El hallazgo del submarino ARA San Juan ratifica una certeza dolorosa, las circunstancias de la muerte de 44 marinos en una tragedia ocurrida mientras cumplían tareas profesionales en defensa del territorio argentino.
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El hallazgo del submarino ARA San Juan ratifica una certeza dolorosa, las circunstancias de la muerte de 44 marinos en una tragedia ocurrida mientras cumplían tareas profesionales en defensa del territorio argentino.
Los familiares de las víctimas aspiran, como es razonable, a que les devuelvan los restos para darles sepultura.
La decisión de reflotar el casco de la nave debe tomarla, a partir de ahora, la jueza de Caleta Olivia, Marta Yáñez. Sin embargo, hay mucha información que debe ser procesada y completada para decidir si esa recuperación es posible; asimismo, verificar si en el interior de los restos de la nave aún se encuentran los cuerpos, y en qué estado.
El ARA San Juan fue encontrado por la compañía Ocean Infinity en una zona que coincide con las coordenadas que se trazaron a partir de la última comunicación de la tripulación con tierra, el "evento hidroacústico" detectado ese mismo 15 de noviembre de 2017 por la Organización para la Prohibición Total de Pruebas Nucleares y las hipótesis acerca del recorrido del submarino.
Está ubicado en un área donde la profundidad del mar es de 800 metros, pero con un suelo accidentado, donde los restos del vehículo están desparramados en un cañón, entre 70 y 130 metros más abajo.
Esa misma zona fue rastrillada desde el primer momento por las armadas de otros países que colaboraron en el rastreo. En principio, la diferencia en el resultado se explicaría por la tecnología de los submarinos no tripulados que utiliza Ocean Infinity.
Las autoridades y los expertos aconsejan "prudencia" para evitar que las primeras impresiones se transformen en certezas sin fundamento. Aparentemente, por alguna razón que debe ser confirmada (en principio, un incendio en las baterías que provoco la emanación de gases tóxicos) la nave cayó sin control desde una profundidad crucero, probablemente cerca de la superficie, y se depositó en el lecho del cañón, donde la presión del agua es ochenta veces superior a la atmosférica. Allí, se observaron a través de imágenes tomadas con ondas sonoras, al casco aplastado, la proa, la popa y la torre superior desparramadas junto a otros materiales del submarino.
Como suele ocurrir en todas las tragedias donde la verdad no aparece a la vista -especialmente, para los familiares de las víctimas-, las informaciones suministradas ayer clausuran muchas especulaciones.
"Se terminaron las elucubraciones", dijo la jueza Yáñez al conocer la noticia.
No se sabe a ciencia cierta qué pasó y si el accidente fue fruto de la fatalidad, el error humano o una negligencia culpable. Pero se descartaron, por ejemplo, versiones de un ataque militar o las denuncias sobre falta de voluntad en la búsqueda.
La historia de los naufragios demuestra lo difícil que es encontrar a un barco hundido. El navío estaba donde se calculaba desde el comienzo y no fue detectado por las flotas mejor equipadas del mundo.
La compañía Ocean Infinity había dado por terminada esta etapa de rastreo, pero antes de dejar el territorio argentino analizó con detenimiento, por rutina, un paquete de imágenes donde detectaron figuras compatibles con el ARA San Juan.
Los 44 tripulantes del submarino ofrendaron sus vidas en tareas de defensa de la soberanía argentina.
El Estado debe agotar las instancias para echar luz sobre las circunstancias que provocaron la tragedia, no solamente para llevar paz a los hogares de los caídos, sino porque así lo exige la profesionalidad militar.
Si hubo delitos de negligencia o corrupción en el mantenimiento del submarino, es tema que deberá determinar y, eventualmente, sancionar, la Justicia. Y si se trató de una fatalidad, es imprescindible tratar de establecer las causas, para evitar errores futuros.
Es difícil, pero la sociedad, las familias y las Fuerzas Armadas lo necesitan.