El proyecto de desarrollo de Salta debe ponerse enérgicamente en marcha, sin evasiones discursivas; tomando en cuenta que la provincia forma parte de un Mercosur que en una década va a ser el abastecedor del 50% de los alimentos del mundo. La III Jornada Anual de Prograno y la Asociación de Semilleros Argentinos, celebrada ayer en nuestra ciudad dio la oportunidad de avizorar los riesgos y las exigencias del mundo contemporáneo, al que el experto en temas internacionales Gustavo Idigoras no dudó en describir "envuelto en una guerra comercial entre Estados Unidos y Japón que representa la situación más explosiva desde 1945".
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El proyecto de desarrollo de Salta debe ponerse enérgicamente en marcha, sin evasiones discursivas; tomando en cuenta que la provincia forma parte de un Mercosur que en una década va a ser el abastecedor del 50% de los alimentos del mundo. La III Jornada Anual de Prograno y la Asociación de Semilleros Argentinos, celebrada ayer en nuestra ciudad dio la oportunidad de avizorar los riesgos y las exigencias del mundo contemporáneo, al que el experto en temas internacionales Gustavo Idigoras no dudó en describir "envuelto en una guerra comercial entre Estados Unidos y Japón que representa la situación más explosiva desde 1945".
El propósito de convertir a la Argentina en "supermercado del mundo" afronta un escenario condicionante. El futuro del Mercosur y su capacidad de adecuación a los nuevos tiempos es pieza clave: los países desarrollados quieren materia prima y el Mercosur necesita valor agregado. Por eso, aquellos ponen barreras para-arancelarias y entre ellas se destaca la "trazabilidad". Es decir, exigencias de orden ambiental y social que en nada se parecen a los desvaríos a los que nos tiene acostumbrado Greenpeace, sino de reglas de juego que el subsecretario de Agricultura de la Nación, Santiago del Solar, precisó como "todo lo contrario de manejarnos con conjeturas".
La jornada generó así un espacio muy favorable para repensar el rol de la producción agroalimentaria salteña, para abordar racionalmente un proyecto sustentable y para concebir la apertura de la economía como una necesidad insoslayable para modernizar a la provincia.
La jornada
El directivo de Prograno, Matías Uriburu, presentó la jornada con una consigna: "La coyuntura responde a lo urgente; el largo plazo, a lo necesario".
El presidente de la Asociación de Semilleros Argentinos, Alfredo Paseyro, sostuvo que "el futuro es confianza" y el desarrollo agroalimentario "necesita consenso y políticas públicas para alcanzar competitividad".
El presidente de Prograno, Lucas Norris, anticipó la necesidad de un acercamiento con la comunidad para neutralizar los temores que engendra el eco fundamentalismo. Por ese motivo, por la tarde, Jorge Giacobbe e Iván Ordóñez se refirieron a "qué piensa la ciudad sobre el campo" y a "saltar las tranqueras y transmitir lo que hacemos a nuestros vecinos y a nuestro país".
La ministra de Producción, Trabajo y Desarrollo Sustentable, Paula Bibini, ratificó los objetivos salteños de "competitividad, cadena de valor e industrialización; dijo que "las retenciones, los fletes y la presión tributaria ofrecen una coyuntura difícil" pero recordó que "el campo sabe dar el puntapié inicial y seguirá apostando al desarrollo de la economía regional".
Campo sustentable
El subsecretario Santiago del Solar ratificó el concepto de que "en el espíritu del Gobierno nacional, las retenciones son un pésimo impuesto; pero toda la presión tributaria es la consecuencia del verdadero problema, y es que hay que bajar el gasto a nivel nacional, provincial y municipal". Tras enumerar los avances logrados, especialmente, el incremento del 51% de las exportaciones de carne, sentenció: "Nos cerramos al comercio exterior durante 70 años".
La recuperación de los mercados externos es una prioridad y su suerte está cifrada a la del Mercosur. Argentina podría duplicar su producción de alimentos, generando pleno empleo, calidad de vida y valor agregado. Así se liberaría de los grandes carmas de los argentinos: déficit, inflación, deuda y default, con un secuela de desocupación y pobreza que ya se prolonga por cuatro décadas.
Pero, según los expositores, la política y la empresa plantean una "resistencia cultural a la apertura".
El campo vs. la política
Parafraseando a Alfredo Casero, podría decirse que los políticos escuchan (y le dan la razón) al "quiero flan" y los productores están obligados a crear las condiciones para que "haya flan". En el primer caso, se tiende a convertir un capricho en derecho; en el segundo, no es un capricho, de trata de satisfacer derechos reales como el trabajo, la capacidad de consumo y la calidad de vida de la gente.
Hay un divorcio entre la política y el campo, "pero la culpa es de ambas partes". Ayer hubo una autocrítica.
Álvaro Tomas, economista bonaerense y presidente de la Fundación Barbechando, y el diputado entrerriano radical Atilio Benedetti evocaron la experiencia de 2008, cuando el rechazo a la resolución 125 otorgó al campo protagonismo y enorme prestigio, no solo en las áreas rurales, sino entre los asalariados y desocupados de los conurbanos. La protesta logró un respaldo que demostró el fracaso de los mitos sobre "los terratenientes", los "explotadores" y sobre "la economía de subsistencia como el futuro del país". Era la época en que la soja era "un yuyito".
Pero resuelto el conflicto, los productores se volcaron "tranqueras adentro". Tomas y Benedetti hablaron del contraste entre el depliegue publicitario de los ambientalistas, el impacto que generan en la política y la orfandad comunicacional de los hombres de campo.