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"Iba a ser su última navegación"

La hermana de Víctor Enríquez contó que ya había pedido el cambio de sección.
Domingo, 18 de noviembre de 2018 00:00

Sentada en la puerta de su casa, con una bandera argentina de fondo que muestra fotos de su hermano, y con leyendas que enaltecen su heroísmo, Sintia se enorgullece de Víctor Enríquez. Pero su orgullo no es solo porque haya sido un tripulante del ARA San Juan.

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Sentada en la puerta de su casa, con una bandera argentina de fondo que muestra fotos de su hermano, y con leyendas que enaltecen su heroísmo, Sintia se enorgullece de Víctor Enríquez. Pero su orgullo no es solo porque haya sido un tripulante del ARA San Juan.

La adoración que muestra por su hermano mayor va más allá de insignias patrióticas y puestos oficiales, aunque lo reconozca como alguien que quería tanto a su país que se "paraba a cantar el himno donde sea que estuviera". Su orgullo se sostiene por aquel hermano mayor que se superó y "llegó, aunque le costó. Siempre resaltó entre sus amigos, entre la familia, y creo que en su trabajo también. Él trabajaba de lunes a viernes en la fuerza, y sábados y domingos era mozo. Quizás no le hacía falta, pero no era un tipo que se quedaba sentado", aseguró, maldormida. Hace dos noches, casi como una premonición de la noticia que recibiría, no consigue conciliar el sueño. "Te remaba todo", advirtió. El relato que comparte reafirma su parecer: "A los 12 años se escapó de la casa de sus abuelos y su papá para irse a vivir con mi mamá. Trabajó y la ayudó a pagar el viaje de egresados. Luego quiso entrar a la policía, y no pudo. El primer año que intentó entrar a la Armada rebotó por el psicológico, y después volvió a remar de nuevo y entró. Se puso a estudiar psicología, estuvo a punto de recibirse de psicólogo", repasa los logros de su hermano.

Víctor estaba a punto de cumplir 40 años antes de desaparecer junto con el submarino, festejo que había dejado planificado. "Iba a cumplir el 3 de diciembre. Había dejado el salón pagado, la torta", recordó su hermana. Otra de las proyecciones que tenía era dejar de navegar. Antes de embarcarse en lo que sería su último viaje, conversó con su hermano mayor, que vive en Ushuaia, "le dijo que iba a ser su última navegación, porque se había cansado y quería disfrutar más de la familia. Había pedido el pase", contó Sintia.

Enríquez era comunicante de la fuerza, por ello, y por su característico empuje, su familia esperó alguna señal. "Él era tan inteligente que estuvimos esperando señales para que se comunique. Capaz que intentó miles, pero capaz no se pudo, porque él estaba muy capacitado", analizó la mujer. "Si él ya era nuestro héroe... imaginate ahora", agregó.

Sintia sostiene la misma sensación que los demás familiares; "ellos supieron siempre dónde estaban", asegura. Tampoco tiene dudas sobre los motivos que desencadenaron una de las mayores tragedias marítimas del país. "Él una vez dijo que corría riesgo de que el submarino quede debajo del agua y no saldría nunca. Nosotros no le llevamos importancia porque nunca había pasado. El submarino no estaba apto, estaba atado con alambre. Pero él, como era, igual se iba a subir sin decir nada", advirtió.

La madre de Víctor está en Mar del Plata, y "espera poder verlo. Hasta el último día lo va a esperar". Los Enríquez también piden el cuerpo de su familiar: "Al no tenerlo, sin saber qué pasó, tenemos esa incertidumbre y ese nudo en la garganta que no se va. Queremos justicia, saber qué pasó", concluyó.

 

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