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“Aprendí a hacer artesanías mirando cómo las hacían los aborígenes”

Héctor Puca es artesano, padre de seis hijos y trabaja en madera de palo santo.
Domingo, 11 de marzo de 2018 00:17

Desde el interior de un vehículo gris, estacionado sobre calle Leguizamón, Héctor Raúl Puca saca bolsitas de nylon con maderitas de palo santo adentro. Las acomoda y las lleva hacia un puesto que tiene en la plaza Güemes, frente a la Legislatura.

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Desde el interior de un vehículo gris, estacionado sobre calle Leguizamón, Héctor Raúl Puca saca bolsitas de nylon con maderitas de palo santo adentro. Las acomoda y las lleva hacia un puesto que tiene en la plaza Güemes, frente a la Legislatura.

Con un caminar sereno y pausado las coloca sobre una mesita, en la parte posterior del puesto, y se sienta a un costado, en una reposera verde.

El tiene 49 años y trabaja vendiendo artesanías en esa feria desde hace seis. Antes lo hacía en la calle.

Plumas multicolores que cuelgan de grandes atrapasueños, morrales, pulseras y collares de semillas y, sobre todo, figuras grandes y medianas de animales realizados en madera de palo santo. También hay otros utensilios que llaman la atención de todo aquel que camina por la vereda de la plaza.

Héctor nació en el paraje Potrero, en Cachi, el 25 de septiembre de 1968. Junto a su familia, integrada por su madre, padre y ocho hermanos: tres varones y seis mujeres, vivían en una finca que arrendaban para criar animales. En aquel lugar casi inhóspito no tuvo oportunidad de terminar la primaria.

Fue hasta cuarto grado a una escuelita cercana a la que le costaba llegar.

Su pasión por la artesanía lo acompaña desde siempre. “Cuando era chiquito me encantaba ver cómo trabajaba mi abuelo Fredefino Vilte. Era carpintero y con la madera del cardón hacía unas lámparas grandes y hermosas”, recuerda, mientras sus ojos brillan.

A los 12 años, sus tíos maternos, quienes vivían en una casa sobre la calle Siria de la capital salteña, viajaron a aquel paraje de Cachi para buscarlo y traerlo a la ciudad para que trabajara como ayudante de albañil de su tío. Posteriormente sus hermanas y sus padres también arribaron y alquilaron una casa en Campo Quijano. Allí vive su madre actualmente.

“Queríamos salir del campo porque esa tierra no era nuestra, sino de un arrendador. Nosotros pagábamos el lugar para vivir y criar los animales. Tuvimos que decidir otro rumbo. A los 12 años aprendí de mi tío sobre construcción y albañilería, pero hace 30 también aprendí a hacer artesanías mirando a los aborígenes”, expresó Héctor a este diario.

Cuando tenía 20 años entró a trabajar como albañil a una empresa constructora que lo llevó al norte de la provincia para desempeñarse en una obra. “En el poco tiempo libre que tenía para almorzar o descansar conocí a muchos aborígenes de la Misión Chaqueña y la zona de Tartagal y Embarcación.

Ahí aprendí mucho más todavía. Me gustaba mirar cómo iban haciendo y trabajando las artesanías. Me interesaba mucho. Un día agarré la madera, imité todo lo que ellos hacían. Como yo ya sabía trabajar cardón, aprendí rápido a cepillar la madera, también tejer y todo lo demás. En poco tiempo empecé a vender tejidos en Tartagal”, contó.

Las claves para hacer artesanías, según Héctor, son la tranquilidad y la concentración. “Para poder hacerlas hay que estar tranquilo. A mí me gusta estar solo. Hay que concentrarse mucho. Cuando uno termina el trabajo se siente satisfecho de haberlo logrado”, dijo.

A los 26 años conoció a la mujer que luego se convertiría en su esposa. Tuvieron seis hijos: tres varones y tres mujeres que ahora tienen entre 15 a 24 años. Dos de ellos estudian en la UNSa las carreras de Nutrición y Enfermería. La familia vive en barrio Divino Niño.

“A veces se vende muy poco, otras veces la situación mejora. Cuando no me alcanza la plata me la rebusco vendiendo plantas y ropa en otras ferias, pero a pesar de todo ahora tengo un poco más de tiempo para pasear, disfrutar, cosa que antes no podía hacer porque trabajaba todo el tiempo”, señaló.

Y terminó con una frase: “Mi mayor satisfacción es que la gente me diga que mi artesanía es única y que no la ven en otro lado”.

Lindas y distintas

Todos los fines de semana Héctor trabaja en la feria de la plaza Güemes, frente a la Legislatura.

“En esta feria hay cosas lindas y distintas. Lo más novedoso y lo que más vendo ahora son los pinches para picada en forma de llamita o cardón”, destaca mientras exhibe uno de ellos.

Sobre la mesa de su puesto se observan además hermosas figuras de garzas, chuñas, cardenales, águilas, patos, caballos, toros y utensilios como cucharillas y ofladores trabajados en palo santo. También hay suris y lechucitas tejidas con fibras obtenidas del chaguar, mates de algarrobo, adornos con caña, semillas y flecos de chaguar, atrapasueños multicolor hechos con alambres, semillas y plumas, coqueras y llaveros de cuero y chaguar y collares de semillas.

“Lo que mayor valor tiene por el material y el tiempo que lleva trabajarlos son las aves y animales grandes y medianas. Para eso utilizo la madera del palo santo y las técnicas del formón, serrucho y lija. Lo más sencillo es elaborar pulseritas. Siento mucha felicidad cuando la gente dice que mis artesanías son originales ”, terminó.

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