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“Es necesario repensar la relación entre padres e hijos como primer sostén del niño en el mundo”

Luciano Lutereau, autor de "Más crianza, menos terapia" dialogó con El Tribuno sobre los desafíos vinculares en el seno de la familia de hoy. 
Miércoles, 04 de julio de 2018 23:31

Luciano Lutereau  es psicoanalista, doctor en Filosofía y doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde trabaja como docente e investigador. Además, es Magister en Psicoanálisis y especialista en Psicología Clínica por la misma universidad. Dirige la revista de psicoanálisis y filosofía Verba Volant e integra el comité de redacción de prestigiosas publicaciones.  Toda su extensa experiencia, sin embargo, no fue suficiente cuando vivió la experiencia de la paternidad. Por eso escribió Más crianza, menos terapia, un libro que cruza teorías con prácticas cotidianas, para que cada persona  “pueda inventar su forma de ser padre o madre, más allá de cualquier ideal social o de época”

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Luciano Lutereau  es psicoanalista, doctor en Filosofía y doctor en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde trabaja como docente e investigador. Además, es Magister en Psicoanálisis y especialista en Psicología Clínica por la misma universidad. Dirige la revista de psicoanálisis y filosofía Verba Volant e integra el comité de redacción de prestigiosas publicaciones.  Toda su extensa experiencia, sin embargo, no fue suficiente cuando vivió la experiencia de la paternidad. Por eso escribió Más crianza, menos terapia, un libro que cruza teorías con prácticas cotidianas, para que cada persona  “pueda inventar su forma de ser padre o madre, más allá de cualquier ideal social o de época”

Lutereau además es autor de los  libros Ya no hay hombres. Ensayos sobre la destitución masculina y Edipo y violencia. Por qué los hombres odian a las mujeres, entre otros. En diálogo con El Tribuno, dice que desconfía de los hombres feministas porque “es preciso que los varones encontremos formas más interesantes de no ser machistas”

En el libro que editaste por Paidós, planteás que en el ideal de padres casi se autoexige que los hijos sean felices y no sufran ¿considerás que ese es uno de los factores por los cuáles hoy los adultos con hijos se angustian, lo ves en tus pacientes?

Sin duda hoy en día, los padres tienen mayores dificultades para estar en vínculos con sus hijos.  Eso se debe al tipo de vida que se lleva, al modo en que se amplió el tiempo de trabajo. A la vez, la incidencia de las nuevas tecnologías en los hogares domésticos, que hace que los tiempos compartidos entre padres e hijos sean menores. Y que, por un lado, se da que cada vez haya más saberes disponibles sobre cómo criar a un hijo. En este punto, por ejemplo, frente a un episodio,  es muy común que los padres busquen en Google artículos e información. Y muchas veces, esos saberes funcionan de una manera angustiante para ellos. Es decir, las causas de la angustia son dos: por un lado, el poco tiempo que tienen para pasar con sus hijos; por otro, sentir que hay un montón de saberes que establecen ideales respecto de los cuales no están a la altura. En ese sentido, el propósito de la crianza es trabajar con los padres para que puedan volver a estar en conexión con los hijos, desde un punto de vista singular y personal.

Esta pretendida  felicidad sine qua non, ¿influye también en los niños que, tal vez no sean tolerantes al fracaso, que también es parte de la vida y formante de la personalidad?

Los ideales de la sociedad actual son muy diferentes a los que se dieron el pasaje del siglo XIX al siglo XX. Por ejemplo, un típico ideal de aquel momento era el esfuerzo como vía para conseguir ciertas cosas: esforzarse en el estudio para, el día de mañana, obtener un trabajo. En los tiempos actuales, el esfuerzo es una cosa del pasado. Porque tampoco garantiza nada. Eso hace que, en términos generales, las presiones con las que se vive sean mucho mayores y mucho más inmediatas; y que los tiempos de espera se hayan acortado muchísimo.  Eso explica por qué a muchos chicos les cuesta mucho tolerar la frustración. Por otro lado, como contracara, a los padres les genera una dificultad muy grande para transmitirle a sus hijos la necesidad de la  espera, de los tiempos, porque también ellos mismos padecen esa misma inmediatez implicada en la vida que les toca vivir. En este sentido, si el capitalismo actual modificó sustancialmente el modo de relación con el trabajo, cómo no iba a modificar también la célula que es la familia. Por decirlo así, esa estructura tradicional es cosa del pasado. La modificación de la familia introdujo grandes desórdenes. Y la dificultad para la elaboración de las frustraciones es uno de ellos.

