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Las motos y la muladiablo

Los motociclistas todos los días son noticia pero casi siempre por hechos vinculados a siniestros viales graves.
Miércoles, 06 de junio de 2018 00:00

Cada tanto, autoridades viales, municipales y provinciales salen a la palestra pública e informan que "la mayoría de los muertos en accidentes de tránsito son motociclistas".

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Cada tanto, autoridades viales, municipales y provinciales salen a la palestra pública e informan que "la mayoría de los muertos en accidentes de tránsito son motociclistas".

­Vaya novedad!

Cómo podrá ser otra la realidad, si en toda la provincia, sin excepción, pareciera que los motociclistas portan licencias para violar todas las leyes de tránsito, incluso hasta para desafiar la ley de la gravedad. Si lo desean, ellos pueden circular sin casco o con el casco en el codo, al parecer, el sitio más sensible del ser humano.

También pueden circular sin luces delanteras y traseras, o reemplazarlas por luces de colores reservadas por ley, para vehículos de emergencia: bomberos, policía y ambulancias.

­Y nadie dice nada!

Pueden pasearse por donde les plazca, sin chapa patente, sin espejos retrovisores y sin seguros.

Pueden "carrerear" de contramano, por veredas, sendas peatonales o plazas.

Para ellos no hay límites de velocidad y los motores de sus velocípedos pueden emitir los ruidos más estruendosos.

Pueden transportar dos, tres y hasta cinco personas, incluidos niños de brazos.

Folclore

La famosa muladiablo, que solía cargar a los changos yuteros alargando sus ancas para luego dejarlos en lugares lejanos, ya tiene émulos en este siglo XXI. La diferencia es que la muladiablo solo asustaba a los changos. Hoy en cambio los domadores de motos se matan por doquier.

Y esto no es una exageración. Para constatarlo, solo basta pararse y observar el paso de las motos en cualquier esquina de Salta. No importa la hora. Luego de ello uno cae en cuenta que la alta mortalidad de motociclistas reside especialmente en la falta de educación vial y en la ausencia de controles. Y, por supuesto, a ello hay que sumar el estado calamitoso de calles y caminos y la ausencia de señales adecuada.

Y la gente seguirá muriendo mientras no haya escuelas obligatorias de conducción y los controles brillen por su ausencia.

A fin de año, los números fríos de las estadísticas nos dirán cuántas centenas de hombres y mujeres murieron en accidentes de tránsito. Lo que no dirán es la cantidad de hogares que por estos accidente quedaron destrozados, y tampoco cuántos niños desamparados. De eso, nunca nadie habla.

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