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Váyase a comer a casa

Miércoles, 18 de julio de 2018 02:06

No es suficiente con el estrés que produce todo viaje en avión. No es suficiente con haberse tenido que preparar varias horas antes, con la incertidumbre de que el vuelo haya sido cancelado o demorado por razones operativas, meteorológicas o huelga del personal. 
Ahora, oportunidad en que -quizá- usted ha iniciado esas merecidas vacaciones, olvidándose del mundanal ruido; ahora, una vez que usted se ha acomodado cómodamente en su butaca (no muy cómodamente, salvo que tenga 55 centímetros de cintura y 1,30 metros de altura); ahora ya superado el peligro del despegue, cuando cierra los ojos y comienza a pensar en las exquisiteces (¿?) que le servirán una vez alcanzada la altura de “crucero”. 
Es entonces cuando oye la grave voz del capitán (luego de escucharlo lo degradaremos a chofer) que le empieza a pintar un panorama desolador de una desastrosa política aeronáutica, de menor entrenamiento de los pilotos y de un menor mantenimiento de las aeronaves. Ya es tarde; no puede decir “pareeen, me quiero bajar”, mientras ruega que el estrés de la situación no le haga cometer algún error al alterado piloto. 
Deberá conformarse en las próximas horas con las caras de huerto de sus compañeros de viaje. La misma cara hortícola de la que usted -ahora- es feliz poseedor. Eso es lo que quienes han subido a un avión de Aerolíneas Argentinas en estos días pueden haber escuchado como mensaje que han transmitido los pilotos afiliados a la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA).

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No es suficiente con el estrés que produce todo viaje en avión. No es suficiente con haberse tenido que preparar varias horas antes, con la incertidumbre de que el vuelo haya sido cancelado o demorado por razones operativas, meteorológicas o huelga del personal. 
Ahora, oportunidad en que -quizá- usted ha iniciado esas merecidas vacaciones, olvidándose del mundanal ruido; ahora, una vez que usted se ha acomodado cómodamente en su butaca (no muy cómodamente, salvo que tenga 55 centímetros de cintura y 1,30 metros de altura); ahora ya superado el peligro del despegue, cuando cierra los ojos y comienza a pensar en las exquisiteces (¿?) que le servirán una vez alcanzada la altura de “crucero”. 
Es entonces cuando oye la grave voz del capitán (luego de escucharlo lo degradaremos a chofer) que le empieza a pintar un panorama desolador de una desastrosa política aeronáutica, de menor entrenamiento de los pilotos y de un menor mantenimiento de las aeronaves. Ya es tarde; no puede decir “pareeen, me quiero bajar”, mientras ruega que el estrés de la situación no le haga cometer algún error al alterado piloto. 
Deberá conformarse en las próximas horas con las caras de huerto de sus compañeros de viaje. La misma cara hortícola de la que usted -ahora- es feliz poseedor. Eso es lo que quienes han subido a un avión de Aerolíneas Argentinas en estos días pueden haber escuchado como mensaje que han transmitido los pilotos afiliados a la Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (APLA).

Recuerdo

Hace un tiempo me ocurrió que con motivo de un aniversario (lo de feliz corre a cuenta de la imaginación del lector), quise agasajar a mi esposa llevándola a un restaurant de lujo. Cuando le pregunté al mozo el clásico “¿qué nos recomienda?”, nos respondió salvajemente: “Que se vaya a comer a su casa, porque aquí la comida es una porquería”.
Me imagino estas situaciones reproducidas al infinito: que en una clínica la enfermera le recomiende que consulte primero en la funeraria, que en el banco el empleado le aconseje que se apure en sacar sus depósitos; que el cirujano le empiece a leer una proclama cuando usted está en la camilla del quirófano, etc. 
Ahora bien, en el caso de Aerolíneas Argentinas, sus autoridades anticiparon que los abogados analizarán la grabación del mensaje para determinar si tomarán medidas disciplinarias. ¿Podrán hacerlo? Chan, chan...

Medidas disciplinarias

Aclaremos que la actitud del chofer del avión (le dije que lo íbamos a degradar) fue manifestada en el marco de un conflicto colectivo. Conflicto inventado, pero conflicto laboral al fin. 
La jurisprudencia suele ser más benigna con los actos de indisciplina adoptados colectivamente, que cuando tienen un único protagonista. Tomemos un ejemplo, también actual, que se presenta con bastante frecuencia en Buenos Aires: el conflicto en el servicio de subterráneos. Como medida de protesta los empleados del Subte, cada tanto levantan los molinetes para que los pasajeros viajen gratis. 
No tenemos conocimiento de que se los haya despedido o aplicado sanción alguna por dicha actitud. Pero podemos tener la certeza de que si a un solo empleado (aún como protesta individual) se le ocurriera no cobrar los servicios que se prestan o los productos que se venden, se le aplicaría una grave sanción, inclusive el despido con justa causa. 
En materia aeronáutica -felizmente- las regulaciones son muy severas. El menor descuido puede provocar una tragedia. Los despidos estarían justificados, pero las consecuencias deberían ser afrontadas por la organización sindical que irresponsablemente ordenó adoptar tal actitud a sus afiliados.
 

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