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El debate que divide a la izquierda europea

Europa ya no es el centro del mundo, siente el peso de la globalización, las migraciones y el deterioro de algunos sectores; y la vieja izquierda quedó encerrada en un laberinto. 
Jueves, 08 de noviembre de 2018 00:44

En las fuerzas de izquierda de distintos países de la Unión Europea empiezan a alzarse algunas voces disidentes que analizan las causas de su debacle política y proponen una visión más comprensiva de las causas del ascenso del populismo nacionalista, que no sólo crece en todo el viejo continente sino que, para bochorno de los desconcertados acólitos de Carlos Marx, ya sustituyó a socialistas y comunistas como expresión de la protesta "antisistema". Detrás de este revisionismo hay una necesidad de supervivencia política: todos los estudios sobre el avance electoral del nuevo nacionalismo coinciden en señalar que su principal base social es el antiguo electorado obrero que antes votaba a los socialistas y los comunistas.

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En las fuerzas de izquierda de distintos países de la Unión Europea empiezan a alzarse algunas voces disidentes que analizan las causas de su debacle política y proponen una visión más comprensiva de las causas del ascenso del populismo nacionalista, que no sólo crece en todo el viejo continente sino que, para bochorno de los desconcertados acólitos de Carlos Marx, ya sustituyó a socialistas y comunistas como expresión de la protesta "antisistema". Detrás de este revisionismo hay una necesidad de supervivencia política: todos los estudios sobre el avance electoral del nuevo nacionalismo coinciden en señalar que su principal base social es el antiguo electorado obrero que antes votaba a los socialistas y los comunistas.

En España, un grupo de calificados intelectuales izquierdistas, entre ellos Julio Anguita (antiguo jefe de la Izquierda Unida) y Manolo Monereo (padrino político de Pablo Iglesias, el líder de Podemos), anunciaron el lanzamiento de una nueva fuerza política, bautizada "Vox de Izquierdas", que pretende recuperar a sus antiguos votantes que descontentos con las propuestas tradicionales de sus partidos sobre seguridad, europeísmo e inmigración viran hacia las respuestas disruptivas de la "derecha alternativa".

Piedra del escándalo

Anguita y Monereo escandalizaron a sus conmilitones con una declaración conjunta que establece una caracterización ideológicamente "herética" de la coalición gobernante en Italia, integrada por el populismo de derecha, representado por la Liga Nacional, encabezada por el viceprimer ministro Mateo Salvini, y el populismo "posmoderno", encarnado por el Movimiento 5 Estrellas, representado en el gabinete por el Ministro de Desarrollo Social, Luigi Di Maio.

El texto denuncia "una coincidencia amplia entre la extrema izquierda y los apóstoles del neoliberalismo. Los dos dicen lo mismo, descalifican de la misma forma y definen al gobierno italiano en términos similares".

El disparador público de la polémica fue el conflicto suscitado entre el gobierno de Roma y las autoridades de la Unión Europea por el déficit del 2.4% del producto bruto interno previsto en el presupuesto italiano para el año próximo, que entre otras erogaciones sociales destina 10.000 millones de euros para financiar una renta mínima de 780 euros para cada ciudadano, y del llamado "Decreto Dignidad", que reduce la discrecionalidad empresaria para la contratación temporal de trabajadores y establece sanciones a las compañías que trasladen sus plantas productivas al exterior.

Pero Anguita fue mucho más allá de una interpretación de lo que sucede en Italia. Sus controvertidas apreciaciones agitaron la controversia sobre la candente discusión europea acerca de la inmigración africana. Señala que "el buenismo de la izquierda impide realizar una reflexión sobre cómo frenar o incluso acabar con los flujos migratorios". Afirma que "no podemos permitir que las personas mueran en el Mediterráneo, pero si no tienen derecho de asilo tenemos que enviarlos de vuelta a su país rápidamente".

Para provocar a sus detractores, el ex líder comunista pregunta: "¿Usted cree que cualquier país europeo, especialmente el nuestro, puede decir: venid todos los que queráis? Venga, ­que los buenistas lo digan!. ¿Millones? Compañeros del buenismo, ¿pueden venir millones? Enfrentaos a ese hecho. Lo que está pasando aquí ya ha pasado en la historia de la humanidad. Las migraciones acabaron con el Imperio Romano, y fue por fases".

Los obreros tienen patria

Lo de Anguita y los suyos no es un caso aislado. En otros países europeos, la izquierda afronta ese mismo debate. En Alemania, Sahra Wagenknetch, dirigente del partido Die Linke (La Izquierda), una escisión del Partido Socialdemócrata, advierte que la inmigración masiva perjudica a la clase trabajadora. Señala que "los límites para la acogida de personas son necesarios debido a que la capacidad no es ilimitada". Sus antiguos camaradas estigmatizaron su posición como de "izquierda xenófoba" y versión izquierdista del ultra derechismo de Alternativa por Alemania.

En Francia, Djordje Kuzmanovic, consejero en asuntos de defensa y política exterior de Jean-Luc Mélechon, líder de Francia Insumisa, expresión de la ultraizquierda gala, adhirió a la postura de Wagenknetch. En una entrevista periodística, expresó que "la buena conciencia de la izquierda impide pensar de forma concreta la manera de contener o eliminar los flujos migratorios". Con una retórica izquierdista, señaló que su posición obedecía a "un análisis puramente marxista: el capital está expandiendo su ejército industrial de reserva. Si es posible pagar salarios bajos a los trabajadores indocumentados esto reducirá todos los salarios. ¿Nos están diciendo que éste es un análisis de extrema derecha? Deben estar bromeando". A modo de propuesta, plantea sancionar a las empresas que contraten indocumentados.

En la propia Italia, Stefano Fassina, un ex dirigente comunista, lanzó el movimiento Patria y Constitución, que preconiza una "Europa de patrias soberanas" y pretende conciliar el ideario de la izquierda con la reivindicación de independencia económica italiana frente a los condicionamientos de la Unión Europea. Fassina ensaya una vía para la resurrección de la izquierda italiana en un paisaje político dominado por la polarización entre los populismos encarnados por la Liga Nacional y el Movimiento 5 Estrellas, que más allá de sus diferencias ideológicas confluyen en su rechazo al "super estado europeo".

Europa y el mundo global

Esta discusión suscitada dentro de la izquierda confirma que Europa Occidental recibe el impacto combinado de la globalización: "por arriba", en su dimensión productiva, por el traslado hacia el mundo emergente de las empresas multinacionales que buscan radicarse en países con salarios más bajos y menos impuestos, y "por abajo", en el plano demográfico, por el masivo flujo e inmigrantes que huyen de las crisis humanitarias que azotan el continente africano. De allí la resurrección del nacionalismo europeo contra el "europeísmo" cosmopolita.

Lo que todavía está ausente en ese debate, y no sólo en la izquierda, es que esa crisis estructural afectó la relevancia económica y geopolítica del viejo continente, atenazado entre la abrumadora supremacía tecnológica de Estados Unidos y el irrefrenable ascenso del mundo emergente, especialmente de Asia y en particular de China y la India, que sumados representan el 37% de la población mundial. Por primera vez en quinientos años, Europa dejó de ser el centro del mundo y los europeos, a izquierda y derecha del espectro político, añoran aquellos "viejos buenos tiempos". Como decía Marx, "la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos."

 

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