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Un hombre con discapacidad le imploró al gobernador que le adjudique una casa

Burgos es canillita, su hijo tiene parálisis cerebral y su esposa, artritis grave. Hace 8 años espera que el IPV le entregue una vivienda. Como en la vida, no tuvo suerte en el sorteo del viernes. Quiere pagar, no un regalo.
Domingo, 29 de julio de 2018 00:00

El canillita Gabriel Burgos y su familia son discapacitados. Sólo logró participar en el sorteo de viviendas en casos especiales pero no tuvo suerte. Si no tiene respuestas, recurrirá a la Justicia apoyado por otros canillitas. "El Estado se olvidó de mi familia, imploro al gobernador Urtubey que revea mi situación estoy a punto de ser desalojado", dijo Gabriel Burgos tras el sorteo al azar de las 60 viviendas de Rosario de Lerma, en cuya lista había 661 inscriptos, con un cupo de solo el 10% para discapacitados.

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El canillita Gabriel Burgos y su familia son discapacitados. Sólo logró participar en el sorteo de viviendas en casos especiales pero no tuvo suerte. Si no tiene respuestas, recurrirá a la Justicia apoyado por otros canillitas. "El Estado se olvidó de mi familia, imploro al gobernador Urtubey que revea mi situación estoy a punto de ser desalojado", dijo Gabriel Burgos tras el sorteo al azar de las 60 viviendas de Rosario de Lerma, en cuya lista había 661 inscriptos, con un cupo de solo el 10% para discapacitados.

En el sorteo estaba "Burguitos" desde temprano. Su caso fue conocido a través de El Tribuno semanas atrás, puesto que el canillita, es discapacitado, su pequeño de 7 años tiene atrofia cerebral y su mujer, un estado avanzado de artritis reumatoidea. Está a punto de ser desalojado, sólo por su condición de minusválido.

Cuando logró ser escuchado, consiguió los certificados de su señora, Fabiana Egías, y el apoyo de la Municipalidad de Rosario de Lerma. La adjudicación directa fue una gestión esquiva. Era imposible, según el Instituto Provincial de la Vivienda, por la cantidad de familias en situación especial.

"Hace 8 años busco ayuda. No estoy pidiendo dinero, yo trabajo de canillita y con la pensión mía y de mi chiquito, nos damos vuelta. Somos tres discapacitados, me siento discriminado. Entiendo que fue al azar el sorteo, yo estuve ahí. Había 80 familias en casos especiales, sólo para seis casas", resalta Burgos.

Su rostro rezando e implorando era vista por todos en ese galpón donde se desarrolló el sorteo de las viviendas que aún faltan terminar en la zona norte de Rosario de Lerma.

Un grupo de canillitas de Salta capital llegó para el sorteo. Como Burgos no salió sorteado y su caso es muy sensible, decidieron asesorarlo para realizar un pedido ante la Justicia.

"Mis urgencias pasan, porque, en el lugar donde yo vivo, debo entregar el inquilinato ahora en septiembre: no hay quien nos alquile, la mayoría nos rechaza porque somos discapacitados, nos dicen que con el tiempo los discapacitados se aprovechan y se las dan de usurpadores", relató Burgos.

El hecho de acudir como última instancia a la Justicia radica en que existen antecedentes en casos análogos, en donde el estado debió garantizar una solución habitacional. Aunque no existe un derecho a pedir una vivienda de forma directa, está latente la garantía mínima para aquellas personas que afrontan situaciones de extrema vulnerabilidad, como es el caos de los Burgos.

"Mi decepción es enorme. Mucha gente me vino a ver. Incluso unos abuelitos me ofrecieron ayuda. La gente que menos tiene, se solidarizó con mi familia. Yo no tengo la culpa de ser discapacitado, y si es así, pido disculpas; a veces pienso que somos discriminados con justa razón, molestamos a los demás", dice con congoja.

Burgos pide disculpas porque la sociedad lo rechaza por su condición que es un obstáculo para mejorar su calidad de vida y la de su familia.

Había 80 postulantes en los casos especiales. Sólo seis viviendas para el sorteo de este cupo. Un bolillero decide la necesidad y margina aún más a una familia con discapacidades. Burgos sigue vendiendo diarios y revistas, toma aire y sin revanchismo, sabe que debe trabajar porque su magra pensión por discapacidad no alcanza. Si camina, la columna le pasa factura, sufre escoliosis. Al mediodía llega a casa y le suministra los medicamentos a su criatura de 7 años. La vida sigue a pesar de los obstáculos.

 

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