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Machismo, libros y escritores

Viernes, 20 de abril de 2018 00:00

Para comenzar, debemos distinguir entre el autor, el narrador y los personajes.

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Para comenzar, debemos distinguir entre el autor, el narrador y los personajes.

No son lo mismo.

La obra literaria no refleja ni dice necesariamente la personalidad del que escribe.

Pretender descubrir los motivos del escritor a través de su escritura, en lo que podría llamarse la psicocrítica, ha demostrado ya su fracaso.

Pero entonces, ¿quién escribe la obra literaria?

Para Freud no sería estrictamente el autor, sino sus fantasmas inconscientes, que a la vez se entrecruzan y expresan los fantasmas de una parte al menos de los lectores.

Podríamos decir: quienes escriben en el autor son los otros. En este sentido el autor no sería más que una especie de médium, de intermediario.

Ernesto Sábato en "El escritor y sus fantasmas" de 1963 desarrolla e ilustra sobre esta cuestión.

Por ello los temas de la literatura finalmente son unos pocos, los grandes temas de la condición humana: el amor, la muerte, el devenir, el tiempo, la infancia, la declinación, el malestar en la cultura, etc. Todo en última instancia va a parar ahí, aun cuando se escriban historias que no aborden expresamente esas cuestiones.

Jorge Luis Borges decía que nadie sabe lo que le es dado escribir. En la dedicatoria al lector en "Fervor de Buenos Aires" (1923), leemos: "Si las páginas de este libro consienten algún verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo, previamente..." .

En la historia de la literatura hubo, por ejemplo, escritores defensores de la nobleza o de los valores burgueses establecidos, cuyas novelas fueron leídas sin que el escritor se lo propusiera, como una crítica al orden social.

O escritores como Flaubert que conocían tan bien el alma femenina que pudieron describirla mejor que una mujer.

También hubo otros que en su vida personal fueron hombres machistas y que sin embargo en su escritura hicieron una defensa de las mujeres. Por el contrario, otros que no podrían ser acusados de machismo han producido obras que reflejan a sociedades machistas, como en el caso de Jorge Luis Borges, cuyos textos constituyen una denuncia de esas sociedades, por ejemplo, "El Evangelio según Marcos", "La noche de los dones", etc.

Las cautivas

Ya que mencionamos a Borges, digamos que en algunos de sus cuentos aparece la mujer degradada, la mujer objeto. Pensemos en "La intrusa", donde los hermanos Nilsen, criollos de Turdera, tratan a la mujer, la Juliana Burgos, como a una cosa, como si fuera el apero, la carreta, la rastra, una propiedad de los hombres, una mujer sometida e intercambiable a la que inclusive puede quitársele la vida en un acto de posesión total. O en el cuento "Hombre de la esquina rosada", y en la continuación de ese cuento, "Historia de Rosendo Juárez", la Lujanera es el trofeo del duelo entre los hombres. Esta concepción de la mujer remite a la temática de "las cautivas" en la literatura gauchesca.

Cabe aclarar que no todas las mujeres en Borges son mujeres degradadas, sino que también aparecen las mujeres idealizadas como la señora Rubio de Jáuregui en "La señora mayor" o Elvira de Alvear en el poema homónimo, representantes ellas de la misma Leonor Acevedo de Borges, la madre admirada y venerada por el escritor, aunque sin embargo, se podría también pensar que esta idealización no dejaría de constituir una visión de la mujer como pasiva, no independiente, atada a las costumbres y al lugar social asignado por los hombres.

Por otra parte, no podemos dejar de considerar que la degradación de la mujer en algunos cuentos de Borges como en "La intrusa", debe ser leída no como una adhesión al machismo, sino como una descripción de los modos de vida y de la violencia del arrabal y de los compadritos y que en definitiva se sitúan en una realidad social y un contexto.

Personajes y autores

Hemos aclarado al comienzo la diferencia entre autor, narrador y personaje, fundamental en una lectura que se aleje de la mera lectura ingenua. La tensión entre personaje y autor ha sido también tema de obras tan importantes como "Niebla" (1907), de Miguel de Unamuno o "Seis personajes en busca de autor" (1921), de Luigi Pirandello, donde los personajes buscan al autor y le imponen representar sus propios dramas.

Son fantasmas a la búsqueda de que alguien los escriba y les otorgue un lugar en el arte, fantasmas que se rebelan contra su creador en una suerte de duelo entre fantasmas porque, en última instancia, el autor también es un fantasma de sus lecturas, de su historia personal, de su procedencia social y generacional, de su tiempo, de lo que se narra, de lo que lo precede, el lenguaje, o el Gran Otro, que señala Lacan.

De este modo, el Borges de "El Aleph" es y no es Borges.

El Marcel de "En busca del tiempo perdido" es y no es Marcel Proust. Y así, en ese mar de identidades (o de nadas, como dice Borges) que hablan para constituir la literatura.

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