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25 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Martin Scorsese ganó el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2018

El jurado destacó la renovación realizada por el director a lo largo de más de una veintena de películas que lo convierten en “una figura indiscutible del cine contemporáneo”.
Miércoles, 25 de abril de 2018 12:38

Culpa y redención; montaje desenfrenado con una cámara en constante movimiento; personajes siempre más grandes que la vida, y un apasionado e indestructible amor por el cine. Esas son algunas de las razones que han convertido al cineasta estadounidense Martin Scorsese en un mito contemporáneo, y más de una de ellas habrán cruzado por la mente del jurado que ha otorgado el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2018 a Scorsese (Nueva York, 1942). 
Su carrera arrancó en su ciudad natal al mismo tiempo que empezaba el triunfo del “Nuevo Hollywood”, movimiento en el que entró Scorsese, y una revolución que acabó devorada por los más jóvenes de sus integrantes: George Lucas y Steven Spielberg. Pero de todos ellos, el que ha aguantado en activo con mayor lucidez ha sido Scorsese, una especie de padre de Tarantino para las nuevas generaciones y el creador que supo llevar al cine el desenfreno y la negrura de los 70 y plasmar en películas el subidón que provocan las drogas y la violencia en el ser humano. 
Por cierto, con su galardón, justificado por el jurado por ser “uno de los directores de cine más destacados del movimiento de renovación cinematográfica surgido en los años setenta del siglo XX, por la trascendencia de su labor creadora y por mantiene actualmente en plena actividad, aunando en su obra, con maestría, innovación y clasicismo”, la Fundación Princesa de Asturias ya ha premiado a los tres grandes cineastas neoyorquinos: Woody Allen, Francis Ford Coppola y ahora Scorsese.
El director de “Toro salvaje” es, además, uno de los fundadores de World Cinema Foundation, a través de la que realiza “una intensa y amplia tarea de recuperación, restauración y difusión del patrimonio cinematográfico histórico en todo el mundo”, según el jurado.

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Culpa y redención; montaje desenfrenado con una cámara en constante movimiento; personajes siempre más grandes que la vida, y un apasionado e indestructible amor por el cine. Esas son algunas de las razones que han convertido al cineasta estadounidense Martin Scorsese en un mito contemporáneo, y más de una de ellas habrán cruzado por la mente del jurado que ha otorgado el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2018 a Scorsese (Nueva York, 1942). 
Su carrera arrancó en su ciudad natal al mismo tiempo que empezaba el triunfo del “Nuevo Hollywood”, movimiento en el que entró Scorsese, y una revolución que acabó devorada por los más jóvenes de sus integrantes: George Lucas y Steven Spielberg. Pero de todos ellos, el que ha aguantado en activo con mayor lucidez ha sido Scorsese, una especie de padre de Tarantino para las nuevas generaciones y el creador que supo llevar al cine el desenfreno y la negrura de los 70 y plasmar en películas el subidón que provocan las drogas y la violencia en el ser humano. 
Por cierto, con su galardón, justificado por el jurado por ser “uno de los directores de cine más destacados del movimiento de renovación cinematográfica surgido en los años setenta del siglo XX, por la trascendencia de su labor creadora y por mantiene actualmente en plena actividad, aunando en su obra, con maestría, innovación y clasicismo”, la Fundación Princesa de Asturias ya ha premiado a los tres grandes cineastas neoyorquinos: Woody Allen, Francis Ford Coppola y ahora Scorsese.
El director de “Toro salvaje” es, además, uno de los fundadores de World Cinema Foundation, a través de la que realiza “una intensa y amplia tarea de recuperación, restauración y difusión del patrimonio cinematográfico histórico en todo el mundo”, según el jurado.

Poco premiado
Curiosamente, y para mayor ensalzamiento de su figura, Scorsese no ha recibido innumerables premios: solo ganó el Oscar a la mejor dirección con Infiltrados (2006), que probablemente no esté entre sus 15 mejores trabajos, y además tiene la Palma de Oro de Cannes por Taxi Driver, tres Globos de Oro, dos premios BAFTA, un Emmy, y el reconocimiento del gremio de directores de Estados Unidos. Poca cosa para alguien fundamental en la historia del cine. El Princesa de Asturias de las Artes ha recaído en ocasiones precedentes en cineastas como Luis García Berlanga, Vittorio Gassman, Fernando Fernán-Gómez, Pedro Almodóvar y Michael Haneke.


Los setenta y los ochenta

Hijo de inmigrantes italianos, debutó en el cine en 1968 con ¿Quién llama a mi puerta?, aunque con el largometraje que llamó la atención fue Malas calles (1973). Así entró a encadenar títulos míticos como Alicia ya no vive aquí (1974) Taxi Driver (1976), New York, New York (1977), Toro salvaje (1980), El rey de la comedia (1982), Jo, qué noche (1985), El color del dinero (1986), La última tentación de Cristo (1988), Uno de los nuestros (1990) (León de Plata en Venecia a la mejor dirección), El cabo del miedo (1991) y La edad de la inocencia (1993), eso sin mencionar una decena de documentales sobre cine y música, o la dirección del vídeo musical “Bad” para Michael Jackson. Todo esto mezclado con una vida personal turbulenta: el aspecto físico de duende travieso de Scorsese esconde un alma en embullición.
Si ese tramo de su carrera quedó marcado por sus trabajos con Robert De Niro, con el que cierra su colaboración en Casino en 1995, desde 2002 su actor fetiche ha sido Leonardo DiCaprio, con el que ha rodado Gánsteres de Nueva York (2002), El aviador (2004), Infiltrados (2006), Shutter Island (2010) y El lobo de Wall Street (2013). Su último largometraje fue Silencio (2016), en el que volvía a indagar en la fe católica.
Ahora está enfocado en la larga posproducción de The Irishman, la película producida por Netflix, que desgrana el asesinato de Jimmy Hoffa, sindicalista estadounidense relacionado con la mafia, y en la que actúan De Niro, Joe Pesci, Harvey Keitel (dos de sus actores habituales) y por primera vez en el universo Scorsese, Al Pacino.

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