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La batalla decisiva

Sabado, 21 de abril de 2018 00:00

El pasado 14 de abril, se cumplieron 203 años del combate de Puesto Grande o Puesto del Marqués, episodio que marcó un punto de inflexión en la vida política y militar de Martín Miguel de Gemes.

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El pasado 14 de abril, se cumplieron 203 años del combate de Puesto Grande o Puesto del Marqués, episodio que marcó un punto de inflexión en la vida política y militar de Martín Miguel de Gemes.

Las desavenencias entre el jefe del Ejército Auxiliar del Perú, general José Rondeau y el caudillo salteño se habían agudizado. Gemes advertía no solamente el desorden en la conducta de los soldados y la falta de un plan estratégico que lo condujese a consolidar la Revolución de Mayo al Ejército patriota, sino serias falencias en la conducción y colegía que después de los desastres de Vilcapugio y Ayohuma, un tercer avance podría sellar para siempre la suerte del Alto Perú, actual Estado Plurinacional de Bolivia. Meses después se confirmarían sus pronósticos.

Puesto del Marqués está ubicado en el actual departamento jujeño de Cochinoca y era una de las propiedades de don Juan José Feliciano Fernández Campero, marqués del Valle de Tojo, popularmente conocido como el marqués de Yavi, quien primero sirvió al ejército real y luego de la Batalla de Salta combatió para las filas patriotas, hasta que fue capturado y torturado por los españoles en noviembre de 1816. Murió en Kingston, Jamaica mientras era conducido a España para ser juzgado, el 22 de octubre de 1820. Fue junto con Bonifacio Ruiz de los Llanos, uno de los jefes del Escuadrón Infernal de Gauchos de Línea, conocido como los Infernales.

Sorpresa o traición

El líder salteño también se había percatado que existían negociaciones ocultas, entre las autoridades porteñas enviadas por el director supremo Carlos María de Alvear y el virrey del Perú, Joaquín de la Pezuela. A su vez Alvear también había enviado emisarios a Europa, pretendiendo coronar a un noble; es decir estaba en las antípodas de la república que soñaba Mariano Moreno.

Poco antes del Combate de Puesto Grande, había ocurrido la llamada Sorpresa del Tejar, el 19 de febrero de 1815, donde el coronel Martín Rodríguez fue vencido fácilmente por las fuerzas realistas al mando del coronel Antonio Vigil y tomado prisionero. Dicho cautiverio resultó poco creíble para Gemes. De Del Tejar solamente pudo escaparse el entonces capitán Mariano Necochea, todos los soldados patriotas quedaron a merced del enemigo. Nunca pudo dilucidarse la verdad, es decir si la Sorpresa del Tejar fue una derrota o si fue una suerte de pacto espurio para negociar con los españoles. Fue el tiempo en que el fuego de la Revolución de Mayo comenzaba a palidecer y sólo Gemes lo mantenía vivo en su acción y pensamiento.

Desobediencia histórica

Entonces sobrevino una desobediencia histórica que marcó definitivamente el futuro de Gemes. Rondeau había puesto al mando del Regimiento de Dragones al coronel Francisco Fernández de la Cruz, a quien la historiografía erróneamente lo hace participar junto a Gemes en el Combate del Puesto Grande.

Dámaso Uriburu, enconado adversario político de Gemes, escribe en sus Memorias que el jefe salteño luchó solo con sus gauchos, al margen del Ejército Auxiliar en Puesto del Marqués, testimonio que resulta irrefutable por haber sido contemporáneo. Uriburu critica a Gemes por esta actitud tomada en soledad. Lo que realmente ocurrió es que el líder gaucho, por su cuenta y riesgo, mandó a sus escuadrones gauchos hasta ese momento a las órdenes de Rondeau y de la Cruz; al igual que lo había hecho heroicamente en Suipacha, atacó por sorpresa a los españoles. Lo que sí parece haber ocurrido, es que previamente a ordenar la carga, Gemes le pidió permiso a Fernández de la Cruz, habida cuenta que sus avanzadas y centinelas le habían informado que los españoles no esperaban ni por asomo recibir fuego enemigo.

