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Una ciudad viajera llamada Barco

Apasionante historia de la avanzada española sobre nuestro territorio, que hace casi cinco siglos dio origen a la primera ciudad en Tucumán, a Tolombón y Santiago del Estero. 
Domingo, 17 de junio de 2018 00:00

En enero de 1536, procedente de España, el Adelantado Don Pedro de Mendoza, arribó al Río de la Plata con la intención de fundar la ciudad de Santa María en el puerto de los Buenos Aires. Este emplazamiento no prosperó, por lo que en 1541, Domingo Martínez de Irala la despobló.

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En enero de 1536, procedente de España, el Adelantado Don Pedro de Mendoza, arribó al Río de la Plata con la intención de fundar la ciudad de Santa María en el puerto de los Buenos Aires. Este emplazamiento no prosperó, por lo que en 1541, Domingo Martínez de Irala la despobló.

En el Perú, Francisco Pizarro había logrado concretar la conquista del Imperio de los Incas, pero los años que siguieron a este acontecimiento, fueron de enfrentamientos entre los conquistadores.

En el Perú en el siglo XVI se produjo una guerra entre los seguidores de Francisco Pizarro y Diego de Almagro. Este enfrentamiento entre ambos bandos, que devino en una revuelta generalizada, determinó a Carlos I quien a la sazón guerreaba en Alemania, a enviar al Perú a una persona capaz de volver las cosas a su debido cauce.

El hombre elegido fue Pedro de La Gasca, graduado en la Universidad de Alcalá de Henares en Derecho. Posteriormente completó su formación universitaria en Salamanca, licenciándose en Teología en el Colegio Mayor de San Bartolomé. La Gasca, sacerdote, político, diplomático y Caballero de la Orden de Santiago, en tierra peruana, organizó un ejército con el que derrotó a las huestes rebeldes de Francisco Pizarro en la batalla de Xaquixahuana en 1548.

Sofocada la rebelión, La Gasca reorganizó la administración del Virreinato: reformó la Hacienda pública para hacerla más eficiente, realizó una tasación general de las encomiendas para darles su valor real. Su principal objetivo fue reforzar la autoridad real en la colonia, aunque también reformó la administración de justicia, realizó gestiones a favor de los indígenas moderando los tributos y prohibiendo los trabajos demasiados pesados. Obligó a los conquistadores a pagar un salario justo y prohibió la esclavitud. Entre otras resoluciones cabe mencionar sus ordenanzas sobre el laboreo de minas y la visita y despacho de navíos en el puerto de Lima.

Pacificado el Perú, mucha gente guerrera quedaba sin ocupación y siempre dispuesta a nuevas turbulencias. Para prevenirlas, La Gasca organizó y promovió varias expediciones en los confines del virreinato: a la región de Chuquimayo y en el valle de Yaquiraca al norte peruano, al Paraguay y al Alto Perú. Entre 1548 y 1550 impulsó expediciones de descubrimiento que dieron lugar a la fundación de ciudades en nuestro actual territorio argentino. Esta iniciativa representaba la continuidad de la entrada de Diego de Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia.

Tucumán

Para realizar las fundaciones previstas era menester considerar el territorio ya explorado, y determinar el lugar más conveniente para hacerlo. Se recurrió a la consulta de los más experimentados conquistadores. Estos señalaron la región de Tucumán.

Pablo Fortuny, en su "Nueva Historia del Norte Argentino. Descubrimiento y Conquista" (Ediciones Theoría, Buenos Aires, 1986) nos ilustra acerca de los informes recibidos: "Delante de los Charcas hay una provincia que se dice Tucumán, donde hay copia de naturales y noticia de gruesas minas de oro y que se cree las habrá de plata, y se podría ir a poblar uno o dos pueblos en esa provincia, 120 leguas delante de los Charcas hacia la parte de Copiapó, más adentro de la tierra, y que les parecía que podría ir a hacer aquella población de Tucumán a Juan Núñez por ser hombre cuerdo y tenido de bondad y con quien holgaría ir gente".

El territorio señalado, inserto en la región denominada Tucumán, abarcaba la zona pedemontana y llana que hoy ocupan, aproximadamente, los departamentos de Monteros, Chicligasta, Río Chico y Simoca. El sitio escogido para concretar la fundación, fue en el que confluyen los ríos Los Reales y La Horqueta para formar el río sugestivamente llamado Pueblo Viejo. El sitio tenía gran valor geopolítico en ese momento histórico pues estaba en el área de influencia de la hoy denominada Quebrada del Portugués, entonces De los Andes de Tucumán, camino natural que, hacia el Oeste, conectaba con los caminos incaicos de los Valles Calchaquíes que conducían a Perú y a Chile, y, hacia el Este, con la llanura que conducía al Río de la Plata.

Poblar un pueblo

En la carta que el Licenciado Pedro La Gasca envió al Consejo de Indias, manifiesta: "Este día después de haber comunicado lo de la población de Tucumán con el arzobispo y oidores, y habiéndoles parecido que convenía que se enviase a hacer con Juan Núñez de Prado, le proveí para que fuese a poblar un pueblo en aquella provincia, y para ello le hice capitán y justicia mayor de allí ad beneplacitum de S. M. y mío, y de esta audiencia, en su real nombre. Y en la provisión e instrucción se le mandó que fuese a la dicha provincia de Tucumán, e hiciese en ella un pueblo, y desde él procurase traer de paz a los indios, y los repartiese y encomendase a los que con el fuesen, advirtiendo principalmente que los encomenderos fuesen buenos cristianos y servidores de S.M." (Gobernantes del Perú. Cartas y Papeles. Tomo I. Publicación dirigida por Roberto Levillier, Madrid, Sucesores de Rivadeneyra, 1921)

Otra instrucción que había de observar Núñez de Prado era la de señalar tributos moderados, y especialmente instruye la necesidad de la enseñanza de la Santa Fe Católica a los naturales, tomando la previsión de llevar consigo a religiosos de letras y conciencia.

