este es un momento de efervescencia del gremialismo aeronáutico. Las low cost europeas, empezando por la icónica Ryanair, están oficializando sindicatos luego de largos procesos y en Colombia, el año pasado, hubo una huelga de pilotos que luego de semanas fue ganada por la patronal. Todos están en contacto y miran al mundo como su ámbito de acción.

Así, los gremios aeronáuticos argentinos, en su conjunto y con independencia de sus internas, que son fuertes, se sienten invencibles para hacer lo que se les ocurra. La historia les muestra que han triunfado en todos los conflictos de los que han participado, fundamentalmente por la indecisión y timidez de las conducciones empresarias, que siempre fueron transitorias y los gobiernos que quieren que los servicios se presten, a cualquier costo, ya sea cediendo frente a los sindicatos o más grave, pagando déficits que no tienen sentido.

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