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Debilidad de la clase obrera salteña

Domingo, 29 de abril de 2018 00:00

Cada Primero de Mayo es una oportunidad para pensar en los problemas de los trabajadores, del trabajo, e incluso de la producción. Más allá de evocaciones legítimamente nostálgicas de los Mártires de Chicago o de los Mártires de la Resistencia Peronista.

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Cada Primero de Mayo es una oportunidad para pensar en los problemas de los trabajadores, del trabajo, e incluso de la producción. Más allá de evocaciones legítimamente nostálgicas de los Mártires de Chicago o de los Mártires de la Resistencia Peronista.

Los trabajadores salteños de todas las clases y sectores están abrumados y desamparados. Abrumados por la inflación, por las diversas modalidades de fraude laboral (el trabajo no registrado, entre otras), por las pésimas condiciones de trabajo (que transcurre ante la negligencia culpable de las ART). Abrumados también por la carga impositiva que debilita el poder adquisitivo de sus bajos salarios. El desamparo que mayoritariamente sufren los trabajadores salteños tiene que ver con la vergonzosa pasividad de la autoridad provincial del trabajo (una pasividad que existía antes incluso de la degradación del ex ministerio de trabajo). Y también tiene mucho que ver con la morosidad de la Justicia del Trabajo que, además de perjudicar a los trabajadores y prolongar la incertidumbre de los empleadores, termina funcionando como una barrera más -y contundente- que disuade a muchos de presentar sus reclamos en el otrora ansiado y prestigioso fuero del trabajo.

Trabajadores registrados carecen, en la práctica, del derecho a negociar colectivamente sus salarios"

Como si todo esto fuera poco -que no lo es-, los trabajadores salteños son víctimas del centralismo sindical que convierte a sus organizaciones locales en meras sucursales de los poderosos vértices sindicales porteños. Nuestros trabajadores registrados carecen, en la práctica, del derecho a negociar colectivamente sus salarios y sus condiciones de trabajo. Y seguramente padecen la burocratización de las obras sociales encargadas de atender su salud. La crisis azucarera, en especial la que mantiene paralizado al Ingenio San Isidro, bien podría ejemplificar la situación de desamparo a la que vengo refiriéndome. Un pésimo manejo de las relaciones laborales por parte de la empresa, del sindicato y de la Secretaria de Trabajo (que pasó del populismo extremo al más rancio liberalismo) fueron destruyendo los equilibrios básicos y abriendo puertas al despido masivo.

Con el añadido de que, cuando la crisis llegó a su punto álgido, funcionarios provinciales indolentes e inexpertos abandonaron a su suerte a las mas de 700 familias afectadas, no sin antes deleitarse con muchos aspavientos vacíos. Ni siquiera llegaron a ruborizarse cuando, en una situación parecida, el principal supermercado del país pactó con el sindicato oficial medidas para preservar empleos y salir de la crisis y, además, obtuvo grandes ventajas pagaderas con fondos públicos.

¿Por qué no podía la industria azucarera salteña (los trabajadores azucareros de Campo Santo y Orán) encontrar alivio en un "procedimiento de reconversión productiva" en el que cada parte asumiera compromisos en favor del mantenimiento del empleo?

¿Por qué no podía la industria hidrocarburífera salteña (asfixiada por el kirchnerismo ante el silencio inexplicable del gobernador de Salta) beneficiarse de las condiciones laborales pactadas para Vaca Muerta?

"La resignación y la falta de horizontes están impidiendo a sectores obreros reorganizarse"

Injuria sobre injuria. El así llamado Superior Gobierno de la Provincia aceptó que la Nación derogara los beneficios impositivos que sostenían el escaso trabajo registrado en nuestro sufrido Norte. Aceptó que se elevarán las cargas sociales y, de paso, aprovechó la oportunidad para incrementar impuestos locales (sobre las tarifas eléctricas y de gas, pero no solo sobre ellas) que avivan la inflación.

La resignación y la falta de horizontes están impidiendo a amplios sectores obreros reorganizarse, pensar sobre la actualidad y sobre el futuro del empleo en las concretas condiciones de Salta (que son similares a las del Norte argentino), y retomar la marcha con renovados bríos. ¿Qué hacer cuando las actividades productivas tradicionales sufren por la pérdida de competitividad que ocurre pese a los muy bajos salarios? ¿Qué hacer frente al cambio tecnológico y frente a los previsibles cambios que vendrán de la mano de la estrategia económica aperturista?

La "estrategia" del gobierno provincial, centrada en el degradado empleo público, la complicidad con el trabajo no registrado y la tolerancia con trabajos que atentan contra la salud y la higiene de los trabajadores, no da para más. El empobrecimiento del fuero del trabajo, más que una mala estrategia es expresión de negligencia antiobrera de los responsables de tal situación. Tampoco dan para más el sucursalismo sindical ni el autoritarismo patronal (que rehúsa negociar con los sindicatos locales). Deberíamos, quizá, sentar a todos alrededor de una mesa y comenzar, sin falsos tutores, un diálogo social imprescindible.

 

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