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Carta de Francisco a los argentinos

Jueves, 22 de marzo de 2018 00:00

Mientras muchos analistas eclesiásticos, sociólogos e historiadores ensayaban escritos para evaluar el quinquenio de ministerio petrino del papa Francisco; el mismo, interrumpió el ayuno cuaresmal con una carta dirigida a todos los argentinos y argentinas.

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Mientras muchos analistas eclesiásticos, sociólogos e historiadores ensayaban escritos para evaluar el quinquenio de ministerio petrino del papa Francisco; el mismo, interrumpió el ayuno cuaresmal con una carta dirigida a todos los argentinos y argentinas.

La misiva entregada al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Ojea, expresa una conmoción por los saludos recibidos, desde los oficiales del presidente Mauricio Macri y su gobierno hasta las expresiones más diversas del ala política, de los movimientos sociales y de varias organizaciones religiosas, aun las no católicas.

Esa conmoción tiene mucho que ver con las imágenes que le llevan a diario de "su imagen", valga la redundancia, y el tratamiento que recibe de parte de no pocos argentinos.

Las cartas de salutación en el quinto aniversario de su pontificado evidencian el afecto y el respeto que se tiene por su persona.

El Papa sabe que más allá de las especulaciones políticas, el pueblo sencillo de la Argentina lo quiere y lo respeta, y espera su visita al país. El fogonero empuje contra la figura del Papa no solo proviene del ámbito político o periodístico, sino también de algunos sectores eclesiásticos.

Justamente, uno de los tres grandes problemas que afronta la iglesia argentina, además de la seguridad económica y el celibato, es el problema de la obediencia, pareciera que un espíritu rebelde siempre ronda por nuestros corazones. ¿O será simplemente, que nadie es profeta en su propia tierra?

En otro tramo de la breve y sustanciosa carta, recuerda el amor por su patria, que es la nuestra.

Haciendo memoria de una carta enviada al pueblo argentino en 2016, Francisco nos recordaba: "Está de más decir que yo hubiera querido ir a Argentina a beatificar a Mama Antula y a canonizar al Cura Brochero, pero no pude hacerlo. Ustedes no saben cuánto me gustaría volver a verlos". Y nos recordaba también: "Es el amor a la Patria que me lleva a eso y es lo que me lleva también a pedirles, una vez más, que se pongan la Patria al hombro, esa Patria que necesita que cada uno de nosotros le entreguemos lo mejor de nosotros mismos, para mejorar, crecer, madurar".

Insiste el Papa en la cultura del encuentro como un medio para aprender a convivir y a construir una patria de hermanos.

La cultura del encuentro propicia buscar siempre todo aquello que nos une por encima de las diferencias, y casi, como una fina ironía, destacando que la unidad es superior al conflicto, muestra como él mismo se ha convertido en una razón de coincidencia entre las diversas fuerzas políticas, sociales y religiosas del país, habitualmente, confrontadas.

Es posible encontrar muchos motivos que unan para trabajar por el bien de la gente.

El Papa, los políticos y actores sociales son pasajeros, el tiempo y la naturaleza van marcando ciclos que terminan y otros que comienzan, la única razón para trabajar en política es el bienestar de la gente. Y destaca el Santo Padre que más allá de su persona, como argentino, fue elegido para guiar a la Iglesia Católica en todo el mundo, un pastor para acompañar a más de mil seiscientos millones de creyentes.

Esto fue directo al corazón de los que ven en Francisco solo un político partidario que se inmiscuye en nuestros problemas cotidianos.

Y da otra estocada sutil a la recientemente planteada despenalización del aborto, pidiendo a los argentinos defender la vida y cuidar a los más débiles. La otra parte de la pelea deberán darla los obispos, sacerdotes y laicos, ojalá con la claridad y la contundencia que ya lo hicieron algunos pastores evangélicos.

En la carta de 2016 destacó la riqueza de nuestro país en recursos naturales y en paisajes y la solidaridad del pueblo argentino en circunstancias especiales, y esto es absolutamente cierto, pero también es cierto que se vive, no pocas veces, una esquizofrenia en materia de justicia social, por ello, al final de la carta reciente, nos pide a los argentinos que compartamos a manos llenas lo que Dios nos ha regalado y trabajemos por la justicia.

No en vano, en el Ángelus dominical de cuaresma sentenció que el mejor ayuno para algunos cristianos con responsabilidad empresarial es abonar los sueldos al día y en blanco, frente a la creciente desocupación o subocupación que marcan los índices de nuestro país, y de varios países emergentes, sobre todo en América Latina.

Lo más impactante, al menos para mí, fue el pedido de perdón a muchos argentinos que se sintieron ofendidos por sus gestos.

No dice cuáles gestos, pero dice, claramente, que, aunque Dios le confió una tarea muy importante, no lo libró de la fragilidad humana y de la posibilidad de equivocarse. Aquí nos sitúa derribando el mito de que el Papa es un superhéroe, para mostrarse plenamente humano, como el Cristo de la pasión.

Soy consciente de que muchos católicos no lo quieren, tal vez, porque idealizaron su imagen, pero Francisco tiene una misión muy concreta, reformar la iglesia y descascarar tanta hipocresía, al menos institucional; y mostrar una iglesia más humana, más encarnada, más preocupada por la gente, por los pobres de las periferias sociales, intelectuales, morales y sobre todo por los que no tienen trabajo, techo ni tierra.

Ojalá que, como dice una canción, pronto "retorne al dulce nido donde ayer nació".

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