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Un corto del salteño Alejandro Gallo fue éxito en el último Festival de Cannes

Seleccionado por el Incaa, “Los dos cines de Yody Jarsún” se presentó en la Short Film Corner. Alejandro Gallo Bermúdez, su realizador, ahora está terminando su primera película documental. 
Viernes, 25 de mayo de 2018 09:36

Recientemente se proyectó el cortometraje salteño “Los dos cines de Yody Jarsún”, de Alejandro Gallo Bermúdez, en el Short Film Corner del 71º Festival de Cine de Cannes, junto a otras ocho historias breves argentinas seleccionadas por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). 
Los voceros le reportaron a Gallo Bermúdez, quien no pudo viajar a presenciarla por motivos económicos, que la exhibición se efectuó a sala llena, que quedaron personas afuera por la incapacidad del espacio para contenerlas y que el aplauso final fue cerrado (En la foto, Gallo Bermúdez sostiene una cinta junto a Yody Jarsún).
Además, como el Short Film Corner es propicio para el intercambio y encuentro entre profesionales, el realizador salteño ya recibió una invitación desde el Festival de Cine de Biarritz (Francia) para emitir el corto en su próxima edición.
Gallo Bermúdez le comentó a El Tribuno que aún no consigue dimensionar el exitoso recorrido que le deparó el destino a “Los dos cines de Yody Jarsún”. Puesto a hacer una retrospectiva Alejandro pudo percibir que la historia base para este corto llegó a él en un encadenamiento de circunstancias favorables. 
Alejandro estudió la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Esta formación amplia le permitió responder a su inclinación por el séptimo arte. “Me gusta el cine desde que tengo memoria. Mi papá es médico y cuando yo era niño estaba de guardia muchos fines de semana, por lo que mi mamá nos llevaba al cine de la Misericordia, en el parque Belgrano, que daba continuados de películas infantiles”, rememora. Recién graduado, empezó a trabajar para la TV en la productora Cuatro Cabezas y en paralelo con su amigo y colega Rodrigo Moscoso crearon Shooting Salta, con la que al principio brindaban servicios de producción a películas que se filmaban en Salta. Cuando surgía algún proyecto que los convocaba pedían licencia y se instalaban en Salta. 
Sin embargo, en 2010 cuando ofició de jefe de producción de “Nosilatiaj, la belleza”, de la directora salteña Daniela Seggiaro (2012), Alejandro asumió que era posible dejar atrás los siete años de aprendizaje en Cuatro Cabezas y abrirse paso en el lugar en el mundo que había elegido para desempeñar su profesión, una decisión que también tomaron otros cineastas de su generación. 
“Muchos amigos que habían estudiado en Buenos Aires, Rosario de Santa Fe y Córdoba empezaron a volver a Salta después de haber trabajado y nutrirse con lo que estaba pasando en productoras de esas ciudades como Rodrigo Moscoso, Santiago Lofeudo y Mauricio Montaldi”, relató. 
En un viaje por el interior de Salta para el rodaje Mariel Vítori, socia de Shooting, le relató la historia de su familia, los Jarsún-Abdenur, más precisamente de su tío abuelo, Yody Jarsún, dueño de varios cines a ambos lados de la frontera argentino-boliviana. Aquellas salas estaban ubicadas en La Quiaca, Orán, Salvador Mazza y en las ciudades bolivianas de Yacuiba, Villa Montes (Tarija) y Bermejo. Al oírla, la historia adquiría proporciones cinematrográficas en la mente de Alejandro, quien pronto hilvanó el guión. En la década de los 70 fue el auge de los filmes protagonizados por Palito Ortega, Leo Dan y Sandro. Yody adquiría copias de esos largometrajes en Tucumán y los pasaba en estas localidades limítrofes, muchas veces en simultáneo. Para lograrlo, viajaba con sus latas. Sus padres, inmigrantes sirios, se instalaron en La Quiaca a comienzos del siglo XX y, en esa ciudad y en Bolivia, nacieron sus seis hijos. También en La Quiaca abrieron el primer cine. Los Jarsún-Abdenur fueron una familia muy reconocida en el medio salteño. De hecho, los descendientes de los Abdenur aún hoy conservan las dos únicas salas propias de la capital: Ópera, ubicado en la calle Urquiza, y Rex, sobre la avenida San Martín.
Con la llegada del DVD Yodi quebró y tuvo que vender todos sus cines. Menos uno, el de Orán, al que dejó bajo llave, pero que se conserva intacto, con los viejos proyectores de 35 mm listos para arrancar y las butacas como esperando a los espectadores. 

