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El filósofo y la labor intelectual, ante una época llena de penumbras

Uno de los pensadores de Salta vuelve a la embestida con “Traductores de penumbras”. A pesar del título, usa cuatro temas para echar luz a sus pasiones y al sino de la época. 
Martes, 29 de mayo de 2018 12:56

Mañana a las 18.30, en la Biblioteca Provincial, se presentará “Traductores de penumbras”, último libro del filósofo Jorge Lovisolo, que en la ocasión dialogará con la poetisa Kuky Herrán y el público presente. Se trata del cuarto libro del pensador radicado en San Lorenzo, seleccionado para su edición en el concurso literario provincial de 2017.
El libro está separado en cuatro ensayos, los dos primeros dedicados a los escritores Ricardo Piglia y Juan J. Saer, el siguiente a la desconocida dramaturgia de nada más y nada menos que Carlos Marx, para finalizar con una mirada muy especial y sentida sobre el tango. “Lo escribí de un tirón, divirtiéndome, casi sin leer para hacerlo”, cuenta Lovisolo sobre el proceso de su libro. Así logró un texto casi sin filtros, que nos descubre a un filósofo con la guardia baja, directo, donde emerge cierta nostalgia política cuya figura quizá sea esquiva para el lector desprevenido y millenial. Sobre todo se trata de un texto sin zonas densas a pesar de los temas que se tratan, de lectura fluida y sorprendente. Con un tratamiento de las ideas y del idioma que muestran, sin hacer trazos gruesos, a una de las personas más cultas de la provincia.

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Mañana a las 18.30, en la Biblioteca Provincial, se presentará “Traductores de penumbras”, último libro del filósofo Jorge Lovisolo, que en la ocasión dialogará con la poetisa Kuky Herrán y el público presente. Se trata del cuarto libro del pensador radicado en San Lorenzo, seleccionado para su edición en el concurso literario provincial de 2017.
El libro está separado en cuatro ensayos, los dos primeros dedicados a los escritores Ricardo Piglia y Juan J. Saer, el siguiente a la desconocida dramaturgia de nada más y nada menos que Carlos Marx, para finalizar con una mirada muy especial y sentida sobre el tango. “Lo escribí de un tirón, divirtiéndome, casi sin leer para hacerlo”, cuenta Lovisolo sobre el proceso de su libro. Así logró un texto casi sin filtros, que nos descubre a un filósofo con la guardia baja, directo, donde emerge cierta nostalgia política cuya figura quizá sea esquiva para el lector desprevenido y millenial. Sobre todo se trata de un texto sin zonas densas a pesar de los temas que se tratan, de lectura fluida y sorprendente. Con un tratamiento de las ideas y del idioma que muestran, sin hacer trazos gruesos, a una de las personas más cultas de la provincia.

Vuelo superficial

“Aunque no fui amigo personal de Piglia, compartimos ideas políticas, como el firme rechazo a los populismos. Con Saer también, aunque él lo dice a través de sus novelas y no tan directamente como Piglia”, detalla Lovisolo. La charla del filósofo a la hora del reportaje, en la práctica es un ejercicio contra el poder: no trata de imponerse. Da vueltas sobre los mil puntos de un tema con la soltura de la vasta erudición.
No es para menos. En los 14 años que vivió fuera del país, Lovisolo no solamente estudió a Marx, sino que se dedicó a juntar amigos como Paco Porrúa, leyenda editorial de las letras latinoamericanas, o a José Donoso, el escritor chileno que incluso puso al filósofo como personaje en algunas de sus novelas. Así también desdeña la admiración que le rinde gran parte de la intelectualidad salteña, sobre todo la académica. “No sé por qué. Es una locura salteña”, asegura.

"No solo en Argentina se quitó filosofía de la curricula. En Yale, en vez de filosofía se enseña matemáticas".


En la contratapa de su libro, el mismo Lovisolo señala el sentido político de su presente trabajo: “Argentina, país demográficamente aluvional, nos priva de una sola tradición, pero esta incomodidad tiene una enmienda que hace más llevadero ese inmerecido castigo: nos deja en la libertad de aspirar a todas. De ahí nace mi plural, temeraria y, en ocasiones, impúdica averiguación en penumbras”.
Parado ante una época que desdeña profundizar, Lovisolo asegura que “no es extraño que no haya una voz en la filosofía actual: los grandes pensadores del siglo XX, como Michel Foucault o Roland Barthes, por nombrar solo a los franceses, han muerto todos. Y no hay más. Estamos en un momento de políticas inclementes. ¿Y qué hace el intelectual? El filósofo descuida lo local porque piensa en lo universal. Entonces no hay, desde la filosofía, una voz que contenga a esta época. Nos podrían declarar prescindibles Y eso que en Argentina hubo muchos grandes filósofos y pensadores. Pero respondían a su época, sus artículos e ideas eran muy coyunturales. Nombremos a los pensadores de los años 70: José Fernando Arregui, Abelardo ‘el Colorado’ Ramos, Puigross, entre otros tantos. Inteligencias exquisitas. Pero, ¿y hoy? Hoy no hay nada. Es el sino de esta era. Y es algo que no pasa solo aquí, sucede en el mundo. La derechización de países que siempre han sido ejemplos de democracia está hablando acerca de esta época”, dice.

Pasiones argentinas

En “Traductores de penumbras”, Lovisolo “juega” sobre todo con temas que lo apasionan. “De la segunda mitad del Siglo XX hasta hoy, Piglia y Saer son los grandes escritores de la Argentina. Ahora estoy leyendo la obra completa, anotaciones, reportajes y artículos, de Saer: mi próximo libro va a tratar sobre él”, dice el estudioso.

"No se debería decir 'pueblos originarios`. Los nazis a sí mismos también se llamaban originarios"


“Piglia, que tiene la urgencia de la biografía, lo borra a Borges de la competencia como la mayor pluma argentina del siglo XX, enviándolo, por boca de su alter ego Emilio Renzi, como un escritor pero del siglo XIX”, comenta Lovisolo. Aquí y allá, en los ensayos posteriores vuelven a aparecer estos dos escritores y sus frases. También inclinado a bordonear una guitarra y entonar tangos, Lovisolo le dedica el último de sus capítulos a esa música rioplatense. Se sumerge, junto a Borges, en los mundos que describe el tango. No trata de revelar nada, sino de exponer el sentimiento que empuja su ritmo. “No sé por qué no hay un trabajo que estudie más en profundidad el corpus filosófico de la zamba. Tal vez lo haya y no lo conozcamos. Pero hay una especie de amnesia obligatoria, sobre todo en las clases que tienen el poder de decisión. Y después está la universidad. La de Salta, pero también la de Jujuy, de Catamarca, de Santiago y de Tucumán, que no logran comprometerse con lo que las rodea. El filosofo es un especialista de lo universal. Lo local no le interesa porque lo considera anacrónico, accesorio. Lo inmediato no le es principal. La universidad me animo a decir es la responsable de esa ausencia. Por dar un ejemplo: en todas esas universidades está la carrera de antropología, pero ¿quiénes hicieron el Pucará de Tilcara? Los especialistas de la Universidad de Buenos Aires. Eso también nos dice qué es lo que pasa”.
 

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