En Charcas reclutó la gente necesaria, y aún halló munífico protector en el clérigo Hernando de Gomar.

Partió la expedición por setiembre de 1548 de Potosí, mientras quedaba el Maestre de Campo en la Villa reclutando nueva gente y esperando a dos frailes dominicos que desde los Reyes enviaba La Gasca. Eran estos los padres Gaspar de Carvajal y Alonso Trueno.

Siguiendo todas las instrucciones, Juan Núñez de Prado fundó la ciudad de Barco de Ávila el 29 de junio de 1550, emplazándola al sur del paralelo 27º lo que le acarrearía un serio conflicto con Pedro de Valdivia.

Según expresión de la reconocida historiadora tucumana Teresa Piosek Prebisch: “la fecha del 29 de junio de 1550 debe ser recordada y celebrada como la fundacional de nuestra historia”. Esta tesis fue apoyada documentalmente por el genealogista Narciso Binayán Carmona en su “Historia Genealógica Argentina” (EMECE Editores, Buenos Aires, 1999) Editores y por el historiador, hispanista y genealogista Ignacio Tejerina Carreras.

La ciudad de Barco de Ávila

La ciudad se llamó Barco en homenaje a La Gasca nacido en Barco de Ávila y fue consecuencia directa del descubrimiento de la ruta entre Perú y el Río de la Plata con salida al Océano Atlántico, por la expedición de Diego de Rojas realizada entre 1543 y 1546. Esta fue la base de la conquista del dilatado territorio explorado.

Como era de práctica, procedió al trazado de la ciudad, repartiendo solares a los primeros pobladores y designando las autoridades del Cabildo. Por primera vez se hacía esto en territorio argentino. Se instalaba así el primer núcleo de españoles en un claro marco institucional. Pronto pusieron con ahínco manos a la obra, organizando actividades agrícolas y ganaderas, con animales traídos a pie, con gran sacrificio desde el Perú. Los sacerdotes dominicos erigieron su convento de bajaraque, barro reforzado con ramas, como las restantes casas.

Valdivia, a la sazón gobernador de la Gobernación de Chile, territorio que abarcaba una importante extensión de la actual Argentina, desde el paralelo 27º al 41º y, desde la Cordillera, 100 leguas hasta una línea irregular cuya máxima proyección hacia el Este llegaba aproximadamente hasta el meridiano 64º 25º. Es decir que Núñez de Prado había fundado Barco dentro de jurisdicción de Chile. Pedro de Valdivia aspiraba a extender su territorio hacia el Atlántico. La posesión de la tierra tucumana era la puerta de acceso a su proyecto de expansión. Tomando conocimiento de la fundación, se propuso asegurar la posesión de tan estratégico sitio.

 El conflicto fue engorroso por lo que Núñez de Prado, decidió sacar Barco de jurisdicción chilena trasladándola a Tolombón, en los Valles Calchaquíes, pero cuando las autoridades virreinales se enteraron, lo conminaron a regresar a Tucumán para obedecer la comisión y mandato de La Gasca de fundar allí, sobre el camino al Río de la Plata. Núñez regresó, pero pasó de largo por Tucumán y continuó hacia el Este para escapar en esa dirección de la jurisdicción chilena pasando el meridiano antes mencionado. Llegó al río Dulce y, junto a él asentó la ciudad por tercera vez, pero si creyó que así se libraba de la garra de Valdivia, se equivocaba: éste le envió al capitán Francisco de Aguirre, de la corriente colonizadora chilena, quien llegó a Barco con el título de gobernador, lo deportó a Chile, trasladó la sufrida ciudad unas leguas al norte y la rebautizó con el nombre de Santiago del Estero, un 25 de julio de 1553. Allí la ciudad arraigó sobreviviendo a adversidades de todo tipo, marcando el comienzo del poblamiento efectivo de Argentina y transformada en núcleo desde donde se descubrieron nuevas rutas que unificaron al territorio al conectar diversas regiones.

Día de la Argentina fundacional 

El Instituto Tucumano de Cultura Hispánica realiza todos los años en la Quebrada del Portugués, el acto recordatorio de aquella jornada del 29 de junio de 1550 en que naciera la primera ciudad en el actual territorio argentino. Este acto tiene su origen en la feliz idea del Dr. Justino Terán Molinas, abogado, historiador y genealogista tucumano. Los miembros de este Instituto y diversos historiadores, aspiran al reconocimiento oficial de esta efeméride como el Día de la Argentina Fundacional.

 En medio de una densa, espesa y exuberante vegetación, al arrullo del canto de las aves que surcan el diáfano cielo y de las aguas del río que descienden veloces, impetuosas y desafiantes, levantando espuma entre las gigantescas piedras que obturan el curso de la corriente, en el frío de la jornada invernal, desde el camino de cornisa, húmedo y con la vecindad de la montaña tapizada de musgos y helechos, un grupo de argentinos, concientes de su pertenencia y amor a este bendito suelo, enarbolan cada año la Bandera de la Patria y entonan las estrofas del Himno Nacional Argentino. Es imposible sustraerse a la emoción de tan magnífico recordatorio, en el sitio en que empezó a proyectarse la Argentina.

El agreste paisaje contribuye con su espléndida belleza a la entrañable ceremonia, en el que los corazones se sobrecogen de patriotismo, y los      ojos y mejillas se perlan de emoción.
 

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