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¿Y ahora qué hacemos?

Sabado, 21 de julio de 2018 00:00

Ni un albañil se ve en las casas que construye el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) en Pereyra Rozas. Desde hace meses no hay avances. El ajuste ya empezó, pero se agrava con las exigencias del FMI y la incapacidad del Gobierno nacional para contener la inflación y resolver otros problemas económicos. En 2018 tampoco se cumplirá la tan anunciada profecía "del segundo semestre".

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Ni un albañil se ve en las casas que construye el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV) en Pereyra Rozas. Desde hace meses no hay avances. El ajuste ya empezó, pero se agrava con las exigencias del FMI y la incapacidad del Gobierno nacional para contener la inflación y resolver otros problemas económicos. En 2018 tampoco se cumplirá la tan anunciada profecía "del segundo semestre".

En la primera mitad del año, en el Grand Bourg frenaron el gasto y lo alinearon con los ingresos. El desequilibrio, por cierto, lo generó el mismo gobierno, aunque con otros funcionarios a cargo.

Este año aplicaron algunas herramientas como una moratoria que les permitió engrosar los fondos. Otro grifo se abrió a través del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial (FFDP), lo que evitó que la Provincia siga en una rueda de oneroso créditos a corto plazo a través de la emisión de Letras del Tesoro.

¿Pero ese incremento de recursos seguirá creciendo al mismo nivel en los próximos meses? Fuentes del Gobierno señalan que fue excepcional.

El presupuesto de este año se aprobó sin contemplar los aumentos salariales, que ahora quedaron desfasados por una inflación que se eleva, aunque con un consumo por el piso.

Es un escenario vidrioso. Con los resultados del primer semestre Urtubey se había entusiasmado y pidió cerrar el año con equilibrio. La segunda etapa de las paritarias, que ahora tiene fecha incierta, será crucial para el rumbo de las arcas.

Los gremios cerraron, al arrancar el año, subas del 15%. Cada punto que logren, al Grand Bourg le costará unos 20 millones de pesos. Los sindicalistas más avezados aspiran a un 30%, una meta inalcanzable. La crisis es inocultable y lo más preocupante es que no se avizoran mejoras en el corto plazo. Comercios cerrados, una venta ilegal que prolifera y trabajadores que buscan otro empleo porque ganan no requieren más explicaciones. ¿Y ahora qué hacemos? La pregunta no puede tener un enfoque diminuto. Al ampliar la mirada, siguen las mismas deficiencias de décadas. Y con el recorte en la obra pública, el desarrollo para Salta quedará solo en intenciones. Perversa la fiesta, ¿no?

 

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