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“Invisible”, la mirada del director Pablo Giorgelli sobre la adolescencia 

Mientras está en el tapete el debate sobre el aborto, el director cuenta cómo llegó al tema. Deja en claro que este, su segundo largometraje, no es militante, pero sí político.
Viernes, 23 de marzo de 2018 09:35

Marina Cavalletti
El Tribuno

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Marina Cavalletti
El Tribuno


La metáfora del muro de silencio circunda a la sociedad desde hace mucho y en estos días, sacudido por el asesinato de la líder feminista Marielle Franco en Brasil: además de darle título al recordado filme de Lita Santic, de 1993, se la utiliza como ejemplo de aquello a derribar en situaciones de violencia como violaciones a los Derechos Humanos o femicidios, entre otros hechos lamentables.
Sin embargo, el silencio, en algunos casos también puede ser una herramienta de lucha. Al menos así lo demuestra Pablo Giorgelli, un realizador en el cual la tensión entre la palabra y lo no dicho toma una potencia necesaria y atípica en los ruidosos tiempos que corren. “Invisible”, su trabajo más reciente, aborda con intensidad la soledad de una adolescente y un embarazo no deseado.
En medio de un encendido debate respecto de la despenalización del aborto, que divide a la sociedad, y que pronto se discutirá en el Congreso, el director estrenó su segundo largometraje tras “Las acacias” de 2011.
“Quería evitar el filme discursivo, panfletario, que levante el dedito y señale cómo deben ser las cosas y, por el contrario, enfocarme en el drama íntimo de esta joven y su contexto. Quería abordar el tema desde un lugar de mayor complejidad. Muchas veces, las películas discursivas intentan ser didácticas y justamente le quería escapar a eso, no me interesaba para nada. Quería hacer una película compleja, ambigua por momentos, que sea completada por el que la ve. Se termina de completar con la mirada del espectador. Ahí hay algo que me resulta interesante”, le explica Giorgelli a El Tribuno, y agrega: “no diría que es una película sobre el aborto, sino sobre una adolescencia desamparada, en nuestra ciudad de Buenos Aires, en nuestra Argentina hoy en día”.
“Invisible” pasó por festivales de Europa, de América Latina, también irá a Asia y tuvo un auspicioso inicio en el destacado Festival de Venecia. Satisfecho con las críticas, Giogelli asegura, además, que toma muy en cuenta los comentarios del público: “Tuvimos buenas críticas internacionales y en el país, por el tono, el punto de vista, la austeridad de la película. Estoy contento con eso. Aunque lo que más me queda es la devolución de la gente, que se acerca al finalizar la proyección conmovida, gente de todas las edades: una madre con su hija adolescente, una señora de sesenta que vivió algo similar a lo de Ely hace treinta años, eso pasó en Venecia. Gente movilizada y con necesidad de charlar. Ese es el mayor regalo que la película me puede dar. Deseo que pueda ser vista por un público lo más amplio posible, especialmente en América Latina donde excepto en Uruguay- la cuestión del aborto sigue siendo una asignatura pendiente”, enfatizó.
El creador de “Las acacias” revela que eligió correrse como autor, para que “Invisible” fuera narrada desde el punto de vista de una adolescente y no desde su visión de adulto: “De algún modo también la idea es que durante los minutos en que transcurre la película, el espectador se convierta un poco en Ely, y no juzgar, no decir cómo deben ser las cosas, mucho menos desde mi mirada de adulto. Yo no podía aparecer ahí dando mi opinión o aportando mi posición o mi mirada sobre determinadas cosas. Lo que tenía que hacer era entender a mi personaje para poder contar la película desde ahí.
Me costó mucho hacer esta película. Porque, obviamente tengo una distancia generacional importante con el personaje, y también de género. Entonces tuve que nutrirme y darme el tiempo de maduración. Por eso me toman tanto tiempo las películas: necesito entenderlas, madurarlas y transitar ese proceso para poder convertirme en mis personajes”, puntualiza.
Sobre Ely, la protagonista de “Invisible” dice: “Es alguien que aún está dentro del sistema y que lucha como puede con las herramientas y recursos que tiene para enfrentar a ese sistema que cada día la expulsa un poquito más, al igual que a su madre que, de algún modo, también es una víctima de ese contexto. Por supuesto, no les vamos a quitar responsabilidad: también son víctimas de su propia historia y de sus propias capacidades y limitaciones, pero también de ese contexto que empuja hacia los márgenes cada día un poquito más a un montón de gente. Sobre todo a personas que tienen herramientas y recursos limitados y que no saben cómo enfrentar las exigencias de este sistema capitalista”, subraya y añade: “Al entender que la película no debía juzgarla sino acompañarla, se desprende de ahí que no debía ser una película militante o discursiva respecto del tema del aborto”, relata, aunque aclara que, personalmente, está a favor de la despenalización.


Finalmente, el realizador destaca que “La película no es un instructivo sobre el embarazo adolescente o el aborto, es un hecho artístico” y considera que es “femenina, pero no feminista. Puede ser apoyada por el feminismo. Pero el feminismo tiene que ver más con la militancia, con la acción política y concreta para modificar nuestra realidad y calificar a la película de feminista quizá sea un poco atrevido, porque creo que es la lucha de un montón de mujeres y hombres que ponen el cuerpo día a día para lograr ese cambio social tan difícil. Sí creo que es una película femenina. Varias veces, algunas mujeres me dijeron que parecía dirigida por una mujer, y eso lo tomo como un gran elogio, me siento con la tarea cumplida”.
 

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