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Una mujer de Buenos Aires que quedó atrapada en la postal de La Caldera

Lo mío es Karina Laura Almirón, dulcera
Domingo, 02 de diciembre de 2018 00:52

Karina Laura Almirón es una de esas tantas personas que vienen de afuera y quedan atrapadas en una postal de Salta. Ella vivió 40 años en Buenos Aires y desde hace tres decidió cambiar su historia radicalmente: resolvió quedarse en La Caldera para vender dulces artesanales. 

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Karina Laura Almirón es una de esas tantas personas que vienen de afuera y quedan atrapadas en una postal de Salta. Ella vivió 40 años en Buenos Aires y desde hace tres decidió cambiar su historia radicalmente: resolvió quedarse en La Caldera para vender dulces artesanales. 

Un cambio así es un sueño para muchos, pero son pocos los que se animan. La mamá de Karina se llama Laura Ramos, una caldereña que se fue muy chica a probar suerte en la gran ciudad. Allí conoció a José Luis Almirón, con quien se casó y tuvieron 9 hijos. Laura y José fueron y vinieron constantemente entre Salta y Buenos Aires. De alguna manera Karina siempre estuvo en contacto con la tierra de su madre. Sin embargo, no se imaginaba que sería su lugar para vivir.

El desencadenante de un destino que se iba anunciando fue la muerte de José. Laura quedó viuda y lo único en lo que pensó fue en volver a La Caldera. Karina también se definió y decidió acompañarla en este quiebre de sus historias personales.

Hasta los 40 años Karina vivió en la localidad bonaerense de Glew. El último empleo que encontró fue el de mantenimiento en un jardín japonés del porteño barrio de Flores. Todos los días se levantaba antes de las cinco de la mañana para viajar por tres horas desde el sur del conurbano hasta su trabajo, ubicado al oeste de la Capital Federal. Otras tres horas demoraba en regresar a su casa si todo funcionaba bien. Se demoraba más si había cortes, piquetes, movilizaciones, retrasos en el tren de Constitución, paro de metrodelegados o cualquiera de los inconvenientes que ahora ve como una noticia lejana por televisión.

“Yo decidí venirme a La Caldera por mi mamá. Ya conocía el pueblo, pero siempre lo veía como demasiado tranquilo. Cuando lo visitaba, me tomaba el Saeta y me iba a la ciudad a escuchar un poco de ruido”, ríe.

En un salón del Cento Cultural América donde estará hasta hoy ofreciendo sus productos contó cómo llegó su decisión de vida.

“La vez que me vine definitivamente vi otra cosa. La Caldera tiene un magia especial por estar entre el río y los cerros. Su gente también tiene algo diferente, con su amabilidad. Yo venía desde una locura y encontraba de pronto la paz necesaria para estar con mi mamá. No tenía idea de qué iba a hacer o de qué iba a trabajar. Nos vinimos porque sí”, dijo.

Como primer paso, a buscar empleo. “Había dos cooperativas. Una textil y la otra de dulces artesanales. Me decidí por los dulces, porque fue lo que más me atrajo. Estaba casi al borde de la extinción la cooperativa. Con dos compañeras más y mi mamá logramos revertir la situación y levantarla lentamente”, explicó.

La cooperativa de dulces La Caldera se creó en el 2012 y fue inaugurada el 8 de marzo de ese año. A la fecha no se olvida más porque es el Día Internacional de la Mujer y la organización otorga a las caldereñas una oportunidad de agregar valor a su mano de obra.

Karina llegó para imprimirle la fuerza con la que se trabaja en una gran ciudad. Hoy se está levantando el negocio lentamente y ya se puede decir que es un emprendimiento que genera un buen ingreso, porque tiene un clientela salteña, además de beneficiarse de la estructura turística durante todo el año.

“Nosotras comenzamos a entrar a trabajar temprano”, recordó con simpatía. “Comenzamos a tener un horario de trabajo porque pensamos que esto es nuestro porvenir; pensamos en términos de emprendimiento”, dijo.

La cooperativa vende productos sin aditivos ni conservantes. Utilizan solamente frutas y azúcar. Además, esterilizan y cierran al vacío de manera natural. 

Trabajan con frutas de estación. En parte se obtienen por donaciones de los vecinos. Los dulces de durazno o ciruela surgen del producto de huertas familiares. Así, las trabajadoras cierran el círculo perfecto de una propuesta caldereña, orgánica y natural.

El grupo cuenta con asesoramiento del Estado. “No puedo dejar de nombrar a la ingeniera Daniela Monetta, de la Secretaría de Agricultura Familiar, que nos ayuda hasta con la venta”, expresó Karina.
También agradeció haber encontrado como sus compañeras a Marta Calisaya y Victoria Gauna.

Sobre los sueños

 Karina ve su futuro solo en La Caldera y está segura de que no se quiere ir más. Encontró su lugar en el mundo cerca del sonido del río que, gracias al silencio, llega hasta su casa.

Ya no recorre todos los días seis horas para ir desde su casa al trabajo. Camina una cuadra los domingos hasta la entrada del pueblo y allí se sienta a esperar a sus clientes. 

“Yo sueño con vender y que la cooperativa funcione como una empresa. Fuimos protagonistas de la reunión del G-20. Tuvimos la oportunidad de mantener una reunión con los chinos. Les regalamos dulces y se los llevaron para probarlos. Fue nuestra oportunidad y la queremos aprovechar porque ellos valoran lo artesanal”, concluyó.

El contacto para probar y comprar

 Quien quiera comprar los dulces de Karina Laura Almirón puede encontrarla todos los domingos en La Caldera, pasando el puente de acceso.

Como vende a hoteles y comedores, lo más seguro para conseguir sus productos es llamarla al 011 1557277454 para hacer un encargo. 

Hoy estará en el Centro Cultural América, en Mitre 23, participando de la muestra “Manos con identidad”. 

La exposición y venta de productos artesanales busca dar a conocer la actividad de emprendedores de Salta y Jujuy.

Habrá artesanías, tejidos, máscaras chané, vinos y, por supuesto, los dulces de la Cooperativa de Dulces La Caldera.
 

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