Mientras tanto en la hacienda de Puesto Grande pernoctaba el coronel español Antonio Vigil y sus tropas. Vigil, un duro combatiente al servicio de la corona española era quien había triunfado en El Tejar. El Puesto Grande contaba con una residencia principal rodeada de un caserío, en medio de un campo yermo, árido y frío, propio de ciertos parajes de la Puna, donde los cielos se vuelven diáfanos en un azul profundo y todo parece quedar detenido en las alturas. Desde allí Vigil le había mandado parlamentarios a Rondeau, porque Martín Rodríguez le había asegurado que en lo inmediato no habría nuevas hostilidades. El jefe español pensaba que Rondeau se había estacionado con sus tropas en Humahuaca.

El gaucho Burela

Fue entonces, cuando aprovechando la quietud de la noche del 14 de abril de 1815, el comandante Luis Burela, viejo soldado gaucho curtido en las luchas de guerrillas, recibió la autorización de Gemes para entrar en combate. Los gauchos, como espectros fantasmagóricos, eran mirados con asombro por los soldados españoles de línea forjados en la disciplina de los cuarteles, que hacían un ruido entrecortado al aplaudirse la boca con una mano mientras gritaban, lo que generaba un ulular de voces que provocaba temor y desconcierto en las filas realistas.

Era el mismo sonido que hacían cuando rodeaban el ganado y que hasta hoy se escucha en los puesteros del monte de Salta. Y a continuación entró en combate Gemes quien aprovechó el desconcierto para causar una derrota súbita, sin que los españoles atinaran a defenderse o a dar respuesta alguna.

Relata Bernardo Frías que a esta altura del suceso, no se oía otra cosa en el campo de batalla que tiros y alaridos terribles, ni se alcanzaba a ver más que soldados desbandados y despavoridos. A raíz de este significativo triunfo se tomaron armas, municiones y pertrechos de guerra. Aquellos campesinos de caras curtidas, convertidos en jinetes indómitos, que no reconocían otro jefe que no fuese Martín Güemes, se alzaron con un triunfo clave.

La frustración del Alto Perú

A partir de esa victoria, Güemes tomó la decisión de retirarse para siempre junto a sus capitanes y gauchos del Ejército Auxiliar del Perú. Se había convencido de que una nueva campaña al Alto Perú terminaría en una catástrofe, como efectivamente sucedió posteriormente con la derrota de Sipe Sipe, el 29 de noviembre de 1815, lo que trajo aparejado la pérdida definitiva para la causa nacional del actual territorio boliviano. Es decir que el jefe salteño fue premonitorio. Como también debe recordarse que en la idea geopolítica de Güemes la frontera era el río Desaguadero -actual límite internacional entre Perú y Bolivia- no La Quiaca, cuando quiere circunscribírselo a defensor de la frontera norte. El proyecto güemesiano era abarcador de una región mucho más vasta y tenía alcances muy superiores al que por muchos años se lo redujo.

Separado del Ejército Auxiliar al mando de Rondeau, Güemes se dirigió a Jujuy, tomó la plaza de armas y se apoderó de todo el armamento, actitud que produjo escozor tanto en la jefatura del Ejército como en las autoridades porteñas y siguió viaje a Salta, donde resultaría electo gobernador y se consolidaría por los seis años siguientes, hasta su muerte, como el líder indiscutido de la región defendiendo un proyecto confederativo de Nación que jalonó el nacimiento de la identidad nacional argentina, aunque por aquel entonces nuestro país, todavía en ciernes, se llamaba Provincias Unidas del Río de la Plata.

Puesto del Marqués definió al estadista y al jefe militar con sentido estratégico y consolidó desde allí la conciencia nacional que había nacido con la Revolución de Mayo. Cuando en Salta aún se discuten nombres de calles y arterias, la Batalla del Puesto Grande merecería un reconocimiento preferencial.

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