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Recientemente se proyectó el cortometraje salteño “Los dos cines de Yody Jarsún”, de Alejandro Gallo Bermúdez, en el Short Film Corner del 71º Festival de Cine de Cannes, junto a otras ocho historias breves argentinas seleccionadas por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa). 
Los voceros le reportaron a Gallo Bermúdez, quien no pudo viajar a presenciarla por motivos económicos, que la exhibición se efectuó a sala llena, que quedaron personas afuera por la incapacidad del espacio para contenerlas y que el aplauso final fue cerrado (En la foto, Gallo Bermúdez sostiene una cinta junto a Yody Jarsún).
Además, como el Short Film Corner es propicio para el intercambio y encuentro entre profesionales, el realizador salteño ya recibió una invitación desde el Festival de Cine de Biarritz (Francia) para emitir el corto en su próxima edición.
Gallo Bermúdez le comentó a El Tribuno que aún no consigue dimensionar el exitoso recorrido que le deparó el destino a “Los dos cines de Yody Jarsún”. Puesto a hacer una retrospectiva Alejandro pudo percibir que la historia base para este corto llegó a él en un encadenamiento de circunstancias favorables. 
Alejandro estudió la carrera de Diseño de Imagen y Sonido en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Esta formación amplia le permitió responder a su inclinación por el séptimo arte. “Me gusta el cine desde que tengo memoria. Mi papá es médico y cuando yo era niño estaba de guardia muchos fines de semana, por lo que mi mamá nos llevaba al cine de la Misericordia, en el parque Belgrano, que daba continuados de películas infantiles”, rememora. Recién graduado, empezó a trabajar para la TV en la productora Cuatro Cabezas y en paralelo con su amigo y colega Rodrigo Moscoso crearon Shooting Salta, con la que al principio brindaban servicios de producción a películas que se filmaban en Salta. Cuando surgía algún proyecto que los convocaba pedían licencia y se instalaban en Salta. 
Sin embargo, en 2010 cuando ofició de jefe de producción de “Nosilatiaj, la belleza”, de la directora salteña Daniela Seggiaro (2012), Alejandro asumió que era posible dejar atrás los siete años de aprendizaje en Cuatro Cabezas y abrirse paso en el lugar en el mundo que había elegido para desempeñar su profesión, una decisión que también tomaron otros cineastas de su generación. 
“Muchos amigos que habían estudiado en Buenos Aires, Rosario de Santa Fe y Córdoba empezaron a volver a Salta después de haber trabajado y nutrirse con lo que estaba pasando en productoras de esas ciudades como Rodrigo Moscoso, Santiago Lofeudo y Mauricio Montaldi”, relató. 
En un viaje por el interior de Salta para el rodaje Mariel Vítori, socia de Shooting, le relató la historia de su familia, los Jarsún-Abdenur, más precisamente de su tío abuelo, Yody Jarsún, dueño de varios cines a ambos lados de la frontera argentino-boliviana. Aquellas salas estaban ubicadas en La Quiaca, Orán, Salvador Mazza y en las ciudades bolivianas de Yacuiba, Villa Montes (Tarija) y Bermejo. Al oírla, la historia adquiría proporciones cinematrográficas en la mente de Alejandro, quien pronto hilvanó el guión. En la década de los 70 fue el auge de los filmes protagonizados por Palito Ortega, Leo Dan y Sandro. Yody adquiría copias de esos largometrajes en Tucumán y los pasaba en estas localidades limítrofes, muchas veces en simultáneo. Para lograrlo, viajaba con sus latas. Sus padres, inmigrantes sirios, se instalaron en La Quiaca a comienzos del siglo XX y, en esa ciudad y en Bolivia, nacieron sus seis hijos. También en La Quiaca abrieron el primer cine. Los Jarsún-Abdenur fueron una familia muy reconocida en el medio salteño. De hecho, los descendientes de los Abdenur aún hoy conservan las dos únicas salas propias de la capital: Ópera, ubicado en la calle Urquiza, y Rex, sobre la avenida San Martín.
Con la llegada del DVD Yodi quebró y tuvo que vender todos sus cines. Menos uno, el de Orán, al que dejó bajo llave, pero que se conserva intacto, con los viejos proyectores de 35 mm listos para arrancar y las butacas como esperando a los espectadores. 


El proyecto de este cortometraje ganó por la región NOA el concurso “100 años de Cine Argentino”, organizado por el Incaa y el Ministerio de Cultura de la Nación. También obtuvo el Fondo Ciudadano de Desarrollo Cultural de la Provincia de Salta, lo que posibilitó la filmación con un equipo técnico profesional de cine conformado por 10 salteños, pertenecientes a la Asociación de Realizadores Audiovisuales de Salta (ARAS). Una vez que inició su recorrido por los festivales este cortometraje sedujo a múltiples públicos con sus singularidades entramadas en un logrado retrato de la miscelánea de frontera. “En una conversación que mantuvimos por Skype con Yody me di cuenta de que lo que iba a hacer era una comedia porque él es un tipo muy divertido, un busca, un emprendedor. Creo que este corto es el comienzo de algo más grande que pueda hacer en el futuro con él. Muchas veces las historias de frontera están estigmatizadas con narcotráfico, trata de personas, contrabando y me seducía contar algo diferente”, comentó Alejandro, quien en breve soltará su premiado corto a la marea fluctuante de internet, donde muchos usuarios que echan sus redes diarias podrán recogerlo y descubrirlo.

Su próximo proyecto

Alejandro Gallo viajará este sábado a Buenos Aires para realizar la mezcla de música de su primer largometraje. Es un documental que retrata vida y obra de Los Síquicos Litoraleños, un grupo de Curucuzú Cuatiá de Corrientes que hace chamamé psicodélico y experimental. Con este guion en 2014 ganó el premio Raymundo Gleiser por el NOA del Instituto de Cine y Artes Audiovisuales y también obtuvo ese mismo año el Fondo Ciudadano de Desarrollo Cultural, aunque desde 2009 Alejandro la venía filmando con fondos propios. “Síquicos Litoraleños empezaron a forjar un sonido que tuvo eco en los lugares más extraños del planeta. Es un documental, pero también una comedia muy divertida sobre estos personajes y estoy contento con el resultado porque creo que va a ser algo bastante particular para la gente el descubrirlos”, comentó el realizador.

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