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La reaparición del poder militar en Brasil

Jueves, 19 de abril de 2018 00:00

Tom Jobim, uno de los íconos de la música popular brasileña, decía que "Brasil no es para aprendices". La advertencia cobra vigencia frente a la proliferación de interpretaciones disímiles ante el imprevisible escenario abierto por la detención de Lula, plagadas en muchos casos de la intención de trazar analogías que es más lo que confunden que lo que esclarecen, como ocurre con los forzados paralelismos entre lo ocurrido con el exmandatario y la situación que atraviesa Cristina Kirchner en la Argentina.

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Tom Jobim, uno de los íconos de la música popular brasileña, decía que "Brasil no es para aprendices". La advertencia cobra vigencia frente a la proliferación de interpretaciones disímiles ante el imprevisible escenario abierto por la detención de Lula, plagadas en muchos casos de la intención de trazar analogías que es más lo que confunden que lo que esclarecen, como ocurre con los forzados paralelismos entre lo ocurrido con el exmandatario y la situación que atraviesa Cristina Kirchner en la Argentina.

Nadie está en condiciones de vaticinar lo que sucederá en los próximos meses, pero entre los factores que será necesario computar en el análisis figura la irrupción de un acontecimiento llamado a influir en el marco regional: la reaparición de las Fuerzas Armadas como un actor político significativo en la principal potencia económica de América del Sur.

La advertencia formulada por el comandante en jefe del Ejército, general Eduardo Dias da Costa Villas Boas, quien -mientras el Tribunal Supremo deliberaba para decidir sobre el hábeas corpus de Lula- envió a través de Twitter una velada advertencia a los magistrados en el sentido de que los mandos militares coincidían con "la ciudadanía de bien" en su rechazo a la impunidad, no fue un rayo que cayó en medio de una noche estrellada, sino la coronación de una serie de episodios que indican un punto de inflexión en el proceso institucional iniciado con la restauración de la democracia en 1985.

En septiembre de 2017, en una exposición en una sede de la masonería, una institución sólidamente arraigada en la historia política de Brasil, el general Antonio Hamilton Martins Mourao, jefe de Finanzas del Comando en Jefe del Ejército, afirmó que "o las instituciones solucionan el problema político, por la acción del Poder Judicial, retirando de la vida pública a los elementos involucrados en actos ilícitos, o las Fuerzas Armadas tendrán que hacerlo".

Días después, en una conferencia de prensa, ante una pregunta sobre la posibilidad de una intervención militar ante el fenómeno de la corrupción, Mourao señaló que "nosotros tenemos planes, muy bien hechos, así que en el presente momento lo que vislumbramos es que los poderes tendrán que buscar la solución; si no lo consiguen, llegará la hora de que nosotros tengamos que imponer una solución".

Criticó también la Constitución de 1988, porque en su opinión garantiza muchos derechos a los ciudadanos y pocos deberes, y acusó a la dirigencia política de repartirse los cargos en los ministerios para "fabricar dinero".

En ninguna de esas ocasiones, Mourao fue sancionado y recién pasó a retiro hace escasas semanas, con un discurso de despedida en el que realizó una reivindicación del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, uno de los principales jefes del aparato represivo durante el régimen militar que gobernó entre 1964 y 1985, condenado por violación de los derechos humanos. Mourao tampoco ocultó su predilección por la candidatura presidencial de Jair Bolsonaro, un excapitán del Ejército, quien con una retórica ultraderechista está ubicado en el segundo lugar, después de Lula, en las encuestas electorales.

Corrupción e inseguridad pública

Desde la destitución de Dilma Rousseff, las Fuerzas Armadas ganaron espacio en la estructura gubernamental. Michael Temer, un debilitado presidente interino cuya imagen positiva en la opinión pública no supera el 6%, les cedió lugares claves de su administración. El último ejemplo fue la designación del general Joaquim Silva e Luna como ministro de Defensa. Desde el regreso de la democracia, es la primera vez que un jefe militar ocupa esa cartera.

Previamente, Temer tomó una decisión de altísimo impacto: la entrega al Ejército de la misión de restablecer la seguridad en Río de Janeiro, una ciudad azotada por la violencia derivado de la guerra entre las distintas bandas de narcotraficantes.

El general Walter Souza Braga Neto, puesto al comando de la operación, disparó una frase sugestiva: "Río es un laboratorio para Brasil". En ese contexto, el Congreso aprobó una reforma legal para restablecer la competencia de la justicia militar, en lugar de los tribunales ordinarios, en los delitos perpetrados por militares durante operaciones vinculadas con la seguridad interna.

La mayoría de los analistas coincide en señalar que este renaciente protagonismo militar cuenta con un respaldo significativo en la opinión pública. El hartazgo ante las denuncias de corrupción generalizada de la clase política y la preocupación ante la creciente inseguridad ciudadana son los ingredientes de un "cocktail" de alta peligrosidad política, simbolizado en el creciente reclamo de "mano dura".

Feministas de derecha

Esta "derechización" de una franja de la sociedad tiene múltiples expresiones. Sara Winter, una de las dirigentes feministas más conocidas de Brasil, protagonizó un asombroso giro ideológico. "Sé que puede sonar incómodo, pero de verdad si las mujeres vieran las propuestas de Bolsonaro se enamorarían de él como me pasa a mí", declaró. Se refería nada menos que a la iniciativa para establecer la castración química de los violadores. "Tenemos tantas congresistas feministas, por qué no lo propusieron antes? Bolsonaro lo hizo", insistió Winter.

Este giro cultural, influido por la prédica de las corrientes evangélicas, de enorme penetración en los medios populares, se reflejó también en Porto Alegre, cuando una exposición organizada por Gaudencio Fidelis, un prestigioso galerista, en la que conocidos artistas invitaban a reflexionar sobre el sexo, desató una escalada de protestas que hizo que el Banco Santander, patrocinante de la muestra, resolviera cerrarla. "Esto era impensable hasta hace poco. Ni en la dictadura ocurrió esto", se lamentó Fidelis.

Pedro Ferreira, cofundador del Movimiento Brasil Libre (MBL), una organización que impulsó las manifestaciones a favor de la destitución de Rousseff, tiene 2.500.000 seguidores en Facebook. Según Ferreira, internet facilita la difusión en la opinión pública del pensamiento "políticamente incorrecto". "Es por eso que tenemos a Trump, es por eso que tenemos el Brexit, es por eso que tenemos el MBL. Nosotros escuchamos la voz de la gente común", desafía.

En enero pasado, en una exposición en un seminario realizado en la Escuela de la Magistratura de Río de Janeiro, Villas Boas citó una encuesta del Instituto de Investigaciones de Paraná que revela que el 43% de los brasileños aprobarían una intervención militar. Aclaró, por las dudas, que esa eventualidad sería un "enorme retroceso".

Sin embargo, algunas interpretaciones suspicaces consignan que no la descartó por completo.

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