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23 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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Entre el laicismo y la confesionalidad

Sabado, 23 de junio de 2018 23:49

El papa Francisco, igual que su antecesor el emérito papa Benedicto, habla con insistencia de un justo laicismo, frente a la corriente laicista extrema que se respira en Europa. 

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El papa Francisco, igual que su antecesor el emérito papa Benedicto, habla con insistencia de un justo laicismo, frente a la corriente laicista extrema que se respira en Europa. 

Francisco arremete contra el Estado confesional y reclama una “sana laicidad” acompañada de “una sólida ley que garantice la libertad religiosa”. “Un Estado debe ser laico. Los estados confesionales terminan mal. Esto va contra la historia”, subrayó el Papa. 

Para el Papa, “las personas deben ser libres de profesar su fe en el corazón de sus propias culturas y no en los márgenes”. Pese a todo, Francisco matiza y dirige una “modesta crítica” a Francia, a la que acusa de “exagerar con el laicismo”, lo que “lleva a considerar las religiones como subculturas en lugar de culturas a título pleno y con sus derechos. Temo que este enfoque, un comprensible patrimonio de la ilustración, sigue existiendo. Europa necesita dar un paso hacia adelante sobre este tema para aceptar el hecho de que la apertura a la trascendencia es un derecho para todos”. Citando estas palabras de Francisco, pienso en nuestra Salta, y en la atrevida pretensión de una asesora legislativa de borrar el patrimonio de la cultura religiosa del pueblo salteño. Hay una implicancia constante en la historia de la gestación de la Patria y la religiosidad popular, preferentemente católica, que hace de la fe un signo personal y social, de tal manera, que podemos hablar de cultura religiosa. Cultura religiosa popular que debe observarse y respetarse, ingresar a ella con los pies descalzos. 

Retirar los restos del general Martín Miguel de Güemes del Panteón de las Glorias del Norte tiene el sabor de imposición de una cosmovisión diferente y una ofensa al sentimiento del pueblo; además no suma en la construcción de la polis, sólo genera más profundidad en la tan mentada grieta social. La Catedral de Salta es un lugar emblemático para el pueblo, no solo por lo religioso, sino también por su historia, con los acontecimientos telúricos del año 1692, donde la gente encontró refugio, fortaleza y consuelo. Y el fenómeno religioso del Milagro hace al fundamento o cimiento espiritual del salteño y de su historia. No podemos olvidar que la gesta de la independencia estuvo acompañada por la iglesia católica en la figura de varios sacerdotes congresistas y, sobre todo, en el accionar de los capellanes de las milicias güemesianas. 

Salta tiene un Estado laico, como lo es nuestro país, que no es confesional. Pero pretender borrar los símbolos religiosos es llevar a un extremo de laicismo nihilista, en un momento crítico del país, que a diario, suma más pobreza y desocupación, y donde la religiosidad es un refugio de esperanza, no como opio, sino como promotores de una esperanza activa, verdaderos guardianes de la justicia social. Coincidimos que la confesionalidad del Estado condiciona la libertad, pero el laicismo a ultranza que profesan religiosamente, algunos políticos de nuestra provincia, lesiona la Justicia y la verdadera historia de la Nación. 

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