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Jorge Milikota: “La vida del artista es como la de una estrella, mientras alumbra se consume”

Entrevista al notable compositor y autor de temas como Zamba de amor en vuelo y Jazmín de luna. 
Sabado, 02 de junio de 2018 14:34

¡Santafesino de veras! Son las raíces del notable compositor Jorge Milikota, un hombre emparentado con las grandes obras, que llegaron a impregnarse en el público nacional. En la voz de la recordada folclorista Tamara Castro, quizás encontró una fórmula ideal para llevar sus creaciones a un sitio de preferencia.
Nació en la localidad santafesina de San José de La Esquina, y desde niño se abocó al aprendizaje de la guitarra. Es el autor de temas como: Zamba de amor en vuelo, Jazmín de luna, Cenizas, Cantor de boliche, De pura cepa (con Chaqueño Palavecino), La alucinada, La ley y la trampa (con Roberto Ternán), La patria digna y Leyenda de Esteco, entre tantas otras.
Hombre de campo, sencillo, predicador de humildad, todavía se sonroja cuando salta a la luz su identidad en alguna reunión.
Durante cuatro días estuvo en la capital salteña, compartiendo con otro grande de verdad: Roberto Ternán, autor de grandes éxitos del folclore. Un binomio crucial del sentir popular.
Compartimos una charla amena con Milikota.
Quizás, por innumerables razones, no cuenta con el debido reconocimiento de la gente, pero sus obras están lejos de pasar inadvertidas para los amantes de éste género musical, por lo contrario, son moneda corriente en las convocatorias más importantes del folclore. “Mis canciones tienen prioridad sobre mí, yo prefiero que suenen en todo el país, aunque mi figura no se identifique entre los amantes del folclore”.

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¡Santafesino de veras! Son las raíces del notable compositor Jorge Milikota, un hombre emparentado con las grandes obras, que llegaron a impregnarse en el público nacional. En la voz de la recordada folclorista Tamara Castro, quizás encontró una fórmula ideal para llevar sus creaciones a un sitio de preferencia.
Nació en la localidad santafesina de San José de La Esquina, y desde niño se abocó al aprendizaje de la guitarra. Es el autor de temas como: Zamba de amor en vuelo, Jazmín de luna, Cenizas, Cantor de boliche, De pura cepa (con Chaqueño Palavecino), La alucinada, La ley y la trampa (con Roberto Ternán), La patria digna y Leyenda de Esteco, entre tantas otras.
Hombre de campo, sencillo, predicador de humildad, todavía se sonroja cuando salta a la luz su identidad en alguna reunión.
Durante cuatro días estuvo en la capital salteña, compartiendo con otro grande de verdad: Roberto Ternán, autor de grandes éxitos del folclore. Un binomio crucial del sentir popular.
Compartimos una charla amena con Milikota.
Quizás, por innumerables razones, no cuenta con el debido reconocimiento de la gente, pero sus obras están lejos de pasar inadvertidas para los amantes de éste género musical, por lo contrario, son moneda corriente en las convocatorias más importantes del folclore. “Mis canciones tienen prioridad sobre mí, yo prefiero que suenen en todo el país, aunque mi figura no se identifique entre los amantes del folclore”.

Una vida en el folclore...

Mis abuelos vinieron desde Croacia para afincarse en los campos santafesinos. En ese suelo aprendí a conocer personas de palabras, de principios. En los pueblitos solo se escuchaba la radio, ahí me deslumbré con el folclore. Recuerdo que había un lugareño llamado Santos Cañete, era el único que tocaba la guitarra en la zona, se llegaba al taller de un tío y nos regalaba su repertorio. A los 15 años mis oídos se endulzaron con el tema El antigal, del maestro Ariel Petrocelli, y en ese preciso momento descubrí este mundo con toda la pasión. Empecé a estudiar guitarra en un conservatorio de Rosario hasta que me tocó el servicio militar.

¿Cuándo se inició tu carrera profesional?

Con todo el ímpetu de un joven, me fui a vivir a Buenos Aires y empecé a tener contactos con el circuito del folclore. Fui guitarrista de César Isella, Gina María Hidalgo, entre otros. Por aquel entonces existían famosas embajadas musicales y eso me permitió conocer el país y numerosos lugares del planeta.

¿Y tu faceta de compositor?

Siempre me gustó escribir, pero en un ocasión vine a Salta y tuve el enorme placer de compartir con Manuel Castilla, el Cuchi Leguizamón, Jaime Dávalos y Eduardo Falú. En mí hubo un estallido de luz, de magia, era como que la luz me dolía en la piel, cuando sos joven todo es más profundo. Realmente entendí lo que era la bohemia. Aprendí que componer es un modo de vida, un modo de ser.

¿Qué opinión te merece el folclore  de Salta?

Es el mejor, por su calidad y su belleza estética. Tierra de poetas que inspiran de manera constante a los cantores y músicos. Hombres que se asemejan a los pintores porque van retractando los paisajes y las costumbres. Alguna vez me tomé el atrevimiento de escribir el tema ‘Salta de ayer’, que fue consecuencia de plasmar lo que sentía.

¿Qué es lo que te inspira a la hora de componer?

La emoción y la belleza ante todo, es algo que siento dentro mío y necesito volcarlo en una página. También me inspira una mirada fuerte, es algo que moviliza mis venas. La inspiración dura solo segundos, también es trabajo y oficio.

¿Cómo ves el folclore actual?

Soy una persona que recorre el país de manera constante y observo que hay jóvenes muy talentosos, solo que siempre se viven épocas de transición. Sin dudas que, se cambiaron los códigos, y la metáfora fue remplazada por el realismo.

¿Tuviste una gran amistad con Tamara Castro?

Fue lo mejor que le pasó a la música argentina. Lo tenía todo: belleza, furia, expresión y sentir, fue una maravilla. Hoy los jóvenes entre 30 y 35 años la recuerdan como una grande.

¿Te grabaron tus canciones innumerables famosos?

Los Tucu Tucu fueron los primeros artistas reconocidos en grabarme un tema. También se sumaron: Horacio Guarany, el Chaqueño Palavecino, Los Nocheros, Luciano Pereyra, y muchos más. Tengo bellos recuerdos con el conjunto Los Gauchos de Güemes, que grabaron mis canciones por RCA Víctor.

Sos perfil bajo...

Una vez un joven subió al subte, se me paró enfrente y empezó a cantarme ‘La ley y la trampa’, sentí mucha vergüenza. En otra ocasión estaba en mi campito de Buenos Aires y pasó un hombre en bicicleta silbando ‘El dedo en la yaga’, eso no tiene precio.

¿Notás que se aleja la poesía del folclore?

La poesía no transcribe, el arte es atemporal, no tiene edad.

¿Cómo es la vida de un artista?

Es hambre, lucha, fama, éxitos. La vida del artista es como la de una estrella, mientras alumbra se consume, mientras transcurre la vida se va quemando lo mejor de uno. Me estoy muriendo mientras vivo y renaciendo al amor.

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