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Cuenca: "El San Isidro camina hoy justo al borde de la cornisa"

Obreros tomaron la fábrica y se quedarán hasta que los trapiches vuelvan a trabajar.El gremialista Mariano Cuenca dijo que “los tiempos se están acabando y no hay solución”.
Miércoles, 06 de junio de 2018 00:00

Una vela se encendió alumbrando a San Isidro Labrador, el patrono del ingenio, en Campo Santo. El olor a miel de caña se impregna y se mixtura con el olor a churqui quemado.

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Una vela se encendió alumbrando a San Isidro Labrador, el patrono del ingenio, en Campo Santo. El olor a miel de caña se impregna y se mixtura con el olor a churqui quemado.

Los trabajadores ingresaron a la planta el lunes al mediodía y desde ese momento plantaron como bandera quedarse dentro del ingenio hasta que puedan trabajar.

La imagen de los trabajadores desgarra, exfolia el alma. Los muchachos llegaron a la medida de fuerza con sus camperas, los mamelucos de trabajo y los botines que deben utilizar reglamentariamente. Quizás fue que dijeron en sus casas que fueron a la fábrica, pero esta vez no a trabajar. Un grupo de trabajadores se situó cerca del trapiche de la fábrica; la leña acompañó la fría jornada.

Un alambrado olímpico roto y, por fuera, otro grupo de empleados con una gran olla y más fuego de leña. En medio, junto al alambre, una dotación minúscula de personal policial, también calentándose con el fuego convidado por los "compañeros" trabajadores.

Las negociaciones por la noche fueron fluidas. En principio habían llegado hasta la localidad a más de 60 km de Salta camiones con efectivos de Infantería, aunque luego todo se calmó y el diálogo entre sindicato y Policía logró asegurar una noche en tranquilidad sin represión ni desalojo.

El jefe de la Policía en Campo Santo, comisario mayor Luis Yugra, comprometió su palabra y en la noche los trabajadores sólo padecieron el frío. La cena fue un choripán y todos agradecieron a la concejala Liliana Sanmillán por colaborar con el pan.

"Nosotros sólo pedimos la recuperación de nuestra fuente laboral. Ya no podemos volver a nuestras casas y decir que no tenemos trabajo", dijo el secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar San Isidro (SOEASI), Mariano Cuenca.

Los sindicalistas ven que llevan casi cinco meses sin ninguna solución, con el ingenio parado y al día de hoy se encuentran en una situación límite por los tiempos mismos de la industria azucarera.

"Estamos caminando por la cornisa", dijo Cuenca y explicó que la razón es que las zafras en toda la región comenzaron históricamente a fines de mayo, mediados de junio o comienzos de julio. Esos plazos están llegando rápidamente y ven que las soluciones están estancadas, no hay movimiento y por eso comenzaron a intranquilizarse. En asamblea realizada el lunes decidieron la medida de fuerza y afirman que no se irán de la fábrica hasta que no comiencen a trabajar los trapiches.

Entre tanto, hubo un diálogo con el ministro de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos, Marcelo López Arias, sin llegar a nada concreto. Ellos quieren hablar directamente con el gobernador.

"Urtubey fue a hablar a Perú con los propietarios del Grupo Gloria y no logró nada. Nosotros pretendemos una solución del Gobierno provincial, con intervención del nacional si hace falta. No nos vamos a mover de aquí hasta que comencemos a trabajar", dijo Cuenca.

Ayer aparecieron varios referentes de otros sindicatos, como los de la Central de Trabajadores Autónoma (CTA), Apsades y hasta la gente de ATE de Jujuy y el Partido Obrero de Salta.

Cuadro de situación

Para tener una idea de la crítica situación, se debe decir que todo el departamento de General Gemes está al borde de una crisis total de su actividad económica.

En San Isidro trabajan 570 personas directamente y con los empleos indirectos llegan a 730. Eso sin contar a los camioneros que transportan los productos hacia y desde el ingenio. Además, el 70 por ciento de la caña que transforma el San Isidro en azúcar es de pequeños productores de la zona, ya que el ingenio sólo tiene actualmente 3 mil hectáreas cultivadas con caña. Esos finqueros no tendrán otra opción que vender su caña a los otros ingenios con lo que significa saturar el mercado para que baje el precio de forma automática.

Por eso, el pueblo comenzó a ver el fantasma de la crisis.

 

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