Cuando decís "Más crianza y menos terapia" ¿a qué hacés referencia, obvervás una jerarquía de los padres respecto del análisis, creés que el análisis es insuficiente en ciertas situaciones que tienen que ver con lo vincular?

A lo que me refiero no es a una desvalorización de la terapia, sino al ir en contra del hábito establecido hoy en día, por el cual en muchos dispositivos –como la escuela-  inmediatamente se busca la intervención de un psicoterapeuta, un psicopedagogo,  un fonoaudiólogo, donde es necesario muchas veces repensar la relación entre padres e hijos como primer sostén del niño en el mundo.  Esto no quiere decir que no haya que establecer diagnósticos, que no haya que pensar tratamientos. Sin embargo, en mi práctica como terapeuta, muchas veces me encontré con la situación en la que, antes que poner en tratamiento a un niño, alcanzó con tener entrevistas periódicas o regulares con los padres, para poder establecer un circuito de sostén de ese niño. De alguna manera, menos terapia quiere decir que los tratamientos no son mágicos y que fortalecer a los padres en cuestiones de crianza es una manera de generar las bases para que, si un niño tuviera que hacer un tratamiento, pueda hacerlo de una forma propicia.

Hay una distancia entre traer hijos al mundo y asumir la paternidad o la maternidad, en este sentido ¿considerás que los roles están desdibujados, que los adultos prolongan  su adolescencia y consienten a los niños, o no es así?

Que los padres prolongan su adolescencia es algo más o menos evidente. Al menos en la medida en que en las clases medias por lo menos, debido a la creciente profesionalización y especialización del mundo del trabajo, muchos postergan. En el caso de las mujeres, hasta que  el límite biológico empieza a llamar la atención. En los hombres, cuando existe la posibilidad  de perder a su pareja. Esto es, el deseo espontáneo de un hijo es algo cada vez más infrecuente. Cuando una mujer teme no quedar embarazada, empieza a pensar en un hijo. Y en el caso de los varones, cuando temen perder a su mujer porque ella, de alguna forma, empezó a pedirle un hijo. Ese hijo de nuestro tiempo es el hijo que nace postergado frente a otros intereses de nuestra vida. En el libro desarrollo esto, ubicando que esta generación, se trata de hijos  con hijos. O de hijos que han nacido de hijos. Esto es, de personas que todavía no han resuelto del todo su poción como hijos.  En este punto, es cada vez más infrecuente encontrarse con personas que durante sus estudios universitarios sean padres. Es algo no solo dejado para la finalización de la carrera, sino también para después, para poder establecerse en el mundo del trabajo. Es decir, el hijo siempre viene después de algo, y eso hace que los padres prolonguen su juventud y –al mismo tiempo- queden más desvalidos respecto del encuentro primero con un hijo. Empiezan a ser padres en un punto en el que ya no queda más remedio, y no se prepararon para eso.  

En una nota afirmabas que desconfías de los hombres feministas, ¿qué te llevó a esa conclusión?

Dije que desconfío de esa actitud porque, desde mi punto de vista,  considero que es preciso que los varones encontremos formas más interesantes de no ser machistas,  en lugar de identificarnos con una causa que no es nuestra, que es de las mujeres. Por ejemplo, a través de repensar nuestro lugar como padres, al pensar formas de relación con los hijos varones que no reproduzcan el criterio de demostración de potencia como una forma de masculinizarse (cuando eso lleva no sólo a la misoginia sino también a la homofobia) en busca de modelos que permitan pensar un varón que pueda cuidar.

Decís que tu libro no aporta recetas, ¿qué te motivó a escribirlo y qué considerás que puede aportar?

Creo que el aporte principal es el conflicto que padecí como terapeuta formado teóricamente y como padre. Aporta el testimonio de quien, habiendo estudiado y estar formado en teorías respecto del comportamiento de los niños, en el momento en el que le tocó ser padre, se encontró con que las teorías no decían todo lo que tenían que decir. Mejor dicho, que hubo un momento en el que tuvo que aprender a ser padre de su hijo, más que de los libros. En este sentido, mi intención con este libro es poder llegar a los padres para que cada uno pueda inventar su forma de ser padre, más allá de cualquier ideal social o de época respecto de cómo hay que pensar la paternidad o la maternidad. 